Faltan dos semanas para las elecciones presidenciales. Parece un tiempo eterno ahondado por la nada en que transcurre buena parte de la campaña electoral. Lo mejor de este tiempo proselitista lleno de vacío fue el debate del domingo pasado. Más allá de la performance individual de cada candidato, los cinco que estuvieron presentes fueron los protagonistas de un hito en la historia política de nuestro país. Nadie sabe a ciencia cierta si lo escuchado allí tendrá o no algún peso electoral. Sin embargo, el acontecimiento tuvo un valor que va más allá de esa consideración estrecha. Por eso, la no concurrencia de Daniel Scioli fue algo más que una simple ausencia a la cita planteada por los organizadores del debate. Scioli faltó a una cita con la historia y con la responsabilidad que tiene un candidato presidencial de contribuir, a través de sus conductas, a la consolidación de la república. Su actitud representó, además, una contradicción ya que, en elecciones anteriores, había protagonizado debates con sus circunstanciales adversarios.
En cambio, Mauricio Macri tomó la decisión correcta cuando desoyó las voces de aquellos miembros de su entorno que, ante el anunciado faltazo del candidato del FpV, le habían aconsejado no hacerse presente en el salón de actos de la Facultad de Derecho de la UBA.
Tanto las encuestas que se conocen como las que se publican hablan de una situación congelada en la que con pocas diferencias se repiten los guarismos de agosto pasado. Es decir, Scioli primero, Macri segundo y Massa tercero. Si hay ballottage o no, nadie lo puede confirmar o descartar. En estas dos semanas que faltan los candidatos deberán abocarse a la tarea de conseguir los votos que necesitan para alcanzar sus metas. Para Scioli, el objetivo es ganar en primera vuelta, de lo que está muy cerca. Sabe que de no ser así, aun cuando triunfara, su imagen emergería debilitada ante un frente interno complejizado por las disputas entre La Cámpora y el resto del peronismo. Para Macri el objetivo es llegar al ballottage y para Massa, evitar que se le siga yendo gente. En pos de estas estrategias, se observa una situación curiosa, ya que Scioli y Macri buscan esos votos que les faltan en un mismo lugar: el peronismo. Una muestra de ello fue el acto encabezado por el líder del PRO el jueves pasado en el que se inauguró una estatua del general Perón. La sobreactuación del jefe de Gobierno porteño dejó perplejos a varios de los que forman su entorno. “Lo que hizo no fue natural. Fue una sobreactuación innecesaria. Se lo vio duro e incómodo”, se sinceraba un dirigente del PRO que tuvo protagonismo en el acto.
Lo único claro de este tiempo de campaña es que, gane Scioli, Macri o Massa, la situación económica del país demandará del próximo presidente un accionar rápido para enfrentar las dificultades económicas que el kirchnerismo le dejará. La necesidad de nuevas inversiones es un asunto que está fuera de discusión. Y está claro que para encarar esas soluciones será necesario abocarse a la solución del problema con los holdouts. No por casualidad se escucharon las voces de dos referentes importantes del sciolismo: Juan Manuel Urtubey habló en Nueva York ante el Council of the Americas, y Mario Blejer en ocasión de la reunión del FMI en Lima. Ambos fueron claros y señalaron que hay que reabrir las negociaciones con esos fondos y poner fin a un conflicto nocivo para el país. Las respuestas duras y contrarias a estas posturas por parte de Aníbal Fernández y Carlos Zannini enmarcan las pulseadas internas que se viven en el FpV que serán borrascosas si Scioli es electo presidente. Los que hablan con sus operadores económicos de Scioli los escuchan coincidir en un dólar futuro a 12 pesos una vez que se haya levantado el cepo.
Termina. Párrafo final para Cristina Fernández de Kirchner en esta etapa final de su larga estadía en el poder. Su decisión de seguir avanzando sobre la Justicia es permanente. Los relevos que se produjeron en el cuerpo de auditores del Consejo de la Magistratura van en esa dirección. El copamiento del Estado con personas que respondan a La Cámpora es otro. Una anécdota protagonizada por una destacada bioquímica ilustra al respecto. La profesional hizo una presentación para ingresar a la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat). Grande fue su sorpresa cuando a los pocos días recibió un llamado de un funcionario diciéndole que no había vacantes en la Anmat pero que, si lo deseaba, la podía hacer ingresar a Aerolíneas Argentinas.
El abusivo uso de la cadena nacional para hacer campaña a través de su “Aló Presidenta” representa una violación flagrante no sólo a la Ley de Medios, sino también a un concepto republicano de ejercer el gobierno. La jefa de Estado, que hizo gala de una conducta desenfrenada evidente, aprovechó también para hacer campaña en Santa Cruz a favor de su hijo Máximo y de su cuñada Alicia.
Entre otras cosas, en las tres cadenas de la semana que pasó, se inauguró un hospital, llamado René Favaloro, que aún no funciona, y se dieron algunas cifras de la economía que no son ciertas. Al respecto del hospital, se escuchó una frase que no pasó inadvertida: “Estamos haciendo el país que soñó el doctor Favaloro”. La frase, pronunciada por la Presidenta, no pudo haber sido más desafortunada. Favaloro soñó con un país libre de corrupción, de la que él fue una de sus víctimas más conspicuas. Y si hay algo que forma parte de la pesada herencia que dejará el kirchnersimo, es la compleja trama de corrupción urdida en estos doce años de permanencia en el poder que involucra, entre otros, a Lázaro Báez, al vicepresidente Amado Boudou y a la misma familia Kirchner.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.