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Las mujeres políticas no son santas ni demonios

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Las presidentas de la Argentina, Brasil y Chile están contra las cuerdas por la corrupción, una realidad en América Latina. ¿Por que las mujeres presidentes se salvarían? ¿Por ser mujeres hay más  intolerancia? ¿O la presunción es que son menos corruptas?

Chile, país con menor nivel de corrupción según Transparencia Internacional, puesto 21 en 175, no está acostumbrado a la corrupción. El escándalo empezó a mediados del año pasado afectando dirigentes de UDI, partido de la oposición, luego comprometió a personajes del gobierno, pero culminó este año con el “nueragate” que afecta a Bachelet por estar implicados su nuera y su hijo, aunque sólo es tráfico de influencias. Esto ocurre en un contexto de problemas económicos acompañados de importantes cambios políticos que está implementando el gobierno y que la sociedad resiste.

En Brasil, a Dilma le explotó el “Petrolao” que venía de antes, pero actualmente tiene más de cuarenta políticos y veinte empresarios involucrados, y la propia Dilma está afectada por su responsabilidad en el gobierno de Lula. Es muy grave porque implica fraudes millonarios. Brasil está considerado por Transparencia Internacional con índice medio de corrupción, su pueblo tiene el antecedente de haber destituido a un presidente por corrupción, precedente no menor.

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En la Argentina las denuncias de corrupción que comprometen a la Presidenta crecieron, pero ya existían durante el gobierno de su esposo. Incluso hay funcionarios, como el vicepresidente, procesado por la Justicia y que la Presidenta sostiene. Argentina es calificado con alta corrupción, la sociedad acepta más la corrupción que en los otros países, hecho que facilita su persistencia.

La reacción de ellas es diferente: Bachelet asume, pide perdón y promueve correcciones. Dilma, que empezó echando a sus colaboradores ante la mínima sospecha, ahora es más cauta y sabe el riesgo que corre. Cristina no sólo no da ninguna explicación sino que contraataca, denunciando complot de distintos sectores, conociendo que su pueblo lo tolera si la economía va bien.

Las mujeres políticas no son ni santas ni demonios, frente a la corrupción la condición de ser mujeres no es relevante. La situación económica las afecta como a los hombres presidentes. La corrupción expresa reacciones dispares de los pueblos, en Chile no están habituados y la reacción ante un hecho no tan grave es similar a la de Brasil en que tiene una gran magnitud, o en la Argentina que tiende a concentrarse en la propia presidenta. La distinta reacción de ellas y sus pueblos señalará su futuro político y también de nuestros pueblos.

 

*Presidenta de Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer e Integrante Mesa Convención UCR.