Lima 319 es la sede del gobierno de una nación organizada en corporaciones símil-logia, abocadas a preservar el Santo Grial, también conocido como The Box. A ella se refirió Héctor Olivera como Patria Cinematográfica; Quintín, por su parte, prefirió el término famiglia, en el sentido que le otorgan las páginas de Mario Puzzo. Frente a la sede se encuentra el lugar donde Evita pronunció su renunciamiento. Alvarez debió haber pensado en ella antes de redactar la suya, y hasta es posible que hubiera escuchado la voz del General susurrándole al oído: “Tranquila, negrita, todo va a salir bien”.
Ni bien cace la manija, el flamante presidente del INCAA debería anular reglamentaciones que entorpecen el desempeño de una ley que está para mucho más si se la lee con espíritu de grandeza, desarticular la corporación, sus comités vitalicios y los quioscos gerenciales, instaurando la práctica de firma digital en reemplazo de los expediente físicos, hoy privilegio de Ruanda y Bolivia. Asimismo, sería necesario que promoviera el resurgimiento de productores, no meros gestores empeñados en llamar industria a eso que no deja de ser maña, destreza o artificio aplicados a la realización de una película y la obtención de subsidios. Si le sobrara tiempo, debería ocuparse de la ley de mecenazgo, de la eliminación del IVA a la producción, de redactar un proyecto de una ley de “copia privada” que grave el soporte de copias legítimas o no, forzando a los piratas a pagar derechos con la compra del material virgen. Debería también inaugurar una era de créditos industriales destinados a la puesta en marcha de estudios, laboratorios y centros de desarrollo. Ya que estamos, tendría que pensar en la manera de instrumentar una política arancelaria que permitiera la llegada de tecnología sin tener que recurrir al contrabando. Me entusiasmo: a lo anterior habría que sumarle la reglamentación de escuelas de cine para que de ellas surjan técnicos y creativos que hablen menos de teatro ruso y semiología. En ese sentido, habría que preguntarse qué requerimientos acreditan al docente (Nota: si el haber visto todos los capítulos de E.R. no te alcanzan para enseñar cirugía cardiovascular en Medicina, no veo por qué haber visto cine mudo alemán te habilita para enseñar producción en la UBA). Sería indispensable promover el renacimiento de la desaparecida casta de escritores y guionistas. Y ya que andamos, por qué no pensar en la distribución internacional de las películas made in Argentina, aunque para eso habría que seducir primero a los nativos, hoy convencidos de que el cine argentino es una bosta. Todo tiene que cambiar. Imagino una Ciudad del Cine y la Televisión en un lugar alejado de Palermo, digamos Garín (Tomo nota: comprar un terrenito por las dudas). También me entusiasma la idea de que el cine deje de pensarse como una postal. Si Hollywood puede abordar la vida de Evita, por qué tengo que resignarme a no filmar las de Idi Amin o Frantz Liszt porque un sietemesino, miembro del comité descalificador, encuentra los sujetos poco argentos para sus escasos requerimientos nazionalistas.
*Productor y director cinematográfico.