COLUMNISTAS
Parodia

La Massa del hambre

20230819_gabriela_cerruti_na_g
Cerrutti. “Por esa costumbre de negar dije que eran casos puntuales”. | NA

Con los pelos como si hubiera metido los dedos en un enchufe, la carterita verde en bandolera, el trajecito rosa pastel arrugado, Gabriela Cerruti interrumpió la sobremesa. “¡Vengo de asomarme a la realidad!”, gritó. La camisa abierta, el cinturón desabrochado, las piernas estiradas debajo de la mesa, en medias, Alberto Fernández hizo rodar el escarbadientes con la lengua de un lado a otro de la boca, “¿Y, qué hay?”, preguntó.

“¡Hambre!”, dijo Cerruti, desolada. Fabiola, vestida de noche a mediodía, tocó la campanita. “Sentate, nena, ahora te sirven, acá sobra comida”. Alberto le sacó la campanita de la mano. “Fabi, si hay alguien que no tiene hambre es ella, hace años que come bien”. Cerruti se despatarró en una silla, la mirada perdida, se hablaba encima: “Por esa puta costumbre de negar, de mentir, de asegurar que va todo bien, dije que el hambre eran casos puntuales”.

Alberto estiró el brazo, le palmeó la mano, “laburo ingrato el nuestro”. Cerruti, cabeza gacha, asintió. “Pero vivimos bien”, recordó Alberto. Cerruti asintió. “Peor está afuera, viste”, dijo Alberto. Cerruti asintió. “¿Es mucha gente la que tiene hambre?”, preguntó Fabiola. Cerruti lagrimeó. “Deben ser un montón, ¡ganó Milei!”. Alberto dudó: “¿Perdió Massa?”. Cerruti asintió. “Conmigo era afano”, dijo Alberto.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Una alegría

“¡Tengo una idea genial!”, le dijo Fabiola a la pantalla del celular, mientras se hacía una selfie. “¿Adónde querés viajar ahora, mami?”, preguntó Alberto. “No, no, es para ayudar a Sergio”. Tiró el título: “La Massa del hambre”. Cerruti volcó, ocultó la cabeza entre sus piernas. “¿Te parece?”, dudó Alberto, “mirá que se cree Batman pero es Dos Caras”. Fabiola frunció los labios, se hizo otra selfie . “A vos te sumó, papi”, dijo. Alberto dudó: “Sergio es otro nivel, juega solo al poliladron”.

“Acá vinieron todos cuando eras presidente”, recordó Fabiola. “¿Me eligieron a mí?”, dudó Alberto. “¿Tomaste la pastilla?”, preguntó Fabiola. Alberto sonrió, “es una joda, cariño”. Fabiola coincidió, “tenés razón, todo fue una joda”. Alberto dudó, achicó los ojos “¿Qué todo?”, Fabiola sonrió, “nada, nada, mi amor, dormí, en diciembre te despierto”.

“A ver, Gabriela”, dijo Fabiola, “¿de cuántos hambrientos estamos hablando”. Cerruti alzó la cabeza, sacudió los pelos, miró primero a Fabiola, después a Alberto, se tomó la cara entre las manos, tembló, se largó a llorar. “Ay, nena, no sabía que eras tan sensible”, dijo Fabiola. “Deben ser muchos, Fabi”, dijo Alberto, “cuando fui a defender a Capitanich vi a dos durmiendo en un umbral”.

Alto guiso

“Bueno”, admitió Fabiola, “hagamos como la otra vez, yo organizo la fiestita”. Alberto se sobresaltó. “Fabi, podés no decir fiestita”. Gabriela Cerruti detonó, comenzó a gritar: “¿¡De qué carajo hablan!? Nunca hubo ninguna fiestita, ni vacunados vip, ni pobres, ni desocupados, ni inflación, ni nada!”. Dos custodios se acercaron, le ajustaron el saquito, la abrazaron, le hicieron caricias en la cabeza, le murmuraron frases de autoayuda al oído, la calmaron, la sentaron.

 “Hagamos una lista”, propuso Fabiola, “¿a quién podemos invitar?”. Alberto levantó la mano. “No, no, vos mejor no”. Cerruti volvió en sí. “Yo, yo”, dijo. “Vos tampoco, nena, si dijiste que no hay hambre, ¿qué vas a hacer en la Massa?”. Alberto se tomó la pera con la mano, “pensemos”, dijo. “Es para hoy, Alberto”, se inquietó Fabiola. “¡Ya sé!”, dijo Cerruti, “invitemos a los de la otra vez”. Fabiola aprobó, “¡dale!”. Alberto dudó, “¿alguien se acuerda quiénes eran?”, preguntó. “Googleá, Gabriela, mirá la foto”, ordenó Fabiola. Cerruti buscó en internet. Leyó.

Son un montón. Estela de Carlotto, Marcelo Tinelli, Pérez Esquivel, Narda Lepes, María Cher, Antonio Aracre; el de la CTA Pablo Micheli; el que era vicepresidente primero de la DAIA David Stalman, Chiche Duhalde, y varios más. “Llamalos, deciles que esta vez es una massaza del hambre, cena de siete pasos, vino, champán, Sergio, yo, fotos para la campaña”. Cerruti le dio su celular a Fabiola. “Llamá vos, a mí ya no me atiende nadie”, dijo. Alberto se paró, “dejame a mí”. Fabiola cerró los ojos, murmuró una oración, o un insulto “¿Sabés algo de Juan Carr?”, preguntó Alberto.

*Periodista.