—Ya pasó el locro, ya pasó el chocolate, pasaron los churros y los pastelitos –le digo a Moira, mi secretaria–. ¿Y ahora qué hacemos?
—¡La patria está en peligro! –exclama Carla, mi asesora de imagen, que entra a mi oficina sin saludar, mirando su iPad, pero al tanto de todo lo que vengo diciendo.
—Pará un poco –respondo–. ¿Quién te creés que sos? ¿Pablo Echarri?
—¿Y vos quién te creés que sos? ¿Majul? –retruca Carla, sin sacar la vista de su iPad. Creo que está mirando un informe en la página web del FMI.
—Che, paren, no se peleen –intercede Moira–. Además, antes de todo eso, tengo una pregunta mucho mejor y me gustaría que alguien me la responda. ¿Qué es la patria?
Me quedo en silencio, pensando. No se me ocurre gran cosa.
—La verdad, no sé muy bien qué es la patria –respondo, después de un rato–. Pero lo que sí sé es que en estos días la patria se va a sentir como nunca. Porque no hay nada que nos haga sentir más patriotas que cantar el himno cuando juega la Selección durante un Mundial de fútbol.
—La patria es eso que se celebra los días patrios –responde Carla, muy segura y sin sacar la vista de su iPad–. O sea, es algo que se concentra en un día que arranca con un tedeum y sigue con un desfile. Curas y milicos. ¿Qué más se puede pedir?
—Eso es cierto –opino–. Si en el día de la patria, hasta el Papa le mandó una carta a Macri.
—Eso es una formalidad –opina Carla–. ¿Vos leíste la carta? Es más corta que la presidencia de Pinedo. Y más fría que Lagarde con Dujovne.
—En cambio el Papa es mucho más cariñoso cuando manda a la Iglesia a apoyar la Marcha Federal, que organizan los movimientos sociales –agrega Moira–. O la Marcha Federal Educativa. O la marcha contra el FMI. Básicamente, cualquier cosa contra el Gobierno.
—Mientras tanto, Macri asiste al tedeum y demuestra que no sabe persignarse –digo.
—Y lo que es peor: a mucha gente progre, atea y que siempre criticó a la Iglesia, como vos, le molesta que Macri no sepa persignarse –opina Carla–. O sea, dicen lo mismo que dijo hace poco monseñor Aguer, el más facho entre los fachos de la Iglesia católica argentina. ¡Este país es el mejor del mundo!
—Mientras tanto, la Iglesia aprovecha para bajar línea contra el aborto –dice Carla–. En cada tedeum del país se habló del tema.
—No es fácil neutralizar un discurso que ya viene muy instalado desde hace años –dice Moira.
—Puede ser –sigue Carla–. Pero tené en cuenta que este es un discurso que parece olvidado, pero que en cuanto le das un pequeño giro, regresa enseguida.
—Pasó con el divorcio, pasó con el matrimonio igualitario y pasa ahora –agrega Moira–. Es un discurso que permanentemente está agazapado, pero que, aunque no lo veamos, siempre está, parafraseando a Marilina Ross.
—Eso pasa con muchas cosas –agrego–. Y siempre hay cosas que creíamos desterradas para siempre, pero en algún momento vuelven, sin que nosotros sepanos realmente por qué es que vuelven.
—¡Como la Mesa de Enlace! –exclama Moira–. ¿Vieron que esta semana volvió la Mesa de Enlace?
—Este país se está poniendo vintage –agrega Carla–. ¿Qué sigue después de la Mesa de Enlace? ¿Qué otra cosa va a volver? ¿El Grupo de los 8? ¿La liberación nacional? ¿Carta Abierta? ¿Los pantalones nevados? ¿El helado en sándwich?
—Mientras tanto, cada vez hay más represión: contra los laburantes de Cresta Roja, contra los laburantes del INTI, contra los metrodelegados… –digo, poniéndome serio–. La gente tiene hambre y el Gobierno reprime.
—Lo del hambre es muy cierto –dice Carla, también muy seria–. Mirá si no al pobre Ricardo Jaime. ¡Está haciendo huelga de hambre! ¡Tenemos que luchar contra el hambre!
—Jaime, Jaime, Jaime/ Jaime corazón/ acá tenés los pibes para la sobrefacturación –canta Moira.
—Igual parece que ya no estaría alcanzando con los presos kirchneristas para que la gente se sienta bien, ¿no? –opino.
—Sí, pero de ahí a decir que la patria está en peligro –dice Moira, pintándose las uñas–. Es un poco exagerado.
—Puede ser –admite Carla–. Pero convengamos en que tener el aliento del FMI en la nuca es un poco inquietante. Aunque se trate del nuevo FMI feminista de Christine Lagarde. Creo que eso la patria lo siente.
—Lo que no me queda claro es qué es la patria –admito.
—“La patria es el otro”, dijo Néstor –recito.
—“La patria es el orto”, dijo Jorge Corona –responde Carla–. El orto de Sol Pérez, para más datos.
—Yo diría, más bien, que la patria es el fin de semana largo –dice Moira–. Lo mismo que la memoria, la santidad, los próceres y lo que venga.
—Esa sí es una idea revolucionaria –dice Carla.
—¿Revolucionaria? –pregunto, sorprendido.
—Por supuesto –concluye Carla–. Ya lo dijo el Che Guevara: “Hasta el fin de semana largo, siempre”.