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La verdad y los hoteles terribles

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En 1982, la Revista de Occidente publicó una entrevista genial a George Steiner. El autor de la entrevista era Nigel Dennis, quien falleció hace poco más de un año, a los 64. Era hispanista, catedrático de Literatura Española en la universidad de Saint Andrews, en Escocia. La entrevista a Streiner es ejemplar por muchas razones, pero sobre todo porque Dennis consigue poner nervioso al erudito francés con preguntas urticantes y objeciones deliberadamente molestas. Dennis acorrala a Steiner a propósito de sus heterogéneos gustos literarios, que lo llevaron, por ejemplo, a decir que el panfleto antisemita por excelencia, Bagatelas para una masacre, de Louis-Ferdinand Céline, era una obra asquerosa pero estaba bien escrita. Dennis lo acorrala, decía, y Steiner lanza una pequeña diatriba ejemplar, que ni siquiera necesito corroborar porque me la sé de memoria: “Como vivimos en un mundo que parece diseñado en gran parte por Kafka, incluso puedo concebir que a veces la verdad salga de bocas inhumanas y bestiales; la verdad es tan compleja que se aloja en algunos hoteles terribles”.

Recuerdo esto a cuento de nada, o simplemente a cuento de que el diario milanés Corriere della Sera solía traer una pequeña sección imperdible (desconozco si la sección sigue saliendo). En la página de Cultura, el encabezado consistía en un microrrelato extraído de la obra de un autor cualquiera. Un redactor pesquisaba historias extrapolables en los textos más diversos, y eran copiadas ahí, con una particularidad: se omitía el nombre del autor. Para develar el misterio era necesario comprar el diario al día siguiente, donde junto al nombre del autor misterioso estaba el nuevo microrrelato sin firma. Como juego parece estúpido, pero no lo era. La sección atentaba contra el prejuicio y, veladamente, aludía tanto a cuestiones literarias como religiosas, diría, incluso, metafísicas. Por ejemplo, uno leía un microrrelato un día y lo consideraba de una obviedad apabullante, y al otro día descubría que había sido extraído de una obra de Borges (como primer ejemplo es bueno, pero en realidad yo no fui el decepcionado en ese caso; la sección también contribuía a eso, a que ciertos detractores encontraran confirmadas ciertas teorías). Otro día (el Corriere della Sera se llama así porque en sus comienzos, allá por 1876, salía a las 9 de la noche) el hermoso relato de las cortas andanzas de una princesa árabe, que me había encantado, resultó haber sido escrito por el brasileño Paulo Coelho. Otro día, la historia desopilante de una mujer que pare una esfera, bastante estúpida por cierto, resultó haber sido escrita por el italiano Giorgio Manganelli. Así es como se derrumban y se erigen monumentos. La sección aquella conseguía (insisto, tal vez lo sigue consiguiendo, no lo sé) instalar aquella idea steineriana acerca de que la verdad (o la belleza, o lo que quieran) puede aparecer en cualquier parte, incluso en las páginas del libro del autor más odiado.