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Las FARC se debilitan y su problema es político

La reunión extraordinaria del Consejo de la Organización de Estados Americanos (OEA), realizada el miércoles en Washington, resolvió con el voto unánime de sus 32 miembros reafirmar el principio de la soberanía territorial, tras la incursión militar del ejército de Colombia en Ecuador en la madrugada del 1° de marzo; al mismo tiempo, no condenó a Colombia.

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La reunión extraordinaria del Consejo de la Organización de Estados Americanos (OEA), realizada el miércoles en Washington, resolvió con el voto unánime de sus 32 miembros reafirmar el principio de la soberanía territorial, tras la incursión militar del ejército de Colombia en Ecuador en la madrugada del 1° de marzo; al mismo tiempo, no condenó a Colombia. La resolución probablemente omitió la condena al gobierno colombiano al comprobarse que, en territorio ecuatoriano, a 1.800 metros de la frontera establecida por el río Putumayo, se encontraba una de las principales bases militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP).
Tras la incursión militar en Ecuador, el presidente Hugo Chávez rompió relaciones diplomáticas con Colombia, expulsó al embajador colombiano en Caracas y dispuso el envío de 9.000 hombres a la frontera. Más importante, Chávez modificó su posicionamiento en el conflicto colombiano y, por extensión, cambió la situación geopolítica en América del Sur. Dejó atrás el reclamo de una “solución política” en Colombia, que tenía como componente el reconocimiento del carácter “insurgente” de las FARC, y se identificó plenamente, en términos políticos, estratégicos, militares e ideológicos con la organización guerrillera.
El conflicto colombiano se internacionalizó el fin de semana, probablemente en forma irreversible, y la nueva etapa emergió a través de una operación bélica. En este conflicto, que ha modificado y ampliado su naturaleza, el balance estratégico ha cambiado; el tiempo corre ahora en contra de las FARC y de sus nuevos aliados.
El problema de las FARC no es la falta de recursos ni la carencia de armas; es la guerrilla con el más alto nivel de financiamiento y el equipamiento más moderno de toda la historia de América latina.
Su problema es político; su apoyo popular en Colombia es mínimo y tiende a decaer. Sólo el 4 o el 5% de la opinión colombiana respalda a la organización guerrillera; y aumentan en sus filas, no sólo las bajas, sino sobre todo las deserciones. Eran 16.900 combatientes en el año 2000 y ahora son 8.900. Sufre entre 1.500 y 2.000 bajas por año. En los últimos 12 meses, las FARC han perdido dos comandantes regionales y otro ha sido capturado. El viernes cayó el segundo integrante del secretariado en una semana, Iván Ríos. En enero y febrero perecieron 247 combatientes y 226 fueron capturados, mientras desertaron 360 en el mismo período.
Las FARC han abandonado las grandes ciudades, y en general, el occidente colombiano.
Se han retirado hacia las fronteras sur y sureste del país, perseguidas por un ejército que tenía 200.000 hombres hace cinco años y ahora dispone de 380.000.
Entonces, el ejército era un conjunto pasivo e inmóvil que disponía sólo de cuatro helicópteros y ahora está distribuido en 30 brigadas, entre ellas 20 unidades altamente móviles.
Al retirarse hacia las fronteras con Ecuador y Venezuela, las FARC han perdido movilidad y se han visto obligadas a defender una base fija, último reducto en territorio colombiano, situada en los departamentos de Caquetá, Putumayo, Meta y Nariño. Allí se encuentran las 78.000 hectáreas de sembradío de coca que conforman el primer eslabón del negocio de producción de cocaína, que factura 3.000 millones de dólares por año y sobre el que las FARC tienen una participación directa del 15% (unas 510 toneladas de cocaína por año que representan más de 750 millones de dólares), además de aplicar un impuesto del 10%, denominado “gramaje”, sobre el resto.
El repliegue de las FARC hacia los departamentos selváticos del sur y el sureste ha disminuido el número de sus secuestros de carácter económico, que son su segunda fuente de financiamiento. La importancia cada vez mayor del narcotráfico como fuente de recursos le otorga a las 78.000 hectáreas de plantíos de coca una creciente relevancia estratégica para la organización.
Significa que las FARC pierden movilidad al verse obligadas a defender bases fijas. Una organización guerrillera volcada a una orientación crecientemente rígida desafía su naturaleza y enfrenta un dilema que pone en juego su sobrevivencia. Las FARC, en síntesis, han perdido la iniciativa estratégica.