Cuernavaca, Estado de Morelos, México. En el siglo XIX se la llamó “ciudad de la eterna primavera”. En el siglo XXI, la “narcocultura” sustituyó los murales de David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, que alguna vez emperifollaron al desaparecido Hotel de la Selva, por las películas “snuff” que un niño sicario de 14 años, el Ponchis, cuelga en Internet. En un video dice que gana 3 mil dólares por cabeza. “Y cuando no damos con las personas, matamos a gente inocente para que nos paguen”, amenaza.
El lunes 6 de diciembre de 2010, en el aeropuerto de Cuernavaca, el Ponchis –Edgar Jiménez Lugo– es detenido por militares. Junto con su hermana Elizabeth se aprestaban a embarcarse. Los había llevado hasta el lugar otra hermana, Erika. Ambas son arrestadas. El periodista José Cárdenas lo cuenta así: “El Ponchis y La Chabela viajarían de Cuernavaca a Tijuana. Les urgía ‘pelarse’. Les dieron un pitazo. Echaron lo que pudieron en la maleta. Hasta ropa sucia”.
Soldados que participaron en el procedimiento declaran ante la Procuraduría General de la República que “… al estar revisando el equipaje se encontraron escondidos entre las ropas un arma de fuego, tipo pistola, marca Walter, modelo 1, así como un arma de fuego tipo pistola escuadra, marca Browning, calibre 9 mm, hecha en Bélgica, matrícula 245PM52191, con un cargador metálico de la misma marca, abastecido con cuatro cartuchos útiles”, declara uno de los militares. “Utilizando guantes de látex, encontrándole en las bolsas del pantalón que viste 12 envoltorios de material sintético transparente, conteniendo en su interior polvo blanco con las características de la cocaína, así como otros dos envoltorios de material sintético transparente, conteniendo en su interior vegetal verde, con las características propias de la marihuana.” Para ser un niño sicario, el Ponchis no estaba espabilado en cuanto a los softwares de los sistemas de seguridad aeroportuarios.
El Ponchis confiesa que trabaja para el cartel de los hermanos Beltrán Leyva, y confirma que había participado en diversas ejecuciones de personas, las que habían sido grabadas en videos y subidas a Internet, refiriendo además que él había sido el ejecutor de cuatro decapitaciones de personas del sexo masculino, dos de las cuales aún se encontraban con vida, cuerpos y cabezas que fueron tirados en la autopista México-Cuernavaca. Luego, frente a la televisión, se produce el siguiente diálogo: “¿Tienes miedo?”. “¡No!”, responde el Ponchis. “¿Sabes lo que viene?” “¡Sí!” “¿Por qué te metiste en esto?” “No me metí, me jalaron.” A preguntas necias, respuestas recias, acota Cárdenas. En este caso, quienes no tuvieron muy presentes las prescripciones dirigidas a preservar el valor de las pruebas recolectadas en un procedimiento y la Convención sobre los Derechos del Niño fueron los responsables del procedimiento.
El abogado Enrique Paredes Sotelo juzga que las pruebas en contra del adolescente son producto de una detención ilegal y, por lo tanto, se corre el riesgo de que se caiga el proceso; el Ejército no respeta las garantías individuales. Peggy Ostrosky –jefa del laboratorio de Neuropsicología y Fisicopsicología de la Universidad Autónoma de México–, sin necesitar ni siquiera un exiguo test de Rorschach según Exner, se despacha por los medios: el Ponchis es un sicópata, hay gente que nace mala, ni en México ni en ninguna otra parte del mundo hay “cura” para un psicópata.
Si no tiene “cura”, es todo un problema, porque tampoco tendrá una pena prolongada. El Estado de Morelos tiene un Tribunal Unitario de Justicia para Adolescentes que se ocupa de muchachos en conflicto con la ley penal. Las sanciones no son graves en términos de años de confinamiento en instituciones especiales. También existe un régimen especial en el orden federal (la Ley para el Tratamiento de Menores Infractores). Braman los foristas en la prensa escrita: “Ramses Miguel 13, Distrito Federal, 21 de enero de 2011, 07.30: ‘No es un supuesto sicario, es un maldito asesino y tanto él como la madre deben ser ejecutados: cortar el mal de raíz’”. Científicamente, la doctrina de Ramses se conoce como determinismo genético condimentado con pena de muerte por consanguinidad ascendente.
Pero allí no terminan los problemas: en los archivos oficiales consta el caso de un niño de 11 años, detenido en el municipio de Temixco, al sur de Cuernavaca, con 18 “grapas” (dosis) de cocaína. Parece que el Ponchis comenzó con su raid delictivo a los 12 años. ¿A qué edad, entonces, fijar la de imputabilidad? Esos