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La figura del silencio

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| Cedoc

Cicerón, el gran maestro de la retórica consideraba el silencio como “uno de los grandes artes de la conversación”.

Si la esencia del lenguaje consiste en asignar a diversos elementos sonidos voluntarios convencionales articulados, ¿cómo definir el paradigma del silencio? Es preciso indagar cuestiones que afectan la raíz misma del fenómeno lingüístico. ¿Qué relación existe entre lo dicho y lo no-dicho?

En su dimensión semiótica, el silencio como acto de habla remite a un significado, a una intencionalidad. Nunca se encuentra estático, ni situado en un solo punto: es parte medular de la comunicación misma. Se encuentra en constante moción. Siempre vinculado al despliegue de estrategias por parte del hablante, abarcando cualquier momento o situación lingüística. Operando en aparente inactividad, lo implícito, lo tácito se erige como un elemento constitutivo del decir.

Sin caer en el terreno del reduccionismo, un enunciado nunca se encuentra separado de la situación en que se pronuncia, creando un vínculo indispensable para la comprensión y, un poco más allá, la interpretación. Si lo verbal y lo no verbal están inextricablemente unidos al contexto en que se genera el discurso, entonces lo mismo operaría con el silencio.

Respecto de lo anterior, si “el decir del hablante es en cuanto dice a alguien”, y lo que uno dice solo adquiere sentido dentro de un contexto, ¿qué sucede con el no-decir? ¿Es posible asignar un sentido a esta nueva forma de enunciado lingüístico? ¿Se podría pensar en una gramática del silencio? ¿Es posible codificar el silencio? Y de ser así, ¿cómo se lo podría interpretar?

Desde la pragmática, los analistas se preguntan si el silencio es la “antítesis” de la comunicación o simplemente otra vía de comunicación humana (Jaworski, 1993). La mayoría concluye en que la ausencia de palabra es igual de importante que la expresión verbal (Bruneau, 1973) y ha de considerarse un signo paralingüístico cargado de información en cada situación comunicativa.

En el plano del procesamiento de lenguaje natural, siguiendo a Bally, ¿consideraríamos el silencio como el signo cero? o ¿integraría la fórmula de Saussure de las relaciones paradigmáticas, justamente refiriéndose a la “oposición entre ese algo y nada”? La respuesta es no. La fundamentación es la polifonía semiótica del silencio. Tampoco podríamos asignarle NA (not available) como un dato faltante o NaN (not a number) traducido al lenguaje computacional para la compleción de campos. Ciertamente, un valor negativo sería limitar el significado comunicativo a una determinada intención.

Por norma general, los signos lingüísticos son susceptibles de más de una interpretación.

Siendo el silencio, un signo ambiguo por su vaguedad e imprecisión, resulta crucial someterlo a una decodificación asociada al contexto o situación. De modo que, una inteligencia artificial, con base metaquántica, sería capaz de interpretar el silencio como signo positivo o negativo, tal y como lo harían los miembros de una cultura en relación a lo que se espera con el contexto proyectando la naturaleza paradójica del ser humano, ajustándolo a los diferentes sistemas culturales en diferentes planos comunicativos  y en varios niveles de análisis.  

Así en un software de reconocimiento situacional el proverbio romano “qui tacet consentire videtur” adquiere significado en el escenario forense, donde la única interpretación posible del silencio es la culpabilidad, y por lo tanto, admite un valor negativo.

*Lingüista.