El jefe de Gabinete Alberto Fernández dijo públicamente que me la paso advirtiendo de cosas que
nunca pasan. Pocas veces la historia le ofreció a un gobernante una oportunidad tan buena para
mantener silencio. No necesito contestarle; el juicio oral y público que se inicia estos días
contra los directivos de LAPA y Fuerza Aérea es una réplica demasiado contundente para que yo
pueda agregarle algo.
Por otra parte, el hecho de que sea una discusión que sólo puedo zanjar si hay 200 muertos,
cuando es lo que estoy tratando de evitar, desnuda la pobreza argumental del razonamiento (por
llamarlo de algún modo).
Planteos como éste nos llevan directo al 31 de agosto de 1999, día en el que 65 personas
perdieron la vida de un modo inútil, cruel y evitable. En este juicio se va a procesar a personas
que dijeron en su momento lo que hoy repite el jefe de Gabinete. Son personas que ignoraron avisos
y trataron de disimular que los recibieron.
¿Qué esperamos de este juicio? La respuesta es simple: justicia, verdadera, real y profunda.
Queremos que de una vez por todas se delimiten las fronteras entre la negligencia y el dolo.
Negligencia es que de un plantel de 100 pilotos se pasen de vacaciones 4 o 5 por 10 o 15 días. Pero
si la casi totalidad de los pilotos está vencida de vacaciones por 1 año el que menos, y por 6 años
el que más, está muy lejos de ser negligencia. Al piloto que se mató le debían más de 2 años de
vacaciones. Esto produce fatiga crónica, que a su vez es accidentógena. La fatiga se acumula, el
descanso, no. Este esquema de gestión de personal nada tiene que ver con la negligencia, esto es un
plan delictivo para ahorrar dinero, a costa de la seguridad y la vida de las personas
transportadas. Si no se les conceden las vacaciones a los pilotos, se reduce sensiblemente el
número de pilotos por avión. Ya no se necesitan 10 pilotos por avión, con 6 o 7 alcanza. Que esta
situación deteriorara la seguridad no pareció importarles a la Fuerza Aérea ni a LAPA.
Si además no se mantienen los aviones, si además el piloto está vencido en sus cursos de
factores humanos, si además es promovido irregularmente a comandante –dos veces, no una, como
se ve en la película Whisky Romeo Zulú– con informes de simulador que dicen que no puede
mantener el avión derecho y en un entorno operativo en el cual las alarmas suenan en falso todo el
tiempo, un accidente es un desenlace prácticamente inevitable. ¿Cómo pueden alegar culpa del
piloto, cuando ellos lo pusieron allí a pesar de sus antecedentes?
Será este juicio, el que nos diga a los argentinos y las generaciones por venir, si todo lo
enunciado es dolo o negligencia.
El jefe de la Fuerza Aérea, cuando se cayeron los aviones de Austral y de LAPA, era el
brigadier Montenegro. Esta persona tuvo un alto grado de responsabilidad en ambos accidentes. Hoy
debería estar sentado en el banquillo de los acusados. Sin embargo, está sentado al lado de la
ministra Nilda Garré: es su principal asesor. Hay gestos políticos que dicen mas que mil palabras.
Puede que el juicio sea también una advertencia para los políticos venales.