“Cuando llegamos a los penales y Cobos apareció en el recinto supimos que habíamos perdido”, rememoró con serena resignación un legislador K presente en esa hora histórica que se vivió en el Senado de la Nación.
Fue una noche de drama, de los que la vida política de la Argentina tiene en abundancia.
El momento en que Julio César Cleto Cobos votó en contra del proyecto de ley que había enviado el gobierno del cual él forma parte, se pareció al final de esas películas de suspenso en las que hay que esperar hasta la última frase para saber el desenlace. Su discurso, que se hacía interminable; su sinuosidad, que por momentos no permitió entrever hacia dónde iba; el pedido quasi implorante de un cuarto intermedio; el tono de su voz; el gesto de furia del senador Miguel Angel Pichetto, jefe del bloque oficialista; y, finalmente, su voto, tuvieron la impronta de lo histórico. Los memoriosos no recuerdan que haya habido otra ocasión, en la historia de desempates, en que un vicepresidente lo haya hecho en contra del gobierno del cual era integrante.
Es cierto que al hacerlo así, Julio César Cleto Cobos (Cleto significa: el que fue enviado a combatir) generó una crisis interna al Gobierno de final incierto. Pero, al mismo tiempo, le dio un corte a un conflicto que amenazaba con transformar al país en un verdadero Titanic.
Era claro que la sanción de la ley no solucionaba el conflicto social y político que se había generado desde el 11 de marzo pasado. Cobos y muchos otros, incluidos funcionarios del gobierno a los que los Kirchner no escuchan, lo vieron así.
La realidad les ha dado la razón. “Si no ganábamos en Diputados nos teníamos que ir”, había dicho el ex presidente en funciones, Néstor Kirchner, en las horas eufóricas que siguieron a la difícil victoria que el oficialismo logró en la Cámara baja.
Era la visión de quien creyó haber percibido en todo este conflicto, el montaje de una conspiración tendiente a desplazar a Cristina Fernández de Kirchner del poder que ejerce con total legitimidad. La realidad, sin embargo, le ha demostrado que estaba equivocado. No se escuchó, ni durante todo el debate ni después, una sola voz de significación política, económica o social que pusiera en duda la estabilidad de la Presidenta. Por el contrario, se respiró un clima de alivio que se extendió por todo el país. Además, los mercados financieros reaccionaron positivamente y hubo liquidación de dólares de los exportadores.
Por supuesto que, en el nuevo escenario que ha quedado plantado desde que, a las 4.25 de la mañana del jueves pasado, Julio Cobos votó en contra de la aprobación de la Resolución 125, las consecuencias son múltiples. Veamos algunas de ellas.
Lo que pasó en el Congreso es un claro “no” a un estilo de hacer política y de gobernar de los Kirchner, basado en la confrontación permanente, que le ha generado al Gobierno la pérdida de un capital político inmenso y que ha abierto, además, una interna fulminante en el Partido Justicialista, impensable hasta el 10 de marzo pasado. La figura de Eduardo Duhalde surge con una fuerza creciente. “Los teléfonos de la mayoría de los intendentes del Gran Buenos Aires están apagados. Este es un fin de semana de reflexión para todos ellos”, manifestaba una fuente que les conoce hasta la respiración. El liderazgo de Néstor Kirchner al frente del PJ está en dificultades. No tiene ningún referente importante en los principales distritos electorales del país, esto es, Provincia de Buenos Aires, Capital Federal, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos.
¿Qué pasará con Cobos? “En el Gobierno lo van a poner en el freezer. Los Kirchner están furiosos con él. No lo echan porque no pueden”, afirman desde el entorno del matrimonio presidencial.
Por el lado de la conducción del radicalismo las cosas no son muy distintas. “Valoramos lo que hizo pero de ahí a que esto sea un pasaporte a su regreso al radicalismo hay un largo trecho. Hay que tener presente que Cobos fue expulsado del partido luego de que el comité de ética dictaminara que había cometido faltas muy graves que de ninguna manera pueden ser olvidadas”, afirman desde la cercanías del senador Gerardo Morales, titular de la UCR.
