Mauricio Macri no sabe de verdad si va a ser candidato presidencial en 2023, pero esta semana terminó de decidir que eso es lo que va a dejar que se piense a partir de ahora.
Hasta hace un mes, su estrategia comunicacional impartía que cada vez que él o sus voceros hablaran al respecto, transmitieran la sensación de que no lo haría “en un 90%, dejando en un 10% la puerta abierta a que finalmente lo fuera a hacer”.
Hoy esa ecuación varió: seguirá sin haber confirmación de una candidatura, pero ya no se dejará trascender que se trata de una posibilidad demasiado lejana.
Motivos político-judiciales. Hay dos motivos que esgrimen para justificar el giro. Uno es la necesidad de “no dejar tan solo a Horacio”, explicando que, si Macri se corriera ahora, Rodríguez Larreta quedaría expuesto, en su condición de máximo presidenciable del espacio, a los ataques del oficialismo. El segundo motivo es más urgente y personal y quedó reforzado esta semana: el temor a que, corriéndose ya de esa batalla electoral, su figura se debilite y su libertad se ponga “a tiro de algún juez kirchnerista”.
Se podrá dudar de la sinceridad de la primera de las argumentaciones. Pero no de la segunda.
En el larretismo aseguran que nadie les pidió opinión sobre la generosa motivación y aclaran que, sea como fuere, en nada cambiará la decisión del jefe porteño de convertir en realidad su sueño presidencial de la niñez.
Pero es la motivación judicial la que en realidad hace replantear el futuro político del ex presidente: está convencido de que su contraparte en la grieta, la ex presidenta, promueve una avanzada judicial en su contra para poner a ambos en un pie de igualdad en materia de corrupción. Según cree, Cristina Kirchner luego buscaría un “acuerdo de impunidad” que los salve a ellos y a sus hijos. Ese es el mayor temor que Macri les confiesa a los suyos, que en pos de igualar conductas el cristinismo también vaya por sus descendientes.
Paranoico o no, Macri comparte con Cristina la certeza de que el otro está detrás de las causas judiciales en su contra. Teniendo en cuenta que ambos controlaron el Poder Ejecutivo en un país en el que eso significa la posibilidad cierta de intervenir sobre los demás poderes, esa paranoia revela que los dos son conscientes de la capacidad presidencial de manejar jueces.
Hacen bien en temerse mutuamente. En esta enfermiza lógica argentina en la que una de las formas de dirimir conflictos es judicializar la política (y politizar la Justicia), cualquier decisión de un gobierno puede terminar en un juicio de años. Azuzado por las barras mediáticas de cada sector y aplaudido para sus respectivas audiencias.
Causas y azares. Y si bien ese miedo no es zonzo, no son las causas motivadas en decisiones políticas las que más los deberían preocupar (los filtros de las distintas instancias judiciales terminarán poniendo las cosas en su lugar). Sus preocupaciones deberían focalizarse en las investigaciones relacionadas con negocios incompatibles y beneficios propios, o para amigos, socios o familiares.
Con eventuales pruebas contra uno o ambos ex mandatarios, solo una decisión política como una amnistía o un indulto podría salvarlos. Porque desde el punto de vista judicial, la única alternativa sería cambiar la actual composición de la Corte Suprema.
Las causas judiciales son uno de los motivos que lo hacen pensar en 2023, su dilema es que aún...
En el macrismo estiman que, si finalmente fuera necesario que su líder se presentara en 2023 por los motivos mencionados (se supone que también lo motivaría el bien del país), quienes fueron sus segundos no deberían interponerse. Piensan en Larreta y también en Patricia Bullrich. Por lealtad, dicen, y por conveniencia: están seguros de que, obligados a competir en unas PASO, nadie obtendría más votos que Macri.
Cuentan con que, aun aceptando una baja intención de votos en el electorado general, (¿15%/20%?), ese porcentaje se duplicaría en una interna dentro del PRO y le alcanzaría para triunfar.
La chance de ganar el 14 de noviembre y regresar al poder dos años después revivió a la oposición en general. A lo que en el macrismo se le suma la especial preocupación por dos de las causas judiciales que involucran a su líder: la del Correo (en la que este mes el propio hermano de Macri, Mariano, se presentó como querellante) y la del supuesto espionaje a los familiares de las víctimas del ARA San Juan. En este caso, no por el temor a que se compruebe algún delito, sino por la utilización política de un tema tan sensible.
¿Larreta-Macri? Lo cierto es que, tras un gobierno que dejó una caída del PBI de 4% y variables socioeconómicas peores a las que recibió –además de una imagen negativa que, como la de Cristina, ronda el 60%–, parece difícil volver a intentarlo con posibilidad de éxito.
Incluso en el hipotético caso de vencer en una interna, para imponerse en una elección general enfrentaría el mismo problema que llevó a la ex jefa de Estado a dar un paso al costado en 2019.
Salvo que Macri esté pensando en copiar la salida cristinista con la fórmula Larreta-Macri. ¿Lo está?
Uno de los dirigentes del PRO que más lo conoce considera “imposible” que Macri no esté pensando en regresar al poder: “Quien cree lo contrario, no lo conoce bien. Pero él no iría segundo de nadie. Solo lo puede frenar el temor a perder una interna con este radicalismo renovado si no logra negociar con Horacio un acuerdo en 2023 para no dividir fuerzas dentro del PRO.”
La tercera en discordia es Bullrich. Para el macrismo puro, la presidenta del partido cometió el error de “subirse a la candidatura presidencial antes de que Mauricio se terminara de bajar”. Pese a que en público es una de sus primeras defensoras, como lo demostró en el acto de apoyo frente a los tribunales de Dolores, Macri tiene información de que ella recorre el país dándolo por jubilado en materia presidencial.
...ganando la interna del PRO, tiene un techo similar al de Cristina para vencer en las generales
Algo de eso le cobró el ex presidente cuando retuiteó un mensaje del titular del PRO de La Rioja, Julio Sahad, que criticaba las “chicanas, calumnias y agravios” de Bullrich. Para que no hubiera dudas, Macri sumó su propio tuit: “Es momento de mostrar humildad y generosidad”.
Emilio Monzó sostiene que lo que dice y hace Macri condiciona a quienes aspiran a la presidencia: “Si decide presentarse sin dudas tiene un porcentaje de votos sólido que lo ubicaría con serias posibilidades de triunfar en las internas, pero también tiene un techo de la misma rigidez para enfrentar al kirchnerismo en las generales. Si el PRO tensa esta situación, crecerán las posibilidades de convertir al radicalismo en alternativa de gobierno”.
Pasados presentes. Como un espejo de Cristina Kirchner, Macri es un pasado presente. Hijo de la necesidad del kirchnerismo de construir un adversario vencible y padre del renacimiento de Cristina tras el fracaso de sus cuatro años de gestión. Ahora, como en un círculo vicioso, vuelve a ser el kirchnerismo quien le da centralidad y celebra sus nuevos devaneos presidenciales.
Dos pasados que se retroalimentan mutuamente con la sensación de que si uno de ellos desapareciera, el otro se quedaría sin futuro.
Dos duelistas que no aceptan que, aun ganando, cada vez ganan menos y cada vez perdemos más.