“Le agradezco el albergue al Libertador San Martín y las páginas maravillosas de Julio Cortázar.”
(Cristina Kirchner al príncipe Philippe de Bélgica, el martes 7)
“Ya lo sé, Cortázar no es culpable de la locura de nadie; al fin de cuentas estos desplazamientos de la realidad son el triunfo de su literatura. Hasta puede ser que esa chica fuera de verdad la Maga. En aquel espacio privilegiado que fue el mundo imaginario de Cortázar todo podía suceder, su universo fantástico invadía el mundo real.”
(Abelardo Castillo, en Las palabras y los días)
Belga de casualidad y parisino por adopción para desentenderse del peronismo y reafirmar su tan antiperonista porteñidad, Julio Cortázar parece ser el escritor más admirado por Cristina Fernández de Kirchner. Lo nombra seguido. Ha inaugurado muestras con visible emoción. Seamos críticos: Cortázar viene como anillo al dedo para reafirmar los aires “concertadores y plurales” de la Señora. Como ícono es equivalente, en ese aspecto, al reciente agasajo a Raúl Alfonsín en el Salón de los Bustos. Seamos justos: cuando Cristina iba a la universidad, todas las chicas querían ser la Maga, la enigmática protagonista de Rayuela. Hasta las de la Jotapé soñaban con eso, clandestinamente. Y todos los pibes buscaban a su Maga entre la neblina. Incluso, podría decirse que Néstor halló a la Maga en Cristina, cuando ardían los 70. Porque si no leyó Rayuela, seguro que su propia media naranja se la contó alguna vez.
Cristina no será la Maga de Cortázar, ni andará por ahí despeinada con las medias negras y los zapatos colorados, pero algo de maga tiene. De aprendiz de maga, en todo caso, dirán sus enemigos. De ilusionista. De peronista, en fin. Repasemos sus últimas actuaciones:
*Primero le pidió la galera al amigo Julio De Vido y sacó un hermoso tren bala.
*Enseguida, del bolsillo interior izquierdo del saco cruzado de Néstor –donde el co-presidente guarda la lapicera– sacó un plan para pagarle todo al Club de Paris y un poco a los holdouts.
*Después convirtió una de las tantas fotos que se saca por día el movedizo Sergio Massa en un proyecto de Presupuesto 2009 donde el futuro se dibuja pum para arriba.
*Luego, en la ONU, muy cerquita de Broadway, serruchó por la mitad al Primer Mundo, hizo ver el derrumbe de sus fucking paradigmas y casi les ordenó que hagan aparecer un Plan B que ella no necesita (ergo: que nosotros no precisamos).
*De vuelta en casa, y por arte de bilibirloque, materializó a funcionarios que hasta anteayer no existían o eran ninguneados por Néstor o por ella misma, y los nucleó en lo que según sus propias palabras mágicas no haría falta: un Comité de Crisis.
*En un santiamén, el tren bala quedó varado en el andén de los deseos; los pagos al Club de París aparecieron en el freezer y los holdouts volvieron a quedar en off-side.
*Con un rápido movimiento de manos, reveló que “la crisis va a tener consecuencias económicas y sociales” en nuestras propias casas.
*Anteayer, en su última función, arrancó aplausos al prometer que “la Argentina tiene una gran oportunidad frente a la crisis mundial”. Aunque puso una condición: “El Gobierno necesita de la invalorable colaboración de todos los sectores de la sociedad”.
Todo esto ocurrió en apenas veinte días. Y permite apreciar que –a tono con el resto de los mandatarios del planeta, es cierto, sólo que desde estructuras mucho más endebles– lo que está primando ante el crack financiero es la falta de previsibilidad y, en consecuencia, la improvisación.
Los magos que improvisan tienen un problema básico: que la concurrencia descubra el truco, sienta que la toman para la chacota y pierda la confianza. Y a esta altura del partido, ya no quedan argentinos dispuestos a confiar sólo porque, desde arriba, alguien les prometa que vamos bárbaro, que estamos condenados al éxito o que, como siempre, vamos a ganar porque somos distintos. Es decir, los mejores. El año 2001 queda demasiado cerca todavía. El mismo Néstor aún no terminó de aclarar si ya salimos del Infierno, si rendimos bien en el Purgatorio o si estaremos enredándonos demasiado en intenciones épicas cuyo único norte radica en las elecciones de 2009.
Por lo pronto, Cristina y su esposo decidieron socializar un poco el comando, abriendo el juego a Carlos Fernández y otros muchachos que, hasta ahora, ellos mismos se habían ocupado muy bien de que fueran considerados por la opinión pública unos verdaderos salamines. A priori, no suena tranquilizador. Y si nos ponemos nihilistas, mete miedo. Habrá que ver los resultados, pues. Con la necesaria advertencia de que, últimamente, la sociedad, los gremios, las cámaras empresarias y demás venían ubicándose uno o dos pasos adelante del Gobierno en la percepción de la inflación, el enfriamiento de la economía y la desconfianza ante lo que puede venir.
Cortazar definió a Rayuela como una contranovela que provocaba al lector a abandonar cierta pasividad tradicional ante el género, volviéndose más activo y crítico. Acaso lo más ventajoso del tsunami sea el haber puesto en crisis el relato oficial. ¿Llegará la hora de ir armando otro que tenga más en cuenta lo que se dice por ahí?