En este espacio del diario PERFIL aparecen columnas con ideas interesantes y contagiosas. Ideas provocadoras que llevan a motorizar nuevas ideas para entender la realidad o acciones que intentan modificar las injusticias actuales. Sin embargo, hay momentos en que aparecen argumentos teñidos de una aparente erudición mezclada con cierto sarcasmo, que son muy atractivos a primera vista. Estos últimos aparecen por momentos citando historias de directores de cine, películas de culto o biografías de gente para darles cierto giro dramático y así presuntamente sostener la lógica de una verdad revelada de antemano sin tener en cuenta el hilo argumentativo. En una de estas columnas, para poner un ejemplo, se expresó que las posturas políticas de un determinado director de cine cobraban relevancia cuando reaccionaban contra el nazismo. Se afirmaba sobre él: “Le pasa lo mismo que con las películas: sólo actúa en contra de lo que está mal”. Y paso siguiente, se aseveró: “Esto nos pasa a muchos: no nos ocuparíamos de la política si no se hubiera convertido en una amenaza”. Interesante reflexión, ¿no? Si la política no fuera una amenaza, estaría ocupándome de otras cosas más interesantes. Suena lindo. Epico.
Ahora, me pregunto: ¿de qué me ocuparía si la política no fuera una amenaza?, ¿no me ocuparía de lo mismo de lo que actualmente me ocupo mientras percibo la política como una amenaza?, ¿no será que la política en sí, como fenómeno, es intrínseca a nuestra vida? Con esto quiero decir que podemos ser gente que no nos interese la política, podemos ser individuos apolíticos absolutamente apáticos sin ningún interés por la cosa pública. Sin embargo, para que no nos afecte la política vamos a tener que luchar contra ella. Es decir, ocuparnos de la política. Nuestra vida está afectada, aunque no quisiéramos, por la política, sea o no percibida como amenaza. Ese tipo de columnas, ese tipo de argumentos, me hace ruido. Del solo decir que “me ocuparía de otras cosas” emana cierta condescendencia en relación con el lector, como si estuvieran escritas desde afuera, desde otro lugar, desde el más allá. Parecería que habría que agradecerles que, en este momento tan peculiar del país, ellos ya vieran y ya nos anunciaran lo que va a venir. O mejor dicho, parece como si hubiera que agradecerles que se hayan distraído de sus quehaceres para que nos repitan continuamente sobre los males a los que estamos expuestos, para despertarnos de lo que estamos viviendo. Como si estar tan cerca del fenómeno nos adormeciera. Falso.
Tal como se sabe, Anna Frank era una adolescente judía que estuvo escondida con su familia y otra familia en una buhardilla de un almacén de Amsterdam durante la ocupación nazi. Mientras la Gestapo los buscaba hasta que fueron delatados, Frank relata en un diario lo que estaban viviendo. Es decir, Anna siempre fue consciente del contexto político y el peligro que estaba viviendo. Sin embargo, este diario mundialmente conocido no fue lo único que escribió durante ese tiempo angustioso. Anna Frank se dedicaba a escribir cuentos, es decir hacía “otras cosas”. La política es intrínseca a nuestra vida, nos afecta, pero en el mientras tanto vivimos nuestros intereses sin culpa, sin que le debamos nada a nadie.
*Politólogo.