Ya se sabe que el Presidente tiene dos mujeres que lo obsesionan: su esposa, Juliana, y su hija Antonia. Pero la política le dio otras dos. Una novia oficial que lo llena de orgullo y con la que sueñan grandes planes. Y otra que lo atormenta y apasiona y de la que sus amigos le dicen que se cuide.
María Eugenia Vidal le ofrece estabilidad emocional, es fiel y una candidata potable para futuros escenarios políticos. Elisa Carrió le aporta el apoyo de una vara moral que por ahora lo blinda y la promesa de votos para octubre.
Las dos tienen buena imagen en el sector social que está convencido de que lo peor que le pasó al país fue el kirchnerismo.
Mauricio Macri las quiere a ambas porque cree que de ellas dependerá en gran medida el éxito en las próximas elecciones.
¿Carrió es Judith? La estabilidad del triángulo estuvo a punto de sucumbir cuando le insinuaron a Carrió que ella no era el perfil que el PRO buscaba para los comicios provinciales. Aunque en los últimos días las cosas habrían vuelto a la normalidad: este fin de semana en el Gobierno daban por cierto que la líder de la Coalición Cívica sería candidata por la Ciudad de Buenos Aires.
De hecho ya la están midiendo y los resultados, según dicen, son óptimos: su intención de voto sería mayor que la de los dos candidatos que le siguen, sumados.
La segunda buena noticia que ese sondeo le dio al oficialismo es que quien aparece segundo no es Martín Lousteau sino el kirchnerista Mariano Recalde. La cuestión con Lousteau se volvió casi personal.
Pero en el PRO pocos confían en la previsibilidad de la diputada. La recelan como no recelan a muchos opositores. Hacen la suma de sus víctimas: Angelici, Arribas, Michetti, Majdalani, Duran Barba, Jorge Macri y ahora José Sureda, el segundo de Aranguren.
En las últimas horas sumaron una más, Alejandro Cacetta, el echado presidente del Instituto del Cine, avalado para ese cargo por el prestigioso director Juan José Campanella (quien tras las denuncias de corrupción salió a apoyarlo, al igual que otros hombres de la industria).
Esta vez Carrió no habría tenido que ver con esas denuncias, pero hay quienes igual sospechan de un disparo por elevación a Campanella, con quien mantuvo un cruce por la convocatoria a la marcha del 1A: ella no quería convocar, él fue uno de sus promotores.
Los heridos del macrismo siempre le recuerdan al Presidente las culpas de su amiga por los castigos directos e indirectos. Entre éstos suman su cruzada contra Ricardo Lorenzetti, a quien nadie le saca de la cabeza que detrás de ella se esconde él, aunque Macri le jure que no es así.
Tanto es el amor/necesidad del jefe de Estado por esta mujer que le encargó a un colaborador de máxima confianza ejercer el rol de “terapeuta” sobre ella. El hombre lo hace muy bien, al parecer, pero meses atrás le pidió a un amigo, funcionario clave, que le diera una mano en esa ardua tarea de escucharla y contenerla. Ahora por lo menos son dos.
En el Gobierno hay quienes temen tanto a esta mujer que por momentos rememoran a los guerreros del general asirio Holofernes, quien pese a todos los consejos había cedido a los encantos de Judith, hasta que fue decapitado por ella con la excusa de que matándolo salvaría a su pueblo.
¿Vidal es Evita? La gobernadora, en cambio, es el producto más logrado del laboratorio PRO: mujer, joven, sin antecedentes políticos de envergadura, sin partido tradicional, sin ideología dura.
Es tan buena su imagen que, cuando a los pocos meses de asumir los encuestadores oficiales salieron a preguntar cuáles eran sus principales virtudes, la respuesta mayoritaria fue “sus obras públicas”. El resultado los sorprendió mucho, en especial porque las obras públicas ni siquiera se habían iniciado.
Muy difícil que otro gobernador hubiera salido airoso del conflicto docente. Un ex funcionario económico de Scioli recuerda: “Aun con la buena imagen que tenía Daniel, nunca pudimos ir contra esos sindicatos que siempre contaron con la opinión pública a favor”.
Vidal lo acaba de hacer. Llevó hasta las últimas consecuencias el conflicto con los gremios (descuento de días no trabajados mediante) para discutir a partir de ahora desde otra posición de fuerza. Tomó el ejemplo del antecedente en la Ciudad con los maestros porteños.
Su buena imagen fue esencial en esa pulseada, pero también la estrategia mediática de unir a Baradel con el kirchnerismo y correr el eje de discusión de cuánto debería ser el aumento docente hacia quién está a favor de volver al pasado. Con ayuda de los gremios, el Gobierno logró que cada día de paro, cada marcha, cada foto de Baradel junto a Hebe o Aníbal representara un punto menos en la consideración que los sectores medios históricamente les dispensaron a los docentes.
Vidal es muy distinta a Carrió, pero también a otros macristas. No es CEO ni estudió en el exterior ni en colegios selectos. Es de Flores, tiene formación socialcristiana y una relación con peronistas que sus colegas estiman demasiado estrecha. Por su trato con los más humildes, a sus funcionarios de pasado peronista les recuerda a Evita (es cierto que también la esposa de Perón solía ser durísima con los gremios que enfrentaban a su marido). Y, a diferencia de sus colegas, conserva un diálogo directo con el Papa, a quien admira con devoción: aún no se quitó del cuello el rosario que le regaló en la última visita.
En la intimidad reconoce que serán pocos los resultados de su gestión en el corto plazo (policía, narco, educación, obras públicas de fondo), pero cree que por ahora su buena imagen y su credibilidad le alcanzan para ganar tiempo.
Macri está convencido de que para octubre necesita otra Vidal. Hay cuatro candidatos en carrera. Los conocidos, el ministro de Educación, Esteban Bullrich, y el neurocientífico Facundo Manes. Otra que para algunos sería la mejor opción, la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley (se recupera de un cáncer), y una cuarta y sorpresiva alternativa, Gladys González, quien ganó prestigio tras la intervención del sindicato del detenido Caballo Suárez. Serán las mediciones las que dirán quiénes serán los elegidos para las boletas de senadores y diputados.
La lógica M. Esta figura es centro de mitos y leyendas, pero este triángulo macrista no tiene la armonía de un equilátero ni divinas proporciones. Es un triángulo en tensión, y si la economía estuviera decididamente en crecimiento, los nombres de sus vértices serían otros, como el del ministro Nicolás Dujovne.
El Gobierno pretende que lo que está en juego no es la economía sino la memoria, por eso apuesta a que la disyuntiva a votar sea futuro vs. pasado. Y como el pasado es K, nada mejor que una ultra anti K como Carrió y una metáfora de los nuevos tiempos como Vidal.
Que el triángulo que ambas conforman con Macri les dé resultados en octubre depende de qué tanto la disputa electoral con el ayer le hará olvidar a una mayoría la crisis inapelable de hoy.