Si el juez Griesa no repone la medida cautelar que permita pagar, antes del 30 de julio, el vencimiento de deuda argentina del 30 de junio pasado, es probable que la Argentina entre nuevamente en default con parte de su deuda pública. Al respecto, una aclaración no menor. El contrato que la Argentina firmó en 2005 y 2010 con los bonistas que entraron al canje de deuda dice, claramente, que la deuda se cancela cuando el acreedor tiene los fondos en su cuenta y no, como sostiene el Gobierno, cuando la Argentina deposita los fondos en el banco encargado de hacer los pagos. Otra aclaración importante. Lograr que el juez permita pagar los bonos del canje y otorgue más tiempo para negociar con los bonistas favorecidos por su sentencia no debería ser muy difícil si la Argentina, efectivamente, demuestra que no está perdiendo el tiempo, sino encarando una negociación integral y definitiva. Y pagar en tiempo y forma resulta clave, porque las cláusulas de emisión de esta deuda (la emitida por el kirchnerismo) podrían llevar a que se caiga todo el canje de deuda bajo legislación extranjera y que sean exigibles, ya mismo, los pagos totales de todos los bonos que vencen, por ahora, en las próximas décadas.
Pero la intención de estas líneas no se concentra sólo en advertir lo importante que serán los próximos días para la macro argentina de los próximos meses, y/o años, sino recalcar que hoy estamos viviendo las consecuencias de malas “soluciones” pasadas.
Veamos. Como ustedes ya saben, en la base de los problemas actuales de la macro argentina está el déficit fiscal. Pero en el centro del déficit fiscal están los subsidios económicos, principalmente a la energía. Y estos subsidios surgen de malas soluciones para dos temas de la década pasada. El primero y clave, el cambio de precios relativos en el sector energético que se verificó en el mundo a partir de principios de este siglo, por la combinación de cambios estructurales, y la devaluación del dólar. Estos cambios de precios relativos que encarecieron el petróleo y el gas, en el mundo, pretendieron ser ignorados en la Argentina. No reconocer internamente esos precios durante años fue la “solución” ideada para mantener baratos los precios locales de la energía para los consumidores y, en menor medida, para las empresas. Pero ese gigantesco subsidio al consumo de energía financiado por los productores, la solución de ayer, es el problema de hoy. Se alentó la demanda, se desalentó la oferta, los productores se resistieron a pagar el subsidio a los consumidores, redujeron la oferta, y pasamos a importar petróleo y gas, y se fue reemplazando el subsidio de los productores, por el subsidio público, creando el problema de hoy, aumento del gasto público y más déficit fiscal e importaciones crecientes de energía. El segundo problema no resuelto en el sector fueron los contratos con las empresas concesionarias del sector energético, que volaron por los aires, junto con la salida de la convertibilidad. En lugar de una renegociación integral de dichos contratos, que rebalanceara las cargas ante la nueva realidad, la “solución” fue prolongar la “emergencia económica” durante toda la década ganada. El problema de hoy, entonces, empresas quebradas, servicio resentido, poca o nula expansión, etc. y más gasto público para que las empresas puedan seguir funcionando.
El otro frente, el que hoy nos ocupa, también es producto de una “solución” de corto plazo. En efecto, en 2005, dado el stock de reservas disponibles y la capacidad fiscal de la Argentina, se optó por salir del default con un canje muy agresivo, con mucha quita, que dejó afuera a demasiados acreedores. A partir de allí, y a medida que la situación argentina mejoraba, en lugar de replantear un esquema que permitiera una salida definitiva del default, completándola, además, con la solución a tiempo de los otros defaults, Club de París, por ejemplo, y reinsertar financieramente a la Argentina en el mundo, con la ayuda del FMI y los multilaterales, se optó por la solución “política” del desendeudamiento, e ignorar a los bonistas que no entraron a los canjes, como si no existieran. Y así nos fue.
En síntesis, vivimos hoy la confluencia de dos malas soluciones de ayer, la energética y la de la deuda, madre y padre de todos los problemas macro de hoy.