Otra de las consecuencias de la votación en el Senado ha sido la derogación de la Resolución 125. El Gobierno lo hizo a través del Decreto Nº 1176, que merece un análisis detallado de varios de sus párrafos.
El decreto comienza describiendo la situación originada por el impacto sobre el costo local de los alimentos, causado por el crecimiento del precio internacional de las materias primas. Dice entonces que “…Ante ello, con la clara finalidad de estabilizar los precios internos a niveles convenientes, mantener un volumen de oferta adecuada a las necesidades del mercado interno y asegurar un máximo posible de valor agregado en el país con el fin de obtener un adecuado ingreso para el trabajo nacional, se modificaron derechos de exportación vigentes para soja, girasol, maíz y trigo y sus derivados”.
Al respecto hay que decir, una vez más, que esta no es la verdad. El origen real de las retenciones móviles fue otro y tuvo que ver con la necesidad del Gobierno de obtener dinero que, para algunas fuentes gubernamentales, iba a ser destinado a pagos de la deuda externa, mientras que, para otras ligadas a la Jefatura de Gabinete, tenía como destino el pago de los mayores costos originados por la importación de energía.
Sigue diciendo el Decreto 1176 que “…Sin perjuicio de haberse dictado en uso de facultades regladas, para mayor institucional y ejercicio de la democracia, se postuló la ratificación de las medidas y la transformación del Programa de Redistribución en un Fondo con Afectación Especial por el Honorable Congreso de la Nación”.
El tema de las facultades del Poder Ejecutivo para emitir un decreto que regula derechos de exportación es un asunto altamente controvertido. El Gobierno dictó esta medida basado en una reforma del Código de Procedimientos Aduaneros que se produjo en tiempos del Proceso y que originó presentaciones judiciales que aún no fueron resueltas.
Más adelante, el decreto expresa que “…En la convicción de que nada es mejor para la institucionalidad que respetar más a las instituciones, se pretendía que el propio Poder Legislativo tome plena participación, discusión y decisión en un tema que válida y prácticamente –atendiendo a la realidad de las urgencias que siempre imponen las políticas económicas– había oportunamente y legítimamente delegado”.
La realidad es que la vía legislativa no surgió como producto de ninguna convicción institucional, sino como consecuencia de las sugerencias del vicepresidente y de alguna voz desde el interior de la Corte Suprema de Justicia ante la necesidad de encontrarle una salida al conflicto generado entre el Gobierno y el campo.
Otro párrafo dice que la resolución “…fue pretexto para un violento lock out, que inició una escalada de cortes de rutas, desabastecimiento, encarecimiento de alimentos, coacciones, amenazas, agresiones verbales y físicas, y ha querido presentarse ante el pueblo de la Nación como una manera de menoscabar la participación del Honorable Congreso de la Nación”.
Esto lo hemos señalado y criticado desde esta columna. Será bueno que, en el futuro, el Gobierno que muchas veces toleró y apoyó cortes de ruta, coacciones, amenazas, agresiones verbales y físicas de quienes le son afines, modifique su conducta.
En otro momento, el decreto afirma que “…Forzoso es decirlo, el debate mostró un ejercicio al interior de las instituciones, pero en un marco de agresiones y presiones de todo tipo ejercidas sobre los legisladores y sus familias y sus lugares de residencia de una manera que es preciso desterrar de los comportamientos sociales y públicos para que en verdad exista cada vez más institucionalidad”.
Es cierto, esto existió y es lamentable. Pero existió de los dos lados.
“Que, sin embargo, todo indica que la resolución del tema por esa vía (la legislativa) resulta imposible, dada la situación existente. Si bien la Honorable Cámara de Diputados de la Nación pudo arribar a una expresión de esa voluntad por mayoría absoluta, en la Honorable Cámara de Senadores de la Nación existió un empate que hizo necesario el desempate por el Señor Vicepresidente de la Nación”.
Pregunta: de haberse producido un resultado inverso, es decir que el voto del vicepresidente de la Nación hubiera sido favorable al proyecto oficial, ¿el Gobierno habría hablado también de un empate?
Continúa diciendo que “…Si bien los diputados pudieron acordar un proyecto que logró una mayoría parlamentaria suficiente, en la Cámara de Senadores sólo pudieron empatar en singulares condiciones y si ningún consenso positivo, generándose una virtual imposibilidad de decisión oportuna del tema”.
Cuando se habla de singulares condiciones, a qué se refiere. ¿Se refiere a la negociación del gobierno con Ramón Saadi? ¿Se refiere a la reunión con la senadora Ada Maza para convencerla de los beneficios que su voto positivo podría tener para el futuro de su hermano, el ex gobernador de La Rioja Angel Maza, afectado por un proceso judicial que le complica su presente y su futuro? ¿O se refiere al intento desesperado del senador José Pampuro para evitar que Julio Cobos desempatara la votación en el Senado?
La evidencia muestra que, hasta aquí, a los Kirchner les ha costado mucho digerir esta derrota. Por eso fue que Alberto Fernández decidió armar la reunión del viernes por la noche en la Residencia de Olivos.
El objetivo fue el de levantarle el ánimo a la Presidenta. Néstor Kirchner no estuvo porque se encontraba en Santa Cruz asistiendo al funeral del amigo fallecido, a quien aludió Cristina Fernández de Kirchner en su discurso en Resistencia. De los que conforman el círculo aúlico del matrimonio presidencial, el jefe de Gabinete es el más dispuesto a reconocer la realidad.
La impresión de varios legisladores allí presentes fue que el discurso de la Presidenta, una muy buena oradora, fue más bien pobre. Criticó a los traidores. “Perdí porque el vicepresidente me votó en contra”, dijo. La realidad es que, junto con el voto en contra de Cobos, estuvo el de muchos legisladores del oficialismo. No reconoció ningún error. Dio la idea de que los cambios que vayan a venir serán por imperio de los hechos y no por convicciones o autocrítica.
“Alberto Fernández va a seguir, no tanto porque él quiera quedarse sino porque no hay quien lo reemplace. Es posible que a Moreno le vayan a dar otro destino. Es poco probable que Néstor Kirchner decida dar un paso al costado. Y, eso sí, a Cobos lo van a poner en el freezer. No lo echan porque no pueden”, se sinceró alguien que estuvo en la noche del viernes en Olivos.
Sobre Moreno nadie quiere arriesgar nada. “De acá me tengo que ir”, se le escuchó decir el jueves pasado en medio de una furia que traspasaba las paredes de su despacho.
Epílogo
El jueves terminó para el Gobierno un ciclo de un poder que, durante cinco años, pareció invulnerable. Fue un ciclo que hizo de la confrontación un estilo de hacer política. Buscó y logró acumular poder a través de la división. Dividió al justicialismo, dividió al radicalismo, dividió a la CGT y hasta dividió a las organizaciones defensoras de los derechos humanos. Utilizó un doble discurso que, hay que reconocerlo, le dio, hasta aquí, resultados. En nombre de la supuesta nueva política se nutrió de una mayoría de nombres de la vieja política a la que decía denostar.
La Presidenta tiene una formidable oportunidad para cambiar esto en beneficio del país y de su gobierno.
Es hora de pedirle a su esposo que dé un paso al costado. Con su accionar, guiado por la supuesta intención de protegerla, la ha dañado, debilitado. La legitimidad de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, que es indiscutible, surge de los votos que obtuvo en la elección de octubre pasado.
Es hora de dar fortaleza a su gestión. No sería mala idea la de oxigenar el gabinete. Los Moreno y compañía ya no van más. Sólo le han traído problemas y descrédito.
Es hora de generar las condiciones para dialogar y debatir con los que piensan distinto.
¿Cuánto ganaría la Presidenta si hiciera esto?
¿Cuánto ganaría si, en vez de condenar a Julio Cobos al ostracismo de la indiferencia, lo convocara para concretar la idea de un gobierno plural y no singular?
La respuesta es obvia: mucho.
¿Lo hará? Ese es el interrogante, diría Hamlet.
Producción periodística:
Guido Baistrocchi,
con la contribución de Laura Bartolomé y Santiago Serra.