El torneo de fútbol argentino se juega bajo el formato de Liga Profesional y se divide en dos competencias: el Torneo Apertura y el Torneo Clausura. Participan treinta equipos, de los cuales, al finalizar la competencia anual, hay 12 que clasifican a las copas internacionales: cinco, eventualmente seis, a la Copa Libertadores, los primeros clasificados, y seis a la Copa Sudamericana, la segunda tanda. La clasificación se define por méritos deportivos en los torneos locales y la Tabla Anual. El resto de los 18 equipos que quedan fuera pelean por algo dramático: los últimos dos pierden la categoría.
En un país futbolero como la Argentina, a los mercados y sus protagonistas les encantan las metáforas referidas a este deporte tan criollo. Cualquiera que siga a Luis “Toto” Caputo en sus declaraciones (alguien de origen trader) sabe de qué se trata. Solo como ejemplo valen estos dos casos. “Esto es como cuando River perdió 3 a 0 en la ida, pero todos sabíamos que lo daba vuelta”, en referencia al comienzo del programa de Javier Milei allá por el primer trimestre de 2024 (algo que River no logró). O la máxima “Comprá, no te la pierdas, campeón”, cuando recomendaba no oír los cantos de sirena de optar por dólares a menos de 1.250 pesos.
Siguiendo esta realidad cultural, los mercados reflexionaban el viernes por la tarde al cierre de las cinco complicadísimas ruedas anteriores a ir a votar; con esta situación metafóricamente futbolera: por lo menos, que entre último a la Sudamericana. Ya se sabe que el Gobierno no clasificará a la Libertadores, aunque a comienzos de año el técnico haya preparado el equipo para salir campeón caminando, pintando el país de violeta. Tampoco hay esperanzas de poder hacer el domingo una buena campaña y ser alguno de los cuatro equipos que competirían por el máximo cetro continental. El problema es que tampoco parecería ingresar cómodo en los primeros cuatro puestos de la Sudamericana, un puesto menor. Todo se resume entonces a conseguir un muy complicado último puesto en esa copa importante, pero de segunda categoría.
Llevando la metáfora a la explicación sobre el panorama del momento en que se conozca el resultado de las elecciones de hoy; la idea de clasificar a la Sudamericana en el último lugar se asemeja a conseguir entre un 30 y un 35% de los votos, un nivel que por lo menos le permitiría al futuro elenco legislativo de Javier Milei sostener los vetos presidenciales a los intentos de demolición del superávit fiscal primario, sin que el Congreso voltee luego esos vetos.
Algo deberá terminar esta noche, con los resultados sobre la mesa. La economía argentina, tanto en sus versiones cambiarias, financieras, macro como real; tendrá que salir de la parálisis que la envuelve desde hace entre ocho y cuatro meses, según el criterio del analista. Para algunos de ellos, la crisis comenzó en febrero; cuando el Gobierno empezó a trastabillar en el manejo de las variables fundamentales de la economía. Para otros, todo comenzó, simbólicamente, cuando apareció aquel informe del JP Morgan del viernes 31 de junio; donde se les recomendaba a sus clientes (y al resto de los inversores) que había llegado el momento de abandonar las posiciones en pesos y refugiarse en dólares hasta conocer el resultado de las elecciones legislativas. En cualquiera de los dos casos, desde el lunes 27 debe terminar la paralización, y los operadores económicos de cualquier sector o rubro, retomar sus actividades e impulsar la toma de decisiones; suspendidas hasta conocer cómo será la Argentina de, al menos, los próximos dos años. Sin embargo, puede que todos estos queden defraudados. Podría ocurrir que el diseño de las próximas cámaras de diputados y senadores que surja de las elecciones legislativas no encuentre el equilibrio de voluntades necesario como para garantizarle al Gobierno el fluir de proyectos de leyes, y que sea necesaria la apertura de una etapa firme de negociaciones con algún sector o sectores de la oposición, más o menos dialoguista. Este escenario, para muchos el más probable, ya que se descarta que no habrá una repetición de la victoria resonante que llevó a Javier Milei a la presidencia; pero tampoco una transmutación de los votos que pierda el Presidente hacia el peronismo versión kirchnerismo volcado a la izquierda. Ante el panorama, lo que se cree en los mercados (o al menos entre los analistas que son contratados por el Círculo Rojo para que se explique y muestre el mapa que surgirá desde el domingo a la noche), es que desde mañana a la mañana se deberá abrir una etapa de amplio dialogo para conseguir, primero y de mínima, que se puedan sostener los vetos a las leyes que bombardean el superávit fiscal; y, segundo, algún tipo de acuerdo con bloques legislativos opositores con los que se puedan razonar los contenidos de cinco leyes trascendentales para los últimos dos años de esta gestión:
- Aprobación del Presupuesto 2025 (y si se puede el 2026)
- Reforma laboral
- Reforma previsional
- Reforma impositiva
- Modificación de la Carta Orgánica del Banco Central.
Se sabe que para ninguna de estas ideas el Ejecutivo contará con el apoyo kirchnerista. Pero sí podría haber una línea de diálogo productivo con algún o algunos sectores hoy opositores, y quizá mañana dialoguistas. Pero todo dependerá de una sola persona: el mismísimo Javier Milei. Él tiene la llave personal de su futuro. Solo él puede decidir que su gobierno iniciará una etapa de diálogo y apertura racional, para ponerles contenido a esos proyectos de ley para su segunda mitad de mandato. Solo él sabe además si está en sus planes incluso esa apertura, o si su voluntad es la de continuar cerrándose en los propios y fieles, bajo la convicción ideológica de que la verdad está de su lado. Y sin matices.
Los mercados, mientras tanto, siguen especulando. Y metaforizando. Algunos definen las posibilidades electorales del Gobierno bajo una descripción futbolera muy de estos tiempos. Se escuchó decir en algún chat de WhatsApp de operadores bursátiles que el Gobierno está como muchos equipos del torneo argentino, buscando puntos para ubicarse en las copas internacionales de 2026. En este sentido, analizan que el de Milei no es un equipo para la Libertadores, sino que deberá conformarse con un resultado hoy que le permita jugar la Sudamericana. Por ahora, nadie analiza un escenario futbolero de un gobierno de Javier Milei sin clasificar a las copas. Incluso nadie aventura una pelea por alguno de los dos cupos para el descenso.
Todo esto en una campaña donde, siguiendo los términos futboleros, al oficialismo le hubiera venido bien aquella frase de Carlos Salvador Bilardo que decía, “si no hacen goles, por lo menos no metan adentro las que se van afuera”.