Hoy, en la mayoría de países de América Latina y el Caribe, celebramos el carnaval, una fiesta de alegría y música. Mientras por aquí todo es alegría y bullicio, en Europa se desencadenó una guerra que nadie esperaba ni creía posible. En este caso, como en varios otros de la historia de la humanidad, los hechos se encadenan y los propios actores en un momento pierden el control de sus jugadas.
No parece ser esta la situación de Putin, que a diferencia de los gobernantes de Occidente siempre tenía en claro qué quería y cuál era su objetivo, Sin embargo, no podemos asegurar que recientemente haya perdido el control y avanzado más de lo que pensaba.
Pero a quienes sí se les fue de control la situación es a los otros gobernantes de Europa y América del Norte, que se resistieron a ver lo que venía y están encadenados a situaciones que se les imponen. Las acciones bélicas no se pueden controlar solo con medidas económicas: pueden ayudar, pero la guerra exige medir fuerzas en el campo de batalla. Es muy difícil que puedan evitar el envío de tropas y entrar al campo de batalla.
La guerra es una lucha que exige poner el cuerpo, las mujeres eran marginadas no porque no tienen fuerza o aguante, sino porque no era fácil evadir ese corsé cultural de la condición “femenina” arraigada de debilidad. Esto en los últimos años se quebró y ahora hay mujeres no solo en funciones de apoyo, como las de enfermería, sino también en el frente de batalla.
Un área fundamental en la que las mujeres se incluyeron es en las acciones de paz, tanto de negociación como de acción directa. La Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU en 2000 plantea la incorporación de mujeres en las misiones de paz, en la repatriación, el reasentamiento, la reintegración y reconstrucción posterior a los conflictos. Esto exige la preparación para estar en lugares donde hubo y hay acciones bélicas, fundamentalmente para sostener la paz, algo que exige manejar el poder de la fuerza al igual que en los conflictos bélicos, pero para mantener la paz.
Esto muestra otra faceta del uso de la fuerza en la cual las mujeres son claves y evidencia que no son “débiles”, sino que su fuerza se basa en construir, no en destruir. Esta es la gran diferencia entre unos y otras. No quiere decir que son “santas” sino que predomina el sentido positivo. Esto se basa no solo en el rol tradicional de “reproductoras “sino en la capacidad de priorizar el logro de un resultado común, más que uno personal. Y este, asociado al rol de igualdad que desde los feminismos se promueve para todes.
Algo que no podemos ignorar es que quienes defienden derechos humanos saben que cuando rige el autoritarismo y el sometimiento por la fuerza no es posible garantizarlos. En el país lo sabemos bien las mujeres, durante la dictadura militar era imposible garantizar los derechos de las mujeres.
La guerra es el máximo exponente del autoritarismo. Por eso en Rusia se levantaron las voces de las organizaciones no gubernamentales, que junto a las del resto de Europa denunciaron el atropello y la invasión de Rusia, y por eso son perseguidas. Las protestas masivas en toda Rusia evidencian este rechazo y se expresan, aunque saben que serán reprimidas y encarceladas.
Con dolor vemos la impotencia del Consejo de Seguridad de la ONU porque Rusia, uno de los cinco miembros permanentes, vetó la resolución que rechaza la guerra en Ucrania. El multilateralismo exige la igualdad en la capacidad de decisión y es clave en la ONU, que fue creada para sostener la paz mundial y tuvo a una mujer como líder indiscutible: Eleonora Roosevelt. Debemos exigir que se pare esta guerra, los países y la ONU deben asumir su responsabilidad.