Ya estamos en el último tramo hacia las PASO el 13 de agosto y las generales el 22 de octubre (con segunda vuelta, si la hay, el 19 de noviembre). Es momento de recordarles a los lectores de PERFIL que se vienen tiempos difíciles en materia de comunicación política, en particular porque crecen los riesgos de una ola de fake news, desinformaciones, malinformaciones y, opiniones muy sesgadas (incluyendo cierto grado de disimulo para que se note menos). Habrá (ya hay, advierto) signos de estos recursos espurios en casi todos los medios periodísticos tradicionales, los portales de noticias y las redes sociales.
Tener en cuenta los antecedentes de comicios en otros países, con creciente influencia sobre los electorados, es imprescindible para ir descubriendo cuánto de verdad y cuánto de manipulación llega a la opinión pública. Ya hemos visto, en estos días, algunas muestras de lo duro que será el trabajo para periodistas independientes y también para aquellos que aceptan subordinarse a los intereses políticos de empresarios de medios con claro déficit de escrúpulos.
Es muy interesante recordar lo sucedido en las campañas de Estados Unidos (Trump-Biden) y Brasil (Bolsonaro-Lula). “En 2018, la idea de que el Partido de los Trabajadores (PT) entregaría en las guarderías biberones con tetinas en forma de pene se difundió a lo largo y ancho de Brasil. Cuatro años después, Jair Bolsonaro insinuaba que, de ganar Lula da Silva las elecciones, el candidato –y actual presidente– perseguiría a líderes religiosos y cerraría iglesias”. La cita encabeza un artículo muy interesante de la periodista catalana Mar Manrique publicado en el sitio Levanta la Cabeza, que es parte del grupo Atresmedia. La nota cita expresiones de la periodista brasileña Natália Leal, CEO de la Agencia Lupa, primer sitio web de verificación de hechos de Brasil. El caso más significativo (de información falsa o sesgada) es el de la urna electrónica. Bolsonaro cuestionó la fiabilidad de este tipo de votación alegando que no se podían comprobar los resultados. Leal define la acusación del expresidente de Brasil como “teoría conspiratoria”, aunque la falsedad caló en parte del electorado. Así, “la campaña de descrédito” que se inició en 2018 se convirtió en “una erosión democrática muy fuerte en 2022”, explica Leal, y ha desembocado en “una falta de confianza en el sistema electoral y en las instituciones responsables de la elección”.
“Algo similar ocurrió en Estados Unidos en las elecciones de 2020 –agrega la nota de Manrique–. Ante un Trump derrotado, la máquina de la desinformación se puso en marcha. Seguidores acérrimos y trumpistas convencidos se hicieron eco de informaciones falsas que llevaron a millones de votantes a dudar sobre los resultados electorales y la victoria de Joe Biden. De hecho, un 70% de los republicanos creía que las elecciones no fueron ‘libres y justas’, de acuerdo con una encuesta de Político y Morning Consult”.
La desinformación tiene una influencia muy grande, y en combinación con otros factores sí puede cambiar los resultados electorales en Argentina. La situación política interna en las dos fuerzas mayoritarias, la inclusión de un tercer protagonista en el reparto del electorado, la crisis económica, son otros ingredientes cuyo valor se potencia con la manipulación informativa.
Las recomendaciones de Natália Leal valen para este país: “En un momento en el que cualquier información es susceptible de ser manipulada o falsa (…) la clave está en mantener una actitud crítica”.
Recordando a Tato Bores: la neurona atenta.