Persiste la ceniza. Subsiste la miopía. El bostezo del volcán chileno es pasajero. Nuestra abulia, no. Pocas veces se dió tal conjunción de aerolitos zumbando sobre el mapa del país. Pero ni asustan ni importan a nadie. Se mencionan sus nombres pero no indigna su presencia. Despliegan ante nuestros ojos impune contradanza moral mientras en tierra 40 millones de burros soñamos con la Zanahoria de Octubre.
Según sostiene la Constitución, asegura el gobierno y recita el desgobierno, de cumplirse con las leyes, ese mes podremos dar un nuevo salto y recibir así un flamante trocito del brillante futuro republicano que Dios (por ser nuestro connacional) nos regaló.
Aunque no es seguro que le vaya bien a Dios con nosotros y a nosotros con él. La cosecha de chantas nunca se acaba y así no hay modo de sincerar el escenario. Saltan liebres cuando menos se las espera. Auto Honda que candidato a vice ministro Boudou inscribió con nombre falso y todavía no aclaró.
Dineros enviados a paraísos fiscales por "mano derecha" de Echegaray, titular de la Afip. Acusación a Gerardo Martinez (consultor presidencial y titular de la Uocra) de haber sido agente civil en el Batallón 601 en tiempos en que desaparecieron 105 albañiles. Los aerolitos cortan el aire y la respiración.
Menos mal que el Fútbol colabora para que Todos dediquen la Previa a mirar lo que sucede sobre el césped sintético y descuiden lo que pasa sobre el pasto social. Tan anestesiada permanece la feligresía civil que el aerolito Schoklender sigue dando coletazos sin que nadie se rebele.
La tevé da más plana al embozado que roba carteras montado en una moto que al Compartidor de Sueños que maxi afana guiando una Ferrari. Por tradición, quien asalta un Banco siempre alcanza el idolazgo entre los argentinos. Cuánto más el espectacular Schoklender, quien al amparo de madrinas y padrinos del más alto nivel desvalijó la Caja de la Administración del País con destreza digna de un artista del Cirque du Soleil. Sus andanzas obligan a dejar toda ingenuidad y encarar la que debería ser la pregunta del millón de la política argentina: ¿Dónde se cría la vinchuca, en un rancho de paja o en el sillón de Rivadavia?
Tal el estado de situación en Bebelandia a poco más de 100 jornadas del Día de la Zanahoria.
Soporífero y tramposo invierno que nos deja desnudos ante preguntas insólitas de respuestas urgentes. ¿A qué debemos dedicar mayor preocupación social? ¿A la inflación, al semitriunfo de Macri o al vómito de Fito Páez, a quien nunca le dió asco manotear 700.000 dólares de Buenos Aires como denuncia Luis Ventura? ¿A discutir si "querétaro" es la palabra más linda del idioma? ¿A elegir la más fea entre mafia, paco, lameculos, sectario, totalitario, vendido, analfabestia o facho? ¿O a reflexionar sobre la creciente disminución de la capa de ozono en la que se juega nuestra anécdota planetaria y no solo nuestra pavada nacional?
Estos días la Universidad de Columbia reiteró avisos de extrema gravedad. El alto consumo de oxígeno de los 900 millones de autos, ómnibus y otros medios de transporte que circulan en el planeta están abriendo un "hueco" en la capa de ozono que sobrepasa los 30 millones de kilómetros cuadrados. Si es así, el "agujero" que se le abrió equivale a la superficie de 10 Argentinas. O para ser más precisos, a 11. ¿O acaso ésta, en la que intentamos respirar, no va perdiendo su aire, cada día, desesperadamente?
(*) especial para Perfil.com.