La desmentida versión sobre que Néstor Kirchner tuvo su infarto mortal después de haber discutido la noche anterior con Moyano, porque cada vez le cobraba más caro su apoyo, se verosimilizó en una historia donde a Alfonsín lo arrasaron catorce paros generales, a Isabel Perón su propio Rodrigazo y a De la Rúa su intento de flexibilización laboral.
Sólo Menem, en un contexto ideológico mundial único al caer el Muro de Berlín y corrompiendo gremialistas, logró quitar a los sindicatos por unos años su poder definitorio.
Ahora le toca a Cristina Kirchner, después de diez años de idilio con gran parte de los gremios, que su política económica sea puesta a prueba en una pulseada con los sindicatos.
En ninguno de los escenarios se podría impedir que el salario real y el salario en dólares desciendan durante 2014. O sea, que la inflación y la devaluación sean porcentualmente mayores que los aumentos que se obtengan en las paritarias. Pero no es lo mismo que la inflación termine siendo 5% mayor sobre paritarias de 25% que 5% mayor sobre paritarias de 35%. El 10% más de devaluación o de inflación nunca es inocuo.
El argumento del Gobierno es que los sindicatos tendrían que poder soportar una pérdida de 5% del salario real, porque en los últimos cuatro años los aumentos en las paritarias superaron a los de la inflación y del tipo de cambio nominal.
El promedio de aumento en las paritarias fue de 29% en 2010, 36% en 2011, 25% en 2012 y 24% en 2013 (acumula 172%). Mientras que en estos mismos años la inflación fue de 23% en 2010, 22% en 2011, 24% en 2012 y 25% en 2013 (acumula 133%). Y la devaluación al tipo de cambio nominal fue de 5% en 2010, 8% en 2011, 14% en 2012 y 33% en 2013 (acumula sólo 72%).
Estos datos provienen del Estudio Bein (el citado por la Presidenta), al igual que el gráfico que acompaña esta columna, donde se refleja un aumento de los salarios en dólares mayor al 60% en esos cuatro años, así como una caída estimada para 2014. Para Miguel Bein, quien mañana será el reportaje largo de PERFIL, otra forma de ver el fenómeno es la cantidad de importaciones per cápita, que pasaron de alrededor de 1.200 dólares por habitante en 2009 a 1.700 dólares en 2013, después de haber tocado un pico de alrededor de 1.800 dólares en 2011 (casi en la misma proporción que aumentaron los salarios en dólares). Y ya no se lo puede mantener porque las exportaciones no crecen, el crédito no llega y las reservas del Banco Central se usaron para pagar deuda.
Simplificadamente, si los salarios en dólares bajan, los argentinos podrán comprar menos –por ejemplo– electrónicos o autos con componentes extranjeros, reduciendo así las importaciones. Este sería el límite del modelo porque el Gobierno, viene repitiendo, no imprime dólares.
En una contratapa anterior, ya se sostuvo que el kirchnerismo se rasga las vestiduras y acusa a desestabilizadores de producir un golpe de mercado que “obligó” a una devaluación, cuando en realidad el propio Gobierno la precisaba más que nadie. Y logra confundir a sus simpatizantes, como los de Carta Abierta, que hablan de una devaluación no querida y que al Gobierno le torcieron el brazo cuando era su única solución.
¿Qué harán ahora los sindicatos? ¿Habrán metabolizado las experiencias del Rodrigazo y los paros generales a Alfonsín, entre otras, o redoblarán la apuesta sin importar que lo que se gane por mayor porcentaje de aumento en las paritarias se pueda perder con creces con más inflación y más devaluación, porque a cada dirigente le convenga quedar posicionado como el que más obtuvo despegándose de las consecuencias generales y de lo que suceda más adelante?
Probablemente no habrá ni tanta virtud ni tanto defecto quedando en aumentos superiores a las necesidades del Gobierno, pero inferiores a los deseos de los sindicalistas. También porque, en muchos sectores, las empresas perdieron su rentabilidad y, en el caso de los empleados públicos, por cada punto porcentual en las paritarias, aumentará en 2.500 millones de pesos el gasto público. Por su parte, para los gobiernos provinciales, los sueldos de los empleados públicos consumen la mitad de todo su presupuesto (aunque para el Gobierno nacional signifique sólo el 5%).
Los gobernadores vienen de enfrentar huelgas de la policías provinciales que, a los tiros, obtuvieron aumentos superiores al 40%. Esas huelgas policiales son una muestra extrema del poder que pueden tener quienes lideran reclamos, como también el peligro mayor que significa que no haya representantes. Los líderes sindicales son actores indispensables para el progreso de cualquier país, y esta será una buena prueba de cuánto hemos madurado como sociedad.