Vengo charlando con Carla, mi asesora de imagen, sobre el fin de los pagos en cuotas. Ella está a las puteadas porque dice que ya no va a poder sacar pasajes baratos y yo le digo que tal vez haya algunas preocupaciones un poco más importantes para la gente. Mientras discutimos, entramos a mi oficina en la productora. Se escuchan unos martillazos. Cuando entramos, vemos a Herminia, la señora de la limpieza, colgando un gran cuadro, un paisaje horrible que estaba cuando nos mudamos, y que yo había dejado a un lado, para tirar, pero nunca tiré.
—Herminia, ¿qué hace ese cuadro ahí? ¡Bajá inmediatamente ese adefesio de la pared!
—¡Epa! Parecés un kirchnerista pre Milani –me dice Carla.
—Ya sé que no le gusta este cuadro, señor –dice Herminia–. Pero era lo único que tenía a mano para tapar una mancha de humedad que había en la pared.
—¿Mancha de humedad? –pregunto, deconcertado–. ¿Y por qué mejor no llamás a un plomero, en vez de taparla con un cuadro?
—Es que la señora Carla dice que en la política las cosas se tapan con otras, y como usted anda escribiendo sobre política…
Miro a Carla sin entender muy bien qué es lo que pasa.
—Sí, tiene razón, Herminia –admite Carla–. En la política las cosas funcionan así. Sobre todo cuando un gobierno busca marcar agenda.
—¿Qué tiene que ver la política con esta mancha en la pared y con este cuadro horrendo? –pregunto, totalmente desconcertado.
—Vos viste que hubo un aumento bastante grande de tarifas, de servicios, de precios…
—¡Muy grande! –dice Herminia.
—Bueno, Herminia, no exagere –matiza Carla–. Tampoco es para ponernos alarmistas.
—¡Pero es que todo aumentó muchísimo! –insiste Herminia.
—No estigmaticemos. Digamos que son tarifas y precios con capacidades de facturación diferentes.
—Sí, está claro que hubo muchos aumentos pero, ¿qué tiene que ver eso con la mancha de humedad y el cuadro horrendo? –insisto, sin entender nada.
—Como hubo aumentos, el Gobierno sacó lo del Correo para intentar tapar los aumentos. Igual que hizo Herminia con el cuadro y la mancha de humedad.
—¡Pero si lo del Correo fue algo que le hizo mucho daño al Gobierno! ¡Le perdonaron 70 mil millones de pesos al padre del Presidente!
—Es una forma de ver las cosas. Hay quienes dicen que algo había que perdonarle, y que de todos modos hay que celebrar que el Estado algo va a cobrar.
—¡Pero es el padre del Presidente!
—A mí me parece que es bueno que el presidente de un país sea un buen hijo, que salva a su padre en un momento de pobreza –agrega Herminia–. Pobre hombre, imagínense si se quedaba en la calle.
—¡Pero el padre del Presidente es un multimillonario! –exclamo.
—Epa, epa, epa –corrige Carla–. Otra vez la estigmatización. ¿Por qué decirle “multimillonario”? Mejor llamémoslo “persona con capacidades de acumulación de dinero diferentes”. Pero volvamos a lo de la mancha y el cuadro.
—¿Otra vez?
—Sí, otra vez, porque acá hay cosas que siguen tapando otras –continúa Carla–. Como el Gobierno vio que lo del Correo cayó muy mal, lo tapó con el anuncio de la baja de las jubilaciones.
—¡Pero ésa es una noticia malísima!
—Sí, ya lo sé –admite Carla–. Pasa que como la forma de calcular el aumento de las jubilaciones es un poco confusa, se juntaron unos chetos… perdón, unos ministros, y decidieron dar curso a la que más perjudica a los jubilados. O sea, que en lugar de $ 6 mil, cobren $ 5.500.
—O sea que ni siquiera era un gran aumento –dice Herminia.
—Digamos que era una jubilación con capacidades de aumento diferentes –dice Carla–. Y no, no iba a generar una estampida en la venta de autos de alta gama, ni nada por el estilo. Pero enseguida apareció Mauricio y aclaró las cosas.
—¿Para qué? –pregunto.
—¡Para tapar las cosas, como la mancha de humedad y el cuadro! –responde Herminia, muy segura.
—Veo que al menos hay alguien que entiende de lo que estoy hablando –dice Carla–. Exacto, el Presidente salió a decir que daba marcha atrás con todo. Con todo, ¿eh? Creo que le daban cinco minutos más y era capaz de decir: “Aclaro también que jamás le miré el culo a Flavia Palmiero mientras fue novia de mi padre”.
—Es bueno que un gobierno pueda corregir sus errores, ¿no? –pregunta Herminia.
—Una vez, sí –responde Carla–. Dos, tres, puede ser. Ahora, pasarse todo el tiempo corrigiendo es un poco raro. Podés quedar como alguien que no tiene muy claro cuál es el rumbo. Por eso el Gobierno no quedó muy bien parado después de las declaraciones de Macri. Por más que lo haya hecho en conferencia de prensa y con correcciones.
—¿Y eso cómo se tapa? –pregunto.
—¿No es obvio? ¡Milani!
—¿Vos decís que lo de Milani fue armado? –pregunto.
—Fue armado que aparezca en ese momento –dice Carla.
—¿Vos estás segura? ¡Es muy fuerte lo que decís!
—¿Me estás cargando? ¿No viste House of Cards? Aunque, la verdad, después de que Trump ganó la elección, House of Cards parece Grande Pa!…
—¿O sea que lo de Milani es mentira?
—¡No! –exclama Carla–. Es cierto. Muy cierto.
—¿O sea que es un genocida? –pregunto.
—Un hombre con capacidades diferentes de respeto a los derechos humanos –corrige Herminia.
—Es como lo de los bolsos de López: es cierto, es una barbaridad, un choreo. O, en este caso, un crimen de lesa humanidad. Pero lo que hacés es sacarlo cuando te conviene. Igual, eso es lo que hacen todos los gobiernos. Y acá lo más importante es que está preso el general al que Cristina nombró jefe del Ejército a pesar de que tenía graves denuncias por desapariciones, el general al que Hebe de Bonafini abrazó a pesar de que tenía graves denuncias por de-sapariciones.
—¿Y ahora?
—Ahora, no sé qué me causa más gracia: si los kirchneristas progres, que no saben si celebrar que está preso un militar represor de la dictadura o si lamentarse porque está preso un compañero militante del proyecto nacional y popular; o los fachos que defienden a los milicos, que no saben si lamentar que está preso un camarada de armas que combatió a la subversión, o si festejar porque está preso un kirchnerista.
—¿Y qué creés que puede pasar ahora para tapar todo esto? –pregunto.
—No tengo idea –concluye Carla–. Por el momento, yo me conformaría con que no nos tape el agua. n