Hoy se votó en cinco distritos: Corrientes, La Pampa, La Rioja, Ciudad de Buenos Aires y Córdoba, pero en estos dos últimos, sumado a las elecciones de Santa Fe hace pocas semanas, se ve claramente la división del voto entre lo que podría llamarse el mundo K y el resto.
En la Ciudad de Buenos Aires y en Córdoba, el kirchnerismo salió tercero. Lo mismo le había pasado en Santa Fe, con más contundencia aún en las PASO. En Córdoba y la Ciudad de Buenos Aires, ese fenómeno es todavía más marcado porque, en Santa Fe, el Gran Rosario tiene similitudes con el Conurbano bonaerense, mientras que en Córdoba, como en la Ciudad de Buenos Aires, existen barrios precarizados pero en magnitudes mucho menores.
El kirchnerismo -a veces más puro, a veces diluido casi hasta la extinción en el peronismo tradicional- tiende a vencer en las áreas donde el Estado nacional envía más dinero del que recauda vía impuestos o retenciones, y tiene a perder en las zonas del país donde extrae más recursos de los que envía en forma de subsidios u obras públicas nacionales. En Córdoba, por ejemplo, se quejan por no haber tenido prácticamente autopistas y los kilómetros que fueron construyendo se hicieron con recursos de la provincia pagados al contado.
Esta división electoral entre las zonas del país que reciben subsidios y las que pagan impuestos generando los recursos para esos subsidios se expresó de manera más brutal en las últimas elecciones de Brasil, donde el norte pobre votaba por la presidenta Dilma Rousseff y el sur rico por la oposición. La grieta electoral en Brasil es una línea recta que divide el país por la mitad a la altura de Rio de Janeiro.
Menos marcadamente también Argentina tiene un corredor centro, que va de la ciudad de Buenos Aires a Mendoza, cruzando Santa Fe y Córdoba, que tiene un comportamiento electoral mas homogéneo y muchas veces diferente al resto del país construido durante muchos anos previo a la llegada del kirchnerismo y que este no logro resolver.
Los próximos gobiernos tendrán como tarea fundamental dejar de alimentar discursivamente la visibilidad de esa grieta y contribuir a que realmente se vaya achicando económicamente. Es esa grieta económica la que fundamenta todas las demás grietas.
Córdoba en ese sentido, y como en casi todo, es singular. Está ubicada en el rico y desarrollado corredor central pero allí gana el peronismo anti K, esa combinación no se dan en otras partes del país. Y hay en Córdoba un legítimo deseo hasta ahora no consumado de influir con su visión al resto del país. Hoy es José Luis De la Sota quien reclama ese papel nacional pero, de diferente partido, ya lo hizo Eduardo Angeloz, compitiendo infructuosamente con Carlos Menem y el propio Raúl Alfonsín en los '90.
Hoy De la Sota podría estar haber sido electo gobernador de Córdoba, en lugar de su hombre de confianza, Juan Schiaretti. Prefirió apostar a un futuro nacional que no se agotará en las PASO, con Sergio Massa por la candidatura presidencial del Frente Renovador, sino que puede tener un papel central en el próximo gobierno, que requerirá de consensos parlamentarios y acuerdos políticos entre todos los sectores. De la Sota es uno de los pocos políticos que, como prenda de unión, podría ser el ministro de Relaciones Exteriores, por ejemplo, tanto de Daniel Scioli como de Mauricio Macri. El kirchnerismo lo rechazó siempre, casualmente por tener peso propio, pero no hay que olvidar que, hace pocos meses, integró la "liga" de gobernadores peronistas que se reunió con el gobernador bonaerense cuando la economía y la política estaban más tormentosas.
El próximo presidente, si no priorizara ir cerrando las grietas, correrá el riesgo de caer en su abismo.