De la participación como distracción: que el ciudadano crea que forja su destino solo porque se le consulta, por redes y no a todos, qué veredas debe reparar el gobierno con la plata que le hemos dado al contratarlo. ¿Vale contestar “todas”?
Lo cierto es que el ABL aumentó 40% y como no hay ni alumbrado, ni barrido ni containers en mi cuadra, la alegre ciudad ya no sabe qué hacer con su superávit. Así que abundaron las propuestas ingeniosas. Una fue desarticular la histórica Corrientes, que quedó más fea que un desierto y traerá obvias dificultades para acceder a los teatros. No importa, ya casi no operan porque no tienen presupuesto. Tener teatros es gasto, no lo olviden. Lo mismo que esas escuelas comerciales nocturnas que cerraron.
Otra partidistracción de la que hubiera preferido no hablar es la creación de un Centro Vivencial en el subte para que elijamos la fragancia que perfumará los vagones. Hay tres lindas opciones (vainilla, limón dulce y bebé) y ganará un olor que tape que la gente está comiendo de la basura. Tapemos juntos todo, elijamos unidos con qué aroma. Yo milito por limón dulce y hago clic y me partidistraigo.
No se trata de una broma esporádica sino de una campaña sesuda y diagramada: luego de blanquear los grafitis de casi todas las fachadas de mi calle una encuesta me pregunta qué me pareció la obra higiénica. Parecía necesario, si bien la Fundación Huésped, atacada con bombas de pintura roja por los pacíficos pañuelos celestes aquella noche de votación en el Senado quedó igualmente lacerada en hierros y faroles. Es curioso –escribo en los márgenes que me permite la encuesta– que hayamos tenido que pintar el jardín de infantes público de mis niños mediante la cooperadora y que en cambio me pinten la puerta sin preguntar. Veo el mensaje: el aporte a lo público ya no genera votantes; por eso todo recurso va a beneficiar a los privados.
Esta urbe está generando ciudadanos individualistas avainillados y no una polis colectiva y sustentable.