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La felicidad del demonio

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En 1968 apareció Beggars Banquet, el álbum de los Rolling Stones que contiene Sympathy for the Devil. Tal vez el ’68 haya sido el año del demonio, pero éste venía de recibir su espaldarazo artístico definitivo gracias a una novela terminada en 1940 pero publicada recién entre noviembre de 1966 y enero de 1967 en la revista Moskva, por lo que faltan unos meses para celebrar el medio siglo de este acontecimiento. Me refiero a El maestro y Margarita, de Mijail Bulgakov, que conoció una nueva edición en España (2014) y dos en la Argentina (2015 y 2016) y bien podría considerarse el último clásico de la literatura.
El último hasta ahora y el último de acá en adelante, porque difícilmente se escriban libros que se puedan añadir a una lista que contenga el Quijote, la Divina Comedia, Ana Karenina o el Fausto de Goethe (con el que El maestro y Margarita está emparentado). Me refiero a esa mezcla de originalidad, visión y plenitud que no está al alcance de los escritores posteriores (que pueden aspirar, en cambio, a valores como la erudición, el ingenio o la destreza).

Se cuenta que el tema de los Stones está efectivamente influido por El maestro y Margarita, que le llegó a Mick Jagger por medio de Marianne Faithfull, su novia de entonces. Tiene sentido, porque Faithfull y Margarita tienen en común ser extraordinarios personajes femeninos, de una notable belleza, valor e inteligencia y capaces de inspirar tanto a Jagger como al Maestro.

Ya dije que la novela es el último clásico y que su personaje femenino es grandioso. Me falta agregar un tercer elogio hiperbólico: que el Diablo hace aquí su mejor aparición en la historia de la literatura, la más imaginativa, la más cómica, la más misteriosa.

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Además de mencionar a Pilatos, personaje esencial del libro, Jagger captó en sus versos la idea de Bulgakov: el Diablo es un caballero de buen gusto, pero lo que nos desconcierta es la naturaleza de su juego. Caracterizado como el mago Woland, rodeado de un cortejo extravagante que incluye un gato que habla, el viejo Lucifer visita la Moscú comunista y la sacude con sus bromas macabras, con su desprecio por la cobardía y la obsecuencia. El maestro y Margarita es una lapidación definitiva del sistema soviético, pero es mil cosas más, entre ellas un sesgado Evangelio y una obra atravesada por una sed de felicidad tan inmensa como el terror de su autor, que vivió sus últimos veinte años reescribiendo la novela y esperando que Stalin le bajara el pulgar hasta que murió por causas naturales.
En su recientemente traducida Introducción a la antifilosofía, Boris Groys incluye a Bulgakov en la lista de los nietzscheanos soviéticos, una extraña categoría que abarca también a Mijaíl Bajtín, quien también fue censurado pero no ejecutado por el tirano, y atribuye a esa posición filosófica una particular ambigüedad frente al régimen. Groys, un pensador de moda (no sólo porque lo está, sino porque serlo es su métier, al estilo de Zizek) explica El maestro y Margarita desde argumentos generales e ignora que los escritores pueden ser más interesantes que sus ideas.

Especialmente cuando son capaces, como Bulgakov, de producir un libro que reinterpreta el mundo desde una perspectiva que nos desafía y nos seduce como el demonio de Jagger.