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La economía del tampón

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Ringo Bonavena decía que éste era un país de chantas con carnet, de allí que escaseaba el plástico. Lo que escasea ahora en la Argentina son los tampones, quizás porque se los esté usando para tapar las grietas de la economía. Este será el año del tampón. Como ya especulamos con bonos, euros, dólares y ladrillos, ahora le toca el turno al tampón. Tampones para la electricidad, tampones para la inflación, tampones para la deuda externa, tampones para los bonos, para el dólar, para la emisión, para las distorsiones de precios, en fin, tampones para todas… y todos.

Este pastiche heterodoxo no da para más, de allí la profusión de tampones que servirán de frágil contención hasta el desborde final. Cualquiera que asuma el próximo gobierno sabe que deberá lidiar contra el desfasaje cambiario, con la asfixiante deuda externa pateada prolijamente hacia adelante por este gobierno, y que deberá transpirar la camiseta para otorgarle cierta seguridad jurídica a la inversión de capitales (sean extranjeros o repatriados).

Tenemos la nafta al mismo precio que en EE.UU. y el transporte más barato del mundo. El recorrido de un colectivo en Buenos Aires equivalente a 2 pesos vale 2 dólares en EE.UU. ¿Por qué este desfasaje enorme? ¿Quién paga este costo? Tenemos una telefonía móvil cara e inoperante, pero en la década ganada el Gobierno se ufanó de luchar contra las corporaciones hegemónicas, mientras usa como tampón los miles de millones de dólares recibidos por el 4G. ¡Espero poder volver a hablar por mi celular sin gritar como un desaforado! Mientras tanto los funcionarios usan tampones para rellenar grietas entre el relato y la realidad que nos golpea.

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También el joven Axel debería haber tenido uno a mano cuando escuchó al economista invitado estrella, Thomas Piketty, hablar de su libro El capital del siglo XXI, pensando que era un émulo de su idolatrado Carlitos (Marx, no Gardel, aclaro). Axel habrá pensado que iba a congratularlos por la redistribución, pero Piketty habla de redistribución de riqueza y no de pobreza, como promueve este gobierno.

Para colmo, cuando lo escuchó criticar el impuesto a las ganancias propuesto por este gobierno (vale preguntarnos ¿qué ganancias?) y la inflación y la falta de transparencia en los datos fiscales, Axel debe haberle querido colocar un tampón en la boca al francés… pero como no tenía uno a mano (porque escasean) se limitó a mostrar una desacartonada sonrisa Kolynos cuando el francés dijo que todos estos factores influyen negativamente en la redistribución, porque afectan “a los sectores más frágiles de la sociedad”, justamente aquellos a los que este gobierno dice proteger.

Dejemos de lado el hecho de si Piketty yerra en el modelo teórico, o en su análisis histórico o en sus propuestas políticas. Podemos discutir si honrar un préstamo internacional avalado por bonos o acatar un dictamen judicial puede ser justo o no, pero hasta un economista “progre” ve los crasos errores de los que no saben salir sin pegar manotazos de ahogado.

A pesar de los cortes de luz, la baja en el consumo y la falta de tampones, avanzamos hacia un movidísimo 2015. Dependerá de cuán tormentoso sea que la fortuna acompañe a uno u otro de los candidatos, pero al igual que aprendimos que no se hace democracia golpeando la puerta de los cuarteles deberemos aprender que no es sustentable un país basado en divisiones y menos aún en la corrupción.

Hasta ahora todo parecía una parodia, un sainete de circo criollo, pero cuando la sangre aparece en escena (y esa sangre se negocia), la farsa se convierte en drama y el drama en lágrimas y dolor.

Volviendo a Ringo Bonavena, éste decía que cada vez que se iba del país veía la Argentina más chiquita, y de entonces han pasado cuarenta años, imagínese usted lo que encogió.

*Médico y escritor. Autor de Ringo y Joe.