“Un palacio de cristal/ rodeado de sombras/ azotado por las olas de las sombras./ ¿Era esto la vida?/ ¿Pero es la muerte la sombra invasora?/ Venimos de la vida, de la gran vida/ y hacia la vida, la gran vida, vamos/ a través de una forma efímera/ hermana de la piedra y del arco iris, sí, Marie Colmont”.
La otra noche, Gustavo, un compañero de taller, nos leyó este hermoso poema de Juan L. Ortiz, del que sólo transcribo el comienzo pero al que vale la pena leer completo. Me quedé pensando en Marie Colmont, a quien nombra el poeta en el poema. ¿Quién sería?
Por gracia divina, rápidamente tuve en mis manos un libro hermosísimo de ensayos de Marie Colmont que tradujo Juan. L. Ortiz y editó la Universidad Nacional de Entre Ríos bajo el nombre En la naturaleza.
Colmont vivió entre 1895 y 1938 y publicó unos ensayos breves, minerales, casi poemas, en la revista Vendredi. Fue huérfana desde pequeña y militante socialista.
En el prólogo del libro, Sergio Delgado nos informa que el nombre Colmont, elegido para firmar sus artículos literarios, es el nombre de un arroyo francés que cruza el centro de Francia de norte a sur para dar sus aguas al gran río Loira.
La revista Vendredi era un semanario de izquierda próximo al front popular que llevó a Léon Blum al frente del gobierno de Francia. Colmont murió de tuberculosis a los 43 años.
Dice Delgado que la autora de la que Juan L. Ortiz era fan es “una escritora desconocida incluso para la literatura francesa e inútilmente podemos buscar su nombre en las enciclopedias”. Es decir, en términos actuales, que es ingoogleable. Qué bendición, ¿no?
En esta época donde todo el mundo es famoso, donde miles de datos caben en la cabeza de un alfiler tecnológico, Marie Colmont se resiste a volverse visible y vive eternamente en los versos de un poeta magnífico.