Ya a fines de noviembre del año 1994, la prensa intentaba explicar por qué uno de los hombres que punteaban en las encuestas para ganar la Alcaldía de Medellín era un ingeniero administrador sin experiencia política, que llegó a la Registraduría empujando una carretilla con las 110 mil firmas que avalaban su aspiración. También en Barranquilla, la cuarta ciudad del país, un neurólogo que jamás había dado discursos ni conseguido votos para él o para otro, arrasaba en los sondeos.
A partir del 1º de enero de 1995, hasta la principal Alcaldía del país –Bogotá– iba a estar ocupada por otro hijo del mismo fenómeno, Antanas Mockus, un matemático que se había hecho conocido el año anterior porque, como rector de la Universidad Nacional mientras presidía una reunión con estudiantes, ante la silbatina de un sector del auditorio, no tuvo mejor idea que darles la espalda, bajarse los pantalones y mostrarles el traste. Por aquellos días, muchos creyeron que el rector había tenido mala suerte pues la escena había sido filmada y entregada al noticiero QAP, que la divulgó. Sin embargo, el nombre de Mockus se proyectó al estrellato, su destape convirtió en tema de interés público su tarea al frente de la rectoría y –como en términos generales había sido una buena gestión– Mockus ganó adeptos porque lo excepcional en él, para muchos, no era que se hubiera bajado los calzoncillos en público, sino que se tratara de un funcionario honesto y eficiente. Las encuestas de entonces le dieron una amplia ventaja sobre cualquier otro aspirante liberal o conservador, ya que si bien su irreverencia despertó simpatía en parte del electorado, no era suficiente para explicar una diferencia tan amplia: el argumento más sólido estuvo dado por el hecho de que nunca cedió a lo largo de los meses de campaña a las tentaciones que le ofrecieron políticos y publicistas de adueñarse de su figura; prefirió permanecer sin contaminación.
Otra de las claves fue su curiosa y muy heterogénea forma de comunicarse. En una era en la que las diferencias doctrinarias entre los partidos se han borrado y todos los discursos suenan parecidos, Mockus se valió desde espadas de plástico rosadas, cordeles y frascos de basura para difundir su mensaje. No quedaba claro si la gente entendía lo que estaba tratando de decir, pero de lo que no había dudas era que este hijo de inmigrantes lituanos no era más de lo mismo. Una ciudad hastiada de políticos corruptos y administradores ineficientes prefirió ensayar con alguien absolutamente diferente.
El próximo 30 de mayo, toda Colombia elige presidente. Hasta hace tres meses, el mismo Mockus iba cola en las encuestas de intención de voto; hoy, los sondeos auguran que será el sucesor de Alvaro Uribe, en un hecho que los analistas atribuyen al Facebook y a Twitter. Estas redes sociales en las que Mockus basó su campaña, le dieron un amplio respaldo. Según las estadísticas de Facebook, Mockus ocupa los primeros puestos de entre las páginas de políticos de mayor crecimiento y el noveno lugar de entre las más visitadas del mundo.
Debido a la novedad del fenómeno, los especialistas no siempre coinciden en cuáles serán sus consecuencias: Andrés Cavelier, director de Fastrack Media, firma consultora en estrategias de contenido digital con sede en Washington, sostiene que Internet no está todavía tan desarrollada como para ser determinante en la elección del próximo presidente. Mientras tanto, para Sergio Llano (cátedra de Nuevos Medios en la Universidad de La Sabana), tener presencia en esos espacios virtuales “sí puede influir, sobre todo en los votantes indecisos, en el voto de las personas que son más críticas y que necesitan razones más que pasiones para votar, siempre y cuando encuentren información relevante”. Asimismo, los expertos aseguran que el número de seguidores en Facebook y Twitter no necesariamente se traducirá en igual número de votantes para los comicios del 30 de mayo. El número de fans de un grupo en una red social, no es equivalente a votos, porque son espacios de esparcimiento. Muchos adeptos de un candidato unidos a través de una red social pueden ser personas no aptas para votar por distintos motivos como no tener los 18 años.
Consciente del éxito, el ex ministro Juan Manuel Santos –principal contrincante de Mockus– pidió a sus asesores hacer uso de las nuevas tecnologías. Así se creó un equipo cuya misión era hacerle contrapeso a Mockus: Santos pasó, en un mes, de tener 20 mil seguidores en sus dos páginas web a 168 mil. Vicente Torrijos, analista político, explica el fenómeno de otra manera: “La sociedad colombiana estaba buscando una corriente no uribista, o sea, un proyecto político que sin ser necesariamente antiuribista, se desmarcara de la tendencia oficialista representada por Juan Manuel Santos, quien ha quedado anclado en su posición de heredero del uribismo, con un margen de maniobra muy reducido. Puede ser el heredero, pero no ha sido el artífice del proyecto, y su liderazgo es visto como residual”.
Daniel Romero, encargado de administrar estas tecnologías en el comando de Mockus, aseguró que a través de la estrategia electoral en Internet se buscó “pasar de lo virtual a lo real, es decir, que no sean sólo seguidores en Facebook sino que nos ayuden a promover las ideas del partido, que hablen con sus familiares y vecinos. Así, la gente finalmente se termina convirtiendo en ‘multiplicadores’”. Esos “multiplicadores”, según Bibiana Clavijo, investigadora en temas electorales, tienen un perfil muy específico: “Es gente entre los 18 y los 35, con formación profesional y que continuamente se está relacionando con los computadores. Son personas que ‘jalan’ (atraen) el voto de opinión”.
De acuerdo con el Ministerio de Comunicación, en Colombia 3,2 millones de personas tienen servicio pago de Internet aunque el acceso a la red se calcula en varios millones más. En un país de 43 millones de habitantes, donde 29,2 millones están habilitados para votar, las autoridades electorales dan cuenta de que por lo menos 3,2 millones son nuevos votantes de 18 años o un poco mayores. Si bien los sondeos otorgan a Mockus ventaja sobre Santos, ambos se encuentran sobre el 30%, lejos del más de 50% que exige la legislación colombiana para ganar en primera vuelta.
Hora de nuevas tecnologías, hora de renovados liderazgos. Colombia, ¿hora de Mockus?