La idea, ampliamente instalada, es perniciosa. Indica que Néstor Kirchner se recupera, a partir de la ineficacia extrema de la oposición. Porque, entretenida con los caramelos de madera del diálogo –ligeramente espolvoreados con azúcar impalpable–, la oposición se dejó envolver. Consecuencia de la mediocre insustancialidad.
Hasta que Kirchner, precipitadamente curado de las lastimaduras del último fracaso, impuso la máxima tergiversación. Impostura que hubiera desconcertado hasta a Jean-Francois Revel.
Consistió –la tergiversación– en exhibir la supervivencia del kirchnerismo. Al transformar, aquella derrota –hoy lejana– del 28 de junio, en una especie de triunfo. Al extremo de divulgar la ambición de continuidad, después de 2011.
La gran tergiversación consiste en demostrar que, en el fondo, “todo está como era entonces”. La interpretación es tentadora. Consumible para la digestión de los analistas fáciles. Sirve para devaluar los atributos de los referentes opositores. Sobre todo a los que tanto se agrandaron, numerológicamente. En exceso.
Lástima que la interpretación –si no del todo falsa–, sea inexacta. Y un tanto injusta, en realidad, con los eventuales triunfadores. Los opositores que se convirtieron en víctimas de la gran tergiversación.
En poco más de treinta días, debe aceptarse que Kirchner recompuso los pedazos, severamente desparramados, de la antigua prepotencia. Para pasar, explicablemente, a la ofensiva. Para arremeter, desde la mesa ratona, contra el principal oponente que, a su criterio, cuenta. Sobre Magnetto. O sea, contra Clarín. Pero sólo después de haber conciliado con Moyano. El tercer hombre fuerte –Moyano–, va por la gobernación de Buenos Aires. Como si fuera otro Balestrini. O Bruera. O Massa. O el portugués Baldomero Oliveira.
“Cuando la carne se cuelga baja –decía Andrés Amil– hasta el perro salchicha se le atreve”.
Kirchner va, frontalmente, con lo que tiene a mano, en contra del Grupo Clarín. Porque Clarín le interesa infinitamente más que el seleccionado de todos los opositores juntos. Convertidos –los opositores– en las aletargadas víctimas de la gran tergiversación. Va contra el “poder de fuego” que Clarín, según la Elegida, genera. A través de los “fusilamientos mediáticos”. Paredones de papel, entintados. Paredones de plasma, con imágenes.
Avanza Kirchner con las imposturas de la gran tergiversación. Aunque se arriesgue a que Clarín, que dormía en la abulia plácida del letargo, no tenga otra alternativa que pelear.
Que se anime a publicar, incluso, tardías fotografías que estaban, como aquellas urnas, bien guardadas. Incorrectas fotografías de Kirchner junto a Menem. Las que cualquier desinformado, a esta altura, conoce. O que despliegue informes ya casi sobriamente innecesarios. Sobre los gastados deslizamientos de Cristóbal López, el empresario de la casa. Con datos archiconocidos por cualquiera que haya sabido encender, en los últimos cinco años, una computadora. O que se constate, desde la televisión, que los “argentinos viajan como ganado al matadero”.
Sorprenden las dificultades que presenta Clarín para encarar la pelea. La patética carencia de recursos, que induce al error. Como producto, acaso, de la impotencia. El de refugiarse, por ejemplo, en la embajada de los Estados Unidos. Tan pichones, para Kirchner, no deberían ser.
En el momento más débil, Kirchner demuestra que tiene, aún, suficientes méritos para tergiversar. Hasta para aprovechar, incluso, la obsoleta fragilidad del Grupo Clarín. Que se siente, por primera vez en cuarenta años, embocado. Embestido por un irracional que nada tiene, para perder, más que el poder.
Por último, la gran tergiversación, aunque exitosa, ayuda a que prospere el peor de los equívocos. El equívoco de creer que Kirchner, por proyectarse entre las víctimas sin iniciativas, por avanzar sobre los cómodos financistas que monopolizaban los goles, se encuentra “más fuerte que nunca”. Al contrario, Kirchner está perdido. Jugado. Cerca del tiro del final.
Si avanza sobre los goles es, ante todo, por la desesperación.
*Extraído de jorgeasisdigital.com