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Estratagemas

La política influencer

Influencers compran seguidores 20210913
El reporte publicado muestra que las cuentas que presentan más actividad fraudulenta son las más populares. | Cedoc Perfil

En las redes, un político oficialista en su rol de influencer (como sabemos, ahora casi todos los políticos lo son) efectúa una serie de promesas que nunca cumplirá. Otro, opositor, se deshace en golpes de efecto disfrazados de crítica y honestidad, mientras coincide en prometer lo que se sabe incumplible desde el vamos. El público asiste fielmente a las respectivas sanatas para enfurecerse con uno u otro, para conspirar en contra o a favor, para sentirse parte de algo que nunca lo incluyó realmente, para terminar, eso seguro, olvidando.   

En Romance of London (1865), colección de tres volúmenes rubricada por John Timbs con relatos de envenenadores, ladrones de cadáveres y otras bellezas, aparece uno titulado El hombre de la botella, resultado de las discusiones entre el conde de Chesterfield y el duque de Montagu en torno a la credulidad de las mayorías. “Seguramente –afirmaba el primero–, si un hombre dijera que puede saltar dentro de una botella de un cuarto de galón, nadie lo creería”. Pero su interlocutor no estaba tan seguro. Para saber quién tenía razón, mandaron hacer un aviso anunciando que una persona se metería en una botella y cantaría allí varias canciones. Haymarket, teatro elegido para la función, se llenó de espectadores que se decepcionaron al oír que el entretenimiento prometido se había desvanecido. Sobrevino un motín: se arrancaron butacas, destruyeron decorados y se armó una hoguera ladeada por el telón, que fue izado como una bandera de la victoria. Rápidamente, comenzó el derrotero de teorías conspirativas. Algunas decían que el Hombre de la Botella había arreglado con un teatro que pagaba más, otras que el pobre, al estar confinado en la botella, guardada a su vez en el bolsillo de un caballero, no había podido escapar para asistir al show.

Un tiempo después, empezó a circular por las calles de Londres un panfleto firmado por el mismísimo Hombre de la Botella –es decir anónimo– esbozando una suerte de justificación. Afirmaba que la pérdida de trabajo por culpa de la mano de obra inmigrante lo había llevado a urdir una “estratagema” para ganar dinero y que el gobierno estaba lleno de tipos más estafadores que él. Cerraba diciendo: “Mi intención, finalmente, era complacer al público metiéndome en una botella muy, muy grande, pero no se pudo”.  

Como el Hombre de la Botella, muchos influencers-políticos saltan de estratagema en estratagema mientras responsabilizan de sus fechorías a quienes tengan a mano, no importa si se trata de funcionarios o simples inmigrantes. Los falsos pedidos de disculpa que son, en rigor, una acusación también forman parte de una dinámica que no existiría sin la credulidad, el fanatismo y la conspiranoia de quienes solo pueden jugar el papel de espectadores. Las hogueras, hoy virtuales, solo queman a quienes creen estar encendiéndolas.