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La importancia de la fuga de capitales

Pese a los pronósticos pesimistas, los bonos han subido a lo largo del julio, el riesgo país no creció y el tipo de cambio no enfrentó ningún terremoto. ¿Estamos mejor o el mundo se olvidó definitivamente de nosotros?

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Pese a los pronósticos pesimistas, los bonos han subido a lo largo del julio, el riesgo país no creció y el tipo de cambio no enfrentó ningún terremoto. ¿Estamos mejor o el mundo se olvidó definitivamente de nosotros?

En los papeles, esa aparente calma en esas variables tras las elecciones de junio, donde el oficialismo se diluyó y la ciudadanía dejó sentada su protesta contra la gestión de gobierno, se tradujo en un inesperado freno en el proceso de fuga de divisas. Mes contra mes, en julio se fueron US$ 1.400 millones a diferencia de junio, antes de la votación, cuando el escape había llegado a US$ 2.524 millones.

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¿Pero julio se convertirá en paradigma en materia de retiro de fondos del sistema o es tan sólo un espasmo, un caso que no debería ser tomado como ejemplo? Los meses venideros confirmarán una o tal vez otra posibilidad.

De todas maneras, más allá de la opinión de los economistas, de otros especialistas, de politólogos y periodistas, la fuga de capitales que llega a US$ 43 mil millones desde mediados de 2007 no es tema de debate en el mundo de la política: ni opositores ni oficialistas jerarquizan su tratamiento, su análisis y su trascendencia.

Grave error. La fuga, que trepó a US$ 11.195 millones en los primeros seis meses de este año, es una infección peligrosa para la vida económica, política y social de la nación porque expresa desconfianza, inseguridad, miedo y falta de fe en el futuro. Nadie se respalda en las estadísticas oficiales bastardeadas y sólo se intuye un gran deterioro de las cuentas públicas. No se invierte, los negocios no son posibles y es como si en la actividad empresarial pisaran arenas movedizas.

Las “ fugas masivas” no son una novedad en el mundo. Antes que asumiera el socialista Mitterand en Francia, US$ 30 mil millones en activos y tenencias habían buscado refugio en el resto de Europa. A los dos meses, cuando se comprobó que Mitterand no era Lenin ni Fidel Castro, comenzaron a regresar cada día más aceleradamente.

Entre los años 2000 y 2001, en medio de una de las más dramáticas recesiones que vivió el país, sin tener el mínimo entusiasmo en la marcha de la administración de la Alianza, se fugaron US$ 24 mil millones, que secaron las reservas del Banco Central y expusieron a la Argentina a la ceguera de la devaluación y del “default”.

En 2002, con Eduardo Duhalde, hubo que empezar de cero. La mejora del tipo de cambio motivó y motorizó a las empresas, y desde entonces las reservas genuinas –producto ahora del superávit comercial por las mejoras en la exportación y no de los préstamos del exterior que sostenían la convertibilidad– engordaron, aportando los imprescindibles márgenes de serenidad en la gestión oficial.

¿Todos los dólares fugados se van al extranjero, donde los argentinos mantienen tenencias por US$ 140 mil millones? No. No todos trasponen las fronteras. Gran cantidad queda debajo de los colchones, en las macetas, en las cajas de seguridad y en rincones secretos. Dólares bien obtenidos en el comercio internacional han ingresado al país por la puerta grande, pero se fueron volando por la chimenea. Según el Banco Central, en el primer semestre de este año las entradas de dólares por ventas externas fueron mayores en más de US$ 10 mil millones a los pagos por importaciones que, como se sabe, están frenados por la recesión interior y por la tenacidad en ejercer el filtro del gobierno.

¿Cuál es la última reacción conocida de la administración oficial? Se dispondrá de una mayor vigilancia en las compras de billetes. La AFIP trabajaría en el cotejo de declaraciones juradas impositivas y las adquisiciones de moneda extranjera. Opiniones técnicas advierten que esto correría el riesgo de un engrosamiento de un mercado paralelo. Ocurriría algo parecido al tránsito. En la Argentina se comienza primero con las multas y los castigos y sólo después se piensa en la puesta en marcha de un mejor ordenamiento del tráfico vehicular.

La fuga de capitales es un grave factor de riesgo. También lo son los déficits en las contabilidades públicas y las dificultades para acceder a los mercados financieros de crédito.

El superávit fiscal, por ejemplo, disminuyó en el primer semestre de 2009 más del 63% con relación al mismo tramo de tiempo del año pasado. Esas situaciones vedan imaginar una pronta reactivación. Pero, como en la calesita, también se vuelve al mismo lugar: la suma de baches presupuestarios y de indicadores en rojo, privados y estatales, realimentan expectativas de renovadas fugas de dólares.

Esa emigración de activos que nos costó conseguir podría evitarse si el Gobierno mostrara mayor firmeza y confiabilidad en todas sus decisiones.