El Gobierno proyecta un año 2018 en materia de creación de empleo similar al bienio 2016-2017, cuando luego de una destrucción que hizo trepar la tasa del 5,9% al 9,2%, apenas la amesetó en 2017 básicamente por efecto desaliento en la búsqueda y la proliferación de empleo basura, changas o tareas de baja productividad e informalidad absoluta, que se realizan precisamente ante la ausencia de empleo genuino.
Los datos del presupuesto son contundentes respecto de la inexistencia del famoso plan B.
Pase lo que pase en materia electoral, el Gobierno no tiene ninguna disposición –y en rigor tampoco puede– para impulsar alternativas al modelo socioeconómico actual buscando resolver el tema central, la gran debilidad del modelo de exclusión social en curso: la generación de empleo formal de calidad y salarios reales adecuados.
Al respecto, en el reciente informe del Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala se señala claramente: “El empleo es la única variable para la cual el Gobierno no ha establecido una meta, y sigue siendo el frente con peor desempeño desde el cambio de gestión. La recuperación de la actividad en ciernes no parece despejar el panorama: nuestros cálculos de la elasticidad empleo-producto indican que el crecimiento estipulado por el Gobierno en el proyecto de Ley de Presupuesto 2018 es insuficiente para generar una reducción genuina del desempleo”.
En la misma dirección, el economista Ernesto Mattos –economista (UBA), docente e investigador Fceuba-CCC-CESO– señala: “Los últimos datos del Indec muestran una salida de recesión con una lenta recuperación del empleo. En junio de 2017, los asalariados privados fueron 6.218.000, una mejor situación que la de junio de 2016, con 6.169.000, pero lejos de los 6.246.000 de junio de 2015. Si bien la recuperación de los puestos de trabajo asociados con los asalariados privados comenzó, lentamente, en junio de 2016, todavía se está lejos de una recuperación como la ocurrida entre los años 2014 y 2015. En 2014 cayó el crecimiento económico un 2,5% y 2015 tuvo un crecimiento económico del 2,6%. Solamente tomando junio contra junio de ese período, los asalariados privados crecieron en 136 mil nuevos puestos de trabajo. En cambio, entre junio de 2016 y 2017 se recuperaron unos 49 mil puestos de trabajo, apenas un 36% de los puestos de trabajo generados entre junio de 2014 y 2015, según el Ministerio de Trabajo”.
Finalmente, para completar la ilusión de bienestar frente a las próximas elecciones de octubre, el Gobierno ha dado a conocer un crecimiento interanual de la actividad económica; se observa que la economía no repunta del estrago que causó el cambio de régimen en 2015: la actividad económica creció en julio de 2017 un 4,9% interanual y no logra superar la caída de 5,6% del mismo mes del año 2016.
Desagregado el crecimiento por sectores de actividad, salvo agricultura, ganadería y pesca, módicos a la hora de generar empleo (la agroindustria genera el 12,5% del total de empleo en Buenos Aires, un tercio de los que suponían los “analistas” privados, según datos del Ministerio de Agroindustria), todos los sectores de mayor capacidad de generar empleo siguen en el año 2017 por debajo de los niveles de actividad de 2015, cuando, recordemos el mal sueño, el país se encontraba aún bajo el desgarrador populismo K.
Resumiendo: seguimos con actividad económica por debajo de los niveles del año 2015, 105 mil millones de endeudamiento externo adicional, 50% más de desempleo y sin mejoras a la vista en la capacidad de generación de puestos de trabajo genuinos por parte del modelo de gestión neoliberal que pilotea Mauricio Macri.
O sea, estamos “pipí cucú”, estimados lectores de PERFIL, y cómo estamos no es nada: ¡cómo vamos a estar!
*Director de Consultora Equis.