Estas páginas sembrarán polémica. Dar espacio a dos ex jerarcas de la dictadura más sangrienta de la historia argentina (condenado, uno, y procesado, otro, por crímenes de lesa humanidad) invita al facilismo tradicional –recargado en estos tiempos– de emparentar el derecho a la libre expresión con la apología del delito. De lo que se trata,o al menos es lo que intenta PERFIL, es brindar diferentes y amplias miradas sobre los hechos, con el propósito de contribuir a que sus lectores puedan entender lo que pasó, lo que pasa y lo que puede pasar. Sin subestimaciones y sin simplificaciones.
En ese sentido es que consideramos invalorables los materiales aportados por Ceferino Reato, especialmente, como así también por Vicente Muleiro (ver páginas 62 y 63). Porque aun desde puntos de vista distintos, buscan poner algo de luz sobre nuestro pasado más trágico. Y exponen coincidencias que no deberían sorprender: la ausencia de autocrítica de los protagonistas. No hacerse cargo explica mucho de lo que es la Argentina. La pasada y la actual.
El periodismo militante (el autovanagloriado como tal y el que se disfraza de otras cosas) juzga, divide entre buenos y malos, evita debatir sin descalificar. El desafío del periodismo profesional, el desafío de PERFIL, es esforzarse por ayudar a comprender las diversas realidades, que son mucho más complejas de lo que pretenden hacernos creer aquellos que pelean por apropiarse del relato, de cómo se cuentan las cosas. Las de antes y las de ahora.
Videla y Harguindeguy desnudan que esa batalla es tan vieja como autoritaria.
* Secretario de redacción del diario PERFIL