No hay antecedentes en la historia reciente de algo como lo que sucedió dentro del Gobierno durante la semana que terminó. Fue de pasmo observar cómo desde el kirchnerismo se encargaron permanentemente de esmerilar la figura del Presidente en su transcurrir por Portugal, España, Francia e Italia con el Vaticano incluido. El periplo que, más allá de promesas de apoyos tuvo pocos logros concretos –el único ciertamente mencionable es la casi segura postergación del vencimiento del pago al Club de París del próximo 31 de mayo–, se vio boicoteado por el accionar sostenido que, desde el núcleo duro de las usinas K, se desplegó a lo largo de la semana. Parece que estuvieran celosos de Alberto, colegía un hombre de las cercanías del Presidente la tarde del viernes.
Existe en el Gobierno un doble comando tóxico. Hubo doble comando en el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner mientras vivió su esposo. Néstor Kirchner era el ex presidente en funciones que era consultado antes de la toma de decisiones. Sin embargo, la situación era diferente ya que la sintonía política del matrimonio existía, más allá de las discusiones que tenían –algunas volcánicas– y nada se hacía públicamente. Nunca se lo escuchó a Néstor Kirchner hablar públicamente de funcionarios que no funcionan.
Ya se sabe que CFK no lo quiere a Martín Guzmán. Si alguna duda había, la despejó esta semana Carlos Zannini en el reportaje que concedió a C5N. Entre sus provocadoras respuestas –en las que defendió su indefendible vacunación y la de su esposa figurando ambos como personal de salud– no solo defendió al subsecretario de Energía, Federico Basualdo, en desmedro del ministro de Economía, sino también le marcó la cancha a AF.
La interna del Frente Contra Todos está a la vista de todo el mundo con operaciones cruzadas infantiles pero de consecuencias imprevisibles. CFK contra AF, Axel Kicillof contra Guzmán y desde el Instituto Patria se encargan de dispararle a todo el que no comulga con ellos. La idea de impedirle a Guzmán utilizar los fondos de los Derechos Especiales de Giro que reparte el FMI para pagar deuda salió de allí.
La actividad económica sigue en terapia intensiva. Más allá de cierta recuperación que el Gobierno pretende mostrar, no hay sector que haya recuperado los niveles prepandemia. Si se hacen las cosas bien, las miradas más optimistas señalan al segundo semestre del año que viene para salir de este parate.
La inflación de abril le dio un nuevo disgusto al Gobierno. La marca de 4,1% no era la esperada y volaron palos hacia Martín Guzmán, la secretaría de Comercio, Paula Español, y hasta el propio Marco Lavagna por no haber avisado o abierto el paraguas ante semejantes nubarrones. Lo que más preocupa son los aumentos de los alimentos. “El control de precios es una receta que no sirve porque condiciona la producción y la venta a tal punto que con los precios autorizados, en algunos casos muchas firmas ya no encuentran conveniente vender. Ni hablar de la inversión que se calcula siempre en base a un recupero por rentabilidad. Aun cuando el empresario pyme siempre es optimista y busca comprarse una máquina nueva, la realidad es que hoy no puede hacerlo. Mi familia era dueña de una de las empresas grandes y pujantes del país. En veinte años la Argentina nos convirtió en una pyme”. Quien trazó ese panorama es el presidente de una de las empresas más antiguas del país. En el Gobierno parecen querer tapar el sol con las manos.
Ante estos datos de la realidad, el kirchnerismo reacciona con el enojo. Parece que es lo único que sabe hacer. Es casi una actitud de vida. El enojo y echarles la culpa de todos los males a los otros. “Se convalidó un nivel de emisión que se calcula en un 70% de la base total. Eso no es culpa de Guzmán, sino de una concepción ideológica de la economía donde no se pueden recortar subsidios, ni ejercer la coherencia para equilibrar el déficit”, narra un economista que conoce las internas del Palacio de Hacienda.
El tema es más profundo porque la inflación también señala la falta de actividad. Si el país no produce, lo que tiene para ofrecer es poco. Un dato: cuando la inversión está por debajo del 20% anual, no se llega ni siquiera a renovar los bienes de capital, tal como lo describió el testimonio citado en las primeras líneas. Si algo sale de servicio, no se repone, si se puede, se repara y si no, se pierde. “Fallabella y Walmart, entre muchas otras firmas, no se fueron de la Argentina porque querían. Son gente que sabe hacer negocios. Se fueron porque no tienen horizonte de mediano ni largo plazo en un país donde el principal problema es la falta de unidad de comando tanto en la política como en la economía”, aseveró un hombre de negocios.
El Gobierno dejó trascender que instrumentará el Plan Otoño para frenar los precios. La idea de Axel Kicillof es congelar precios y salir a controlar todo por 180 días. Se trata básicamente de un parche electoral para no disgustar al votante justo antes de las elecciones. Hay dos cuestiones que no cierran en torno a esta nueva-vieja receta. Cuanto más grande sea el torniquete que se aplique antes del período electoral, más fuerte será el torrente inflacionario y recesivo a la hora de desandar ese camino. ¿Hasta dónde está dispuesto el Gobierno a enterrar la Argentina para conservar el poder? El otro aspecto tiene que ver directamente con la calidad del trabajo que se viene haciendo para contener la avanzada de los precios de bienes de primera necesidad. “La secretaria de Comercio, Paula Español, no es Guillermo Moreno y con Cristina agazapada detrás del Presidente y acorralando a Martín Guzmán no hay ningún escenario previsible. No se sabe en qué cancha jugamos ni con qué reglas. A esta altura para una mala copia es preferible el original”, se lamentó un empresario en alusión a la injerencia cada vez más evidente de la ex presidenta en funciones. El problema más importante del gobierno de Alberto Fernández tiene nombre y apellido: Cristina Fernández de Kirchner.
Producción periodística: Santiago Serra.