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La pelea por el futuro

Alberto Fernández y Martín Guzmán
Alberto Fernández y Martín Guzmán | CEDOC

El ex canciller Guido Di Tella solía afirmar que los peronistas entendían mejor el mundo de los negocios porque el ámbito sindical y hasta de las empresas era el semillero usual para los cargos políticos del partido. Esta afirmación, que podía ser perfectamente válida hasta hace un cuarto de siglo, hoy está fuertemente cuestionada por la dinámica económica. En realidad, su caso, que llegó al gobierno justicialista de 1973 transitando desde la Democracia Cristiana, comenzó a hacerse más común en los gobiernos de la restauración democrática de 1983 y terminó por cristalizarse con el salto generacional que en la última etapa de la administración de Cristina Fernández de Kirchner y la actual de Alberto Fernández: cada vez menor presencia de funcionarios y hasta de legisladores de extracción gremial o empresaria.

Días pasados, en el marco del Encuentro Anual de ACDE, el Presidente convocó a revisar el funcionamiento del capitalismo, disparando muchas conjeturas diversas. En un mundo en pandemia, nadie puede adivinar en qué consistirá la nueva normalidad. Una de las pocas certezas es que no todo volverá a ser igual. Pero la sola mención de gestionar el cambio y no esperarlo o, aún peor, ignorarlo, eriza la piel a quienes viven del status quo.

La economía argentina ingresó a la zona de turbulencias con los motores averiados, con desequilibrios macroeconómicos sustanciales y con una tendencia de estancamiento que lleva varias décadas. Cuando comience 2021 y haya deseos fervientes que la pesadilla haya quedado definitivamente atrás, el conjunto de la población estará entre un 10 y un 15 % más pobre que el último Año Nuevo. Las cifras son sólo proyecciones, pero no es de esperar que haya un repunte mágico de la actividad. Cuando se sale del lugar común de la nueva normalidad y se enfoca para observar de más cerca en qué consisten, tampoco hay mucha unanimidad. Y menos aún cuando se trata de que los cambios operen en una determinada dirección.

La reciente puja gremial entre el sindicato de Camioneros y el de Carga y Descarga, en el cual están encuadrados los empleados de uno de los centros logísticos de Mercado Libre tuvo una repercusión inusual. No es la primera ni será la última vez que las huestes moyanistas ejercen su poder en demostraciones de fuerza para conseguir sus objetivos. En todas partes, los gremios del transporte pisan fuerte porque tienen mayor poder de coacción y son vitales para la actividad económica. En este caso, además, se enfrentan la empresa de origen argentino con mayor capitalización bursátil (casi 10 veces más que YPF y 400% más que Tenaris, en función de su cotización y el valor del encepado dólar oficial) y el gremio más fuerte de la Argentina. Además, dos aliados de la supervivencia de muchas empresas durante los cuatro meses de cuarentena. En el medio, está la muy conversada situación judicial de OCA, la empresa de distribución y correo, en la búsqueda de nuevos dueños que la resuciten. Cuando lo encuentre, deberá escalar posiciones en un mercado bifronte: se extinguen los envíos postales masivos y crecen los de alto valor agregado y la paquetería exprés. Pero también habrá dejado un rojo comercial, previsional y fiscal que en cualquier otro caso hubiera merecido la suspensión de actividades inmediata.

Por lo tanto, el resultado no debería medirse, necesariamente, en la explosión en las redes sociales o en la tregua decretada por la autoridad de aplicación, sino en la incidencia para ir delineando el perfil de la producción y el trabajo en la Argentina que viene. Una batalla que no es solamente ideológica, sino que concentra intereses, pero sobre todo la comprensión de cómo funciona el “moderno capitalismo” y cómo irá mutando en el mundo que viene. Un capitalismo en el que los argentinos sólo hemos visto retazos intermitentes, caricaturas y máscaras bajo la cual se escondían los “expertos en mercados regulados”, idóneos en forzar discusiones con su poder, mientras la informalidad, el cuentapropismo defensivo y la pobreza urbana hallaba un campo fértil para crecer en el estancamiento económico.

Quizás la dolorosa lección del año que tarda mucho en irse, es haber desnudado esa realidad de un tirón. En cambio, la reconstrucción, recién está en su fase 1.