El año pasado, cuando los ministros de Relaciones Exteriores del Hemisferio se reunieron en la Asamblea General de la OEA en Panamá, acordaron que “la energía es un recurso esencial para el desarrollo sostenible de los pueblos, y que el acceso a energía diversa, confiable, segura y económica es de suma importancia para el crecimiento económico con equidad e inclusión social, y contribuye a la erradicación de la pobreza”.
Esta semana, los países de la región se reunieron otra vez para continuar este diálogo importante e identificar maneras concretas de promover la seguridad energética y el desarrollo sostenible.
A tiempo de participar con nuestros vecinos en este esfuerzo, Estados Unidos también toma medidas a nivel nacional.
En diciembre pasado, el presidente Bush firmó la Ley de Seguridad e Independencia Energética, que estipula que Estados Unidos utilice 136.000 millones de litros de combustibles alternativos para el 2022 –casi del quíntuple que hoy– y aumente las normas de eficiencia de los vehículos a 56,3 kilómetros por cada 3,7 litros para el 2020.
Esta nueva legislación reducirá nuestra dependencia del petróleo y logrará unas de las reducciones más grandes de las emisiones de dióxido de carbono en la historia de nuestra nación.
Juntos. Mediante la Asociación para la Seguridad y Prosperidad (SPP), Estados Unidos, Canadá y México trabajan juntos para conseguir la seguridad energética de América del Norte.
Estados Unidos tiene una relación energética comercial muy sólida con esos países – Canadá es nuestro principal proveedor extranjero de petróleo, gas y electricidad y México es nuestro segundo proveedor extranjero de petróleo. La asociación incluye un acuerdo de cooperación en ciencia y tecnología, energía renovable, eficiencia energética, y en otras áreas para desarrollar energía limpia y sostenible.
Estados Unidos y Brasil, los dos productores más grandes de etanol del mundo, promueven el desarrollo de industrias de combustibles biológicos en el hemisferio.
Esta asociación diversificará los suministros de energía, fortalecerá los sectores agrícola y energético y, lo que es más importante, creará puestos de trabajo.
En el último año, Estados Unidos y Brasil han comenzado a dar ayuda técnica a la República Dominicana, El Salvador, Haití, y San Cristóbal y Nevis, y apoyar estudios de factibilidad para ayudar a atraer la inversión privada.
El 3 de marzo, altos funcionarios brasileños y de Estados Unidos se reunieron con funcionarios de estos cuatro países y líderes de la industria privada para adelantar este esfuerzo.
Oportunidad. Esta semana ofreció otra oportunidad más para reforzar la cooperación energética ya que los miembros de la OEA se reunieron el 3 de marzo para continuar nuestro diálogo interamericano sobre la energía y más de 30 delegaciones oficiales de las Américas asistieron a la Conferencia Internacional de Energía Renovable (WIREC) realizada en Washington.
El presidente Bush, junto a más de 2.000 delegados y líderes de la sociedad civil, académicos, y la industria privada se reunieron en la WIREC: un foro mundial para promover la comprensión y el despliegue rápidos de tecnología de energía renovable.
Además de estas asociaciones estratégicas, Estados Unidos se ha reunido también en Trinidad y Tobago con funcionarios de energía de CARICOM, y en Honduras con funcionarios de América Central.
Continuamente participamos con nuestros aliados, con la OEA, el Banco Interamericano de Desarrollo, productores, consumidores, instituciones financieras internacionales, bancos del desarrollo, compañías petroleras y ONG—y queremos hacer para más lograr un futuro energético más seguro para los pueblos de nuestro hemisferio.
La seguridad energética es un desafío mundial de largo plazo, y es clave para la prosperidad del hemisferio.
Todos tenemos la obligación de trabajar juntos para mantener suministros de energía suficientes, económicos y seguros en una región plagada por la pobreza, la desigualdad y la exclusión social.
La carga que imponen los altos precios del petróleo afecta mucho a los países más pobres. La falta de acceso a la energía económica suprime el desarrollo y hace más difíciles la reducción de la pobreza y la creación de empleos.
Como dijo la secretaria Rice en la Asamblea General de la OEA en junio pasado, “Buscamos promover la democratización de la energía en las Américas, aumentando la cantidad de proveedores de energía, ampliando el mercado y reduciendo la interrupción del suministro. Nuestra meta debe ser nada menos que alentar una nueva era de seguridad interamericana en energía”. Es un camino largo, pero vamos por el sendero correcto.
* Secretarios de Estado adjuntos para Asuntos del Hemisferio Occidental, y de Economía, Energía y Asuntos Comerciales de EE.UU.