Martín Sabbatella es lo nuevo en la provincia de Buenos Aires. Sus dos intendencias de Morón son un hito en la historia política de la Argentina. A los veintisiete años, es elegido intendente después de encabezar una comisión de investigación sobre los delitos de corrupción en su distrito.
La trenza Rousselot es conocida. Sabbatella acumuló legajos con sus denuncias. Cien barras bravas del equipo de fútbol Deportivo Morón eran funcionarios ñoquis del Municipio a la vez que guardia pretoriana del ex intendente. Denunció una red fraudulenta de contratos para la recolección de basura y firmó uno nuevo con un ahorro de 35% equivalente al presupuesto de salud de Morón.
Quiso conquistar la confianza de su gente. Para eso creó una Oficina Anticorrupción, abrió el portal “Morón Compra”, un primer espacio destinado a gestionar los insumos y servicios que requiere la comuna para su funcionamiento. Ha obtenido premios internacionales por su gestión transparente. Su municipio es ejemplo en el Mercosur. Su relación con los vecinos es permanente.
La honestidad no es una virtud de puritanos. No se trata de sumar mormones al panteón de los moralizadores. Hablamos de una política de Estado.
La honestidad en tanto política de Estado es algo bien diferente de una ascésis individual. Una de las lacras de nuestro sistema político es que la gente no confía en los funcionarios del Estado ni en los políticos. Los ven como oportunistas, ventajistas y ladrones.
Sabbatella se propuso crear confianza. Esta palabra –confianza– no debe servir sólo para la seguridad jurídica de posibles inversores que exigen respeto por las reglas del mercado. Es el lazo que hace posible una política para el bien común.
Sabbatella es un hombre independiente de las estructuras partidarias tradicionales. Creó su propio movimiento. Perteneció al Frepaso y sobrevivió al 2001. Debe haber sido uno de los pocos dirigentes en gestión de la Alianza que atravesó la crisis y volvió a ser votado.
La gente lo favorece cortando boleta. Tuvo que soportar a Ruckauf, en nada congenia con Scioli, y reconoce el buen trato de Solá aunque ahora lo critica duramente.
Su movimiento se llama Encuentro por la Democracia y la Equidad. Tiene aliados en la Liga del Sur de Solanas, la CTA, de Genaro. En una reunión discutimos un poco. Le dije que su hacer no se condice con su decir. Pero no porque prometa primero y no haga después. Por el contrario, porque no es consecuente su decir con lo que efectivamente ha hecho en su carrera política. Critica al Gobierno por no haber modificado las estructuras del PJ pero apoya la política de los derechos humanos y la renovación de la Corte.
Divide al Gobierno en una serie de gestos dispersos e incoherentes. No le adjudica una estrategia con un objetivo determinado. La transversalidad le parece mal; lo de Aerolíneas, bien; lo de la desigualdad creciente, mal; lo de las AFJP, bien. Lo que entra en el saco de una ideología, bien; lo que cae en el otro saco, mal.
No sé por qué no se le ocurre que hay razones para formar comisiones investigadoras a nivel nacional como las que hizo en lo municipal. Por qué la corrupción en grande es más perdonable que la más chica. Por qué cubre con ideologías a políticas concretas.
La izquierda democrática tiene en nuestro país la creencia de que detrás de una política siempre hay una ideología. Que hay gestiones de izquierda y otras de derecha. Jamás comprenderían que lo que ellos llaman derecha puede llegar a solucionar problemas reclamados por la izquierda. Están siempre más atentos a la inversa recusada por traición.
Les resulta incomprensible un de Gaulle. Por la misma razón a la izquierda, el peronismo de los cincuenta les resultó un monstruo político. Como Sabatella es peronista de izquierda, toma de esta tendencia la panideologización de la política. Jamás entendería alianzas como las que vemos en Alemania, coaliciones como las que hay en otros lares, la cruza del socialista Lula con evangelistas, todo lo mide con la fidelidad a una ideología que llama de izquierda que le permite descalificar a los adversarios como de derecha.
Un Solá para Sabatella no se equivoca de política sino que cambió, según su entender, de ideología. De ser un apoyo a su intendencia y nombrar a Arslanian en Justicia y Adriana Puiggrós en Educación, con más de cincuenta años viró a la derecha en un semestre.
Hace rato que para mí la izquierda no es una entidad diáfana que asegura un certificado de buena conducta. No me hace falta el Gulag, Camboya o Europa Oriental para sospechar que una izquierda ideológica puede encubrir una política fascista y una moral espúrea.
Insistió en que la honestidad no basta. Que honesto puede ser alguien de derecha. No puede ser aliado por una coincidencia con valores morales. La línea divisoria que separa derechas e izquierdas es para él la redistribución de la riqueza.
Algún día vamos a tener que debatir este tema de la redistribución y de la justicia social, al menos para que tenga un viso de política real. No se trata de que si hay un 30% de pobres, esta cifra se extienda al otro 70%, eso es redistribuir pobreza aunque el famoso índice sobre la desigualdad GINI mejore hacia abajo.
Con Sabbatella se puede discutir de muchas cosas, pero hay otras que las tiene bien claras y son las que nos interesan. Sabe que al progresismo le asusta gobernar. Desde el poder, el filtro de las ideologías no funciona tan bien. Salvo que se haga trampa. Como la de este gobierno que con la misma cultura política del menemismo hace gestos para la izquierda ideológica.
Sabbatella es un idealista y un hombre de acción. A él no lo asusta la administración. Cambió algo que en nuestro país parece invencible. Se enfrentó a mafias y a un aparato bien consolidado. Lo logró con el apoyo de la gente: para eso, le mostró con la mayor celeridad que él era distinto.
Dejará la Intendencia de Morón en diciembre, gane o pierda su escaño.
En su tercer mandato, lo interrumpirá. Pero ya ha hecho mucho, se entiende su necesidad de crecer políticamente y llevar sus ideas y su práctica más lejos. En realidad, es una necesidad también nuestra que queremos que haya muchos como él.
Su figura es conocida, pero no lo suficiente. Sus fondos de campaña son magros. La contabilidad está a la vista. Las contribuciones tienen recibo. Los que ocupan cargos en la Intendencia y adhieren al movimiento le destinan diez por ciento de sus sueldos. No aparece su foto en la televización de los partidos de fútbol. No está día por medio en los canales de cable. No se pasea por los programas políticos. Es un hombre conocido más por el boca a boca.
Agregamos nuestra palabra para que su conocimiento se haga más extensivo.
*Filósofo. (www.tomasabraham.com.ar)