Dicen que mucho antes de que Roma fuera Roma, Saturno se asoció a Jano, un buen rey de la región del Lacio, para fundar una edad de oro signada por el rechazo a los sacrificios humanos y el provechoso cultivo de la tierra. Y dicen que, para que Roma empezara a ser Roma, de algún modo hizo falta que otro emperador, Numa Pompilio, el sucesor de Rúmulo, ascendiera al ya difuntísimo Jano a la categoría de dios. Le hizo un templo con dos portales: uno hacia el naciente y hacia el poniente, el otro. Lo representó con dos caras: una mirando al pasado y la otra, al porvenir. Su misión era velar por los cambios y las transiciones, como custodio del umbral que separa al antes del después. Todos se encomendaban a Jano cuando estaban por emprender un negocio o una guerra, para que éstos arrancaran bien y terminaran todavía mejor. Parece que en la suma de tantos rezos interesados se fue distorsionando el sentido original de las dos caras de Jano. Ya nadie considera divino a alguien de doble faz.
Argentina 2007. El profesor neuquino Carlos Fuentealba es apenas una muestra de que los sacrificios humanos siguen siendo una práctica bastante corriente, ahora rutera. Y el conflicto docente, como otros tantos, permite comprobar que el camino a la properidad desde un trabajo digno sigue lleno de humo.
Néstor Kirchner enfrenta esta realidad como Jano: con dos caras. Porque una cosa es que la protesta se radique en Neuquén, donde gobierna un opositor de derecha como Jorge Sobisch, y otra muy distinta es que se desarrolle en Santa Cruz, la provincia donde los muchachos del Presidente hacen un gobierno como él manda. Para Kirchner, hacer huelga en Neuquén es un derecho que no debe impedirse con la fuerza pública, porque así se actuaba en el pasado; mientras que hacerlo en Río Gallegos merece, en nombre del futuro, plantar a la Gendarmería en las escuelas y evitar cualquier clase de diálogo con los manifestantes. ¿Alcanza para marcar la diferencia el hecho de que en Neuquén hubo un huelguista asesinado y en Santa Cruz no?
Tal vez sí. Tal vez no. Pero mientras los hechos y la polémica siguen sus cursos, vale la pena contrastar las declaraciones del Presidente de la República sobre ambos acontecimientos, formuladas con 18 días de diferencia.
Dijo Kirchner el jueves 22 de marzo, apenas estallaban en su provincia los reclamos salariales conjuntos de docentes y estatales:
u “Yo no voy a aceptar la extorsión de nadie, por más que haya nacido en ese lugar”.
u “Le digo a algún distraído de mi provincia, que llegó hace un año a cumplir una importante función, que hay que se amplio con todos y que hay que mirar lo que se hizo durante años”. (Kirchner se refería al obispo Juan Carlos Romanín, quien apoya las protestas. Kirchner y los suyos gobiernan Santa Cruz hace dos décadas, sin controles ni oposición).
u “Le digo entonces a la oposición de mi provincia y de todo el país, que quebraron y fundieron a la Argentina, que nos llenaron de pobres, que nos llenaron de vergüenza, que nos llevaron al 2001, que tengan paciencia, que estén tranquilos: ya va a venir octubre y el pueblo se va a expresar para profundizar el cambio”.
Dijo la otra cara de Kirchner el lunes 9, tras el crimen de Fuentealba y una silenciosa estadía en El Calafate:
u “Es preferible aparecer como un permisivo total, amar la vida hasta de los adversarios más poderosos, antes que hacer ninguna demostración de esta Doctrina de la Seguridad Nacional II, que algunos fueron acuñando durante mucho tiempo: parece ser que para ser un buen gobernante hay que andar con un palo en la mano”.
u “El Estado debe ejercer el monopolio de la seguridad con responsabilidad, para no perder lo que hemos conseguido hasta ahora y que tanto nos costó construir”.
u “Todos debemos apostar a la convivencia, al diálogo, al debate y a andar con el corazón en la mano, con toda la apertura, con toda la capacidad de discutir cuando uno no está de acuerdo con el que peticiona”.
Canales de diálogo, precisamente, es lo que vienen reclamando los docentes y estatales santacruceños, bien custodiados por policías y gendarmes que portan en sus manos instrumentos mucho más gélidos que palpitantes corazones. Kirchner les dice que son unos privilegiados, porque cobran salarios altos en comparación con los de otras provincias. Los docentes le contestan que el costo de vida en Santa Cruz es más alto que en cualquier parte, que alquilar un monoambiente no baja de los 1.200 pesos. Se lo dicen a través de los medios, sin verse las caras. Diálogo raro. Particular debate.
El 2 de abril, el Presidente faltó al homenaje central a los caídos en Malvinas realizado en Ushuaia. Las explicaciones oficiales fueron esquivas. En la ciudad más austral del mundo lo esperaban 300 maestros con pancartas que denunciaban la “militarización del conflicto docente” en la provincia presidencial.
En medio de un bloqueo informativo alarmante (aunque ya con gruesas fisuras), hasta el cierre de esta edición el Presidente no había formulado ninguna nueva evaluación sobre el conflicto en Santa Cruz, que entre el jueves y el viernes desembocó en la toma de la Legislatura provincial. Y crece.
Dice un refrán bíblico: “No mires la paja en el ojo ajeno, quita la viga que tienes en el propio”. Concedámosle al Presidente que, esta vez, la viga nubla el porvenir de su enemigo Jorge Sobisch. Sin embargo, en Santa Cruz, el pajonal está a punto de incendiarse.
Dice otro refrán mucho menos santo: “El pez por la boca muere”.
Dice Kirchner, en otras palabras: “Si protestas contra mi enemigo te habrás ganado mi amistad. Si protestas contra mí, tú serás el enemigo”.
Atrincherado en un símbolo
La principal tribuna K está en el Salón Blanco de la Casa Rosada, donde oficia de trinchera un atril de roble con el Escudo Nacional tallado. El Escudo, igual que la Escarapela y el Himno, es institucionalmente más antiguo que la Bandera. Lo oficializó la Asamblea del Año XIII, mientras la insignia belgraniana sería símbolo patrio recién desde el Congreso de Tucumán, de 1816. La “legalización” del Escudo fue firmada por Tomás Valle (presidente de aquella Asamblea) y el mítico “jabonero” Hipólito Vieytes (uno de sus secretarios). Valle era tío de Mariano Moreno y había sido el juez que, en 1811, procesó a Juan José Castelli por abusar de menores aborígenes en la campaña del Alto Perú, entre otras acusaciones. Castelli murió sin condena, ni nada probado, de un cáncer en la lengua. Acaso debería culparse a la Asamblea del XIII por el origen de nuestro presidencialismo: inventó el cargo de Director Supremo. Sí, supremo. El Escudo simboliza dos deseos: unión y libertad. Misiones difíciles en un país amasado entre parientes, traiciones, infundios y liderazgos proféticos.