El avance de lo privado sobre lo público durante el menemismo marcó a fuego el modelo urbano a futuro. La transferencia ilegal de tierras fiscales a desarrolladores se hizo a expensas del suelo en un sentido amplio: como soporte atendiendo su potencial para vivienda social, excluyendo de ese modo a vastos sectores del derecho a la ciudad, pero también como componente natural de un sistema ambiental complejo, cuyo compromiso explica la tragedia de casi un tercio del AMBA bajo el agua.
El desarrollo de las fuerzas productivas define nuevos modos de producción de lo urbano: el mayor alcance de las redes de energía y transporte y las nuevas tecnologías que permiten deslocalizar el lugar de trabajo ponen en valor más cantidad de tierras periurbanas para un uso residencial suntuario, de la mano de una propuesta estética que vende una jardinería paisajística fashion de lagos artificiales y salidas al río para barcos como ambientalmente amigable, pero que se da a expensas de una total transformación de los humedales, enormes llanos de inundación de gran importancia biológica por los que el río ya no discurre.
Rellenos, terraplenes y compuertas alteran la velocidad y los patrones de drenaje natural, desplazando aguas hacia sitios bajos o retardando la evacuación de la cuenca media y alta, lo que para la geógrafa Patricia Pinto signó el destino por segunda vez consecutiva de Luján, en la cuenca del río homónimo, atravesada por los partidos de Pilar, Campana, Escobar y Tigre, donde ya hay sesenta emprendimientos que en su conjunto generan la nueva sinergia hídrica que cerró la brecha entre el riesgo y el desastre.
El cuadro es extrapolable a otros partidos y cuencas. Si se deja el territorio a merced del mercado, los efectos son devastadores: durante el boom de los countries no existió contrapeso alguno desde la gestión a la privatización del espacio o la destrucción de su contenido como capital ambiental común, se hacía la vista gorda en un marco de crisis económica con alta desocupación para “mover” la economía local. Un Estado ya heredero de una organización territorial vetusta que limita el abordaje de los modos y escalas en los que se expresan los problemas ambientales actuales modifica su dinámica de funcionamiento en el contexto de “leseferismo” a ultranza de los 90, que sepulta cualquier chance de una ciudad ecológicamente más equilibrada: el alto nivel de descentralización permitió a los municipios la emisión directa de estudios de impacto ambiental, incluso para megaproyectos. Los reproches cruzados entre Scioli y Massa expresan que el cuadro no se ha modificado: la mayor centralización municipal y la ley 29, que obliga a la Provincia a certificar impacto en casos de modificaciones de humedales, han contribuido a agudizar el “ingenio” de los desarrolladores, potenciado por una clase política local que ve en la multiplicación de la renta del suelo urbano un mecanismo de financiamiento de su jurisdicción, cuando no se beneficia privadamente con la participación en las inversiones.
Un sistema de obras no solucionará el problema si no se articula con una perspectiva territorial integrada con organismos que gestionen la totalidad de la cuenca compuestos por los actores implicados y con facultades de decisión suprajurisdiccionales. De otro modo, las acciones de un municipio pueden convertirse fácilmente en una pesadilla para otro. Asimismo, no habrá logros sin el consenso y el compromiso político urgente de frenar el avance sobre los humedales. “Bajo los adoquines está la playa” es el lema del Mayo Francés, que invita a imaginar otro mundo posible; por qué no tomarlo en una acepción más literal para imaginar otra ciudad posible, donde la naturaleza que la subyace sea tenida en cuenta.
*Geógrafo UBA, MA.UNY.