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telpuk y bereziuk, aliadas impensadas del gobierno

Las nereidas de Cristina

Tetis, la hija de Nereo y Doris, la madre de Aquiles, fue la más famosa de las nereidas, unas diosas marinas que saltaban de repente a la superficie montadas en delfines u otras bestias para ayudar a atribulados navegantes en peligro.

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“Llegó Tetis, la diosa de argénteos pies. ¿Por qué, oh Tetis, la de largo pelo, venerable y cara, vienes a nuestro palacio? Antes no solías frecuentarlo. Pero sígueme y te ofreceré los dones de la hospitalidad.”

Homero



Tetis, la hija de Nereo y Doris, la madre de Aquiles, fue la más famosa de las nereidas, unas diosas marinas que saltaban de repente a la superficie montadas en delfines u otras bestias para ayudar a atribulados navegantes en peligro. Los más famosos de aquellos marineros en apuros fueron los llamados argonautas, quienes, encabezados por Jasón, tuvieron a su cargo el inquietante rescate del vellocino de oro, una valiosa piel de cordero bañada en ese metal precioso que un rey había guardado en un bosque, bajo el celoso cuidado de un dragón y una serpiente gigante que no dormían nunca. Si Jasón pudo cumplir su misión y regresar sano y salvo a casa fue, en gran medida, gracias a que las nereidas saltaron por él.

Digámoslo de una buena vez: los griegos sí que tenían conflictos serios. Nada de maletas cargadas de dólares, ni financiamientos clandestinos de campañas electorales, ni juicios en Miami, ni comprometedoras escuchas del FBI. Es lo que hay, de todos modos. Tales son los desafíos que hoy debe sortear nuestra Presidenta para salir ilesa del Valijagate.

Y, de repente, cual nereidas montadas en patines o supuestos romances, ahí están María del Luján Telpuk y Victoria Bereziuk, convertidas en sus aliadas menos pensadas en la marea judicial que sacude a la Argentina, a Venezuela y, con menor intensidad, también a los Estados Unidos. No serán Tetis ni Galatea, la nereida que enamoró al cíclope Polifemo. Igual tienen lo suyo, la morochona y la rubia, por más que donde decía mitología antigua ahora deba decir culebrón latinoamericano.

Telpuk, la ex policía aeroportuaria que descubrió la valija llevada por Guido Antonini Wilson y ahora se desvive por patinar por un sueño, estaba volando a Miami al cierre de esta edición.

Bereziuk, la ex secretaria del kirchnerista Claudio Uberti, que participó como su jefe de aquel vuelo nocturno, fue sindicada esta semana como supuesta amante del Gordo Antonini.

Tanto una como la otra pueden tener el poder para que Antonini termine convertido en un mentiroso y el caso se vaya a pique, para alegría de Cristina Kirchner, su marido y el bolivariano Hugo Chávez. ¿Por qué? ¿Qué pueden aportar? Cosas distintas, pero que apuntan en idéntica dirección: que hubo una sola valija en aquel taxi aéreo y que los US$ 800.000 eran del voluminoso personaje, que en los últimos días reapareció en público mucho más flaco, por obra y gracia de un cinturón gástrico.

Telpuk dice que hubo una sola maleta con dólares esa noche. O que, por lo menos, nada le permitió sospechar que hubiera otra u otras de similares características. “No puedo decir que no había otras, pero no puedo hablar de lo que no vi”, dijo en su última declaración.

Ratificado este dato ante la Corte de Miami, todas las miradas deberían correrse hacia Victoria Bereziuk, cuya atractiva silueta podría haber sido el único motivo por el cual Antonini tuvo un asiento en el Lear Jet.

Repasemos las hipótesis:

◆ El fiscal Tom Mulvihill sostiene que la valija repleta de billetes de US$ 50 no era de Antonini, sino que era dinero de la petrolera PDVSA destinado a la campaña de Doña Cristina. Y afirma que, para disimular esa realidad, los servicios de inteligencia venezolanos presionaron al Gordo para que la ocultara. Hay más de 200 grabaciones tomadas por el FBI donde se habla reiteradas veces del tema.

◆ El abogado Ed Shohat, defensor del venezolano Franklin Durán (el único de los amigos de Antonini que no confesó, pese a las evidencias), sostiene que la plata era de Antonini, que éste subió al avión porque lo invitó su presunta amante (Victoria Bereziuk) y que fue Antonini quien trató de comprometer a todos los involucrados para que lo ayudaran a disfrazar el origen negro de ese dinero destinado a operaciones comerciales particulares. También desliza que al FBI le vino bárbara la idea, por obvias razones políticas.

Queda claro que Shohat pidió el testimonio de Telpuk para consolidar la idea de que hubo una sola valija, al menos amparándose en que no existe modo de probar que hubo más.

No queda claro, en cambio, qué hará con Bereziuk. Por ahora, sólo se limitó a preguntarle a Antonini si había mantenido relaciones sexuales con ella, con lo cual dejó perplejo al Gordo y armó un revuelo bárbaro en la sala. La jueza Joan Lenard sólo se limitó a decir “ha lugar” ante la protesta del fiscal, mientras miraba por encima de los lentes al abogado.

Es un hecho que Shohat no introdujo inocentemente el dato. Su astucia felina es tema de conversación en los entretiempos del juicio. Se espera que, en los próximos días, algún testigo le sirva de vehículo para ratificar la pista sentimental del asunto, con la indudable intención de demostrar que Antonini no llegó a Buenos Aires en la madrugada del 4 de agosto de 2007 como invitado del Estado argentino, sino arrastrado por una juvenil pollera.

¿Por la misma razón llegó Antonini a una reunión en la Casa Rosada el lunes siguiente, tal cual declaró la propia Bereziuk en los Tribunales porteños? Aquí pareciera caerse esa pretendida coartada: era un acto oficial, con Chávez como figura estelar.

En estas grietas de la historia, de todas maneras, se afirma la defensa mediática del Gobierno argentino. Aunque sin hacer referencia alguna, por ahora, a las intimidades de Bereziuk, el ministro Aníbal Fernández volvió a calificar ayer de “mequetrefe de alquiler” a Antonini, mientras revalorizó a Telpuk como una funcionaria del Estado (y bajo su mando supremo) que sólo cumplió con su deber.

Una morocha en el escáner: María del Luján Telpuk. Una rubia en el avión: Victoria Bereziuk. Dos bellas y sorpresivas nereidas. Un problema: también las sardinas se llaman Nereida. Y si se pasan un poco, huelen pésimo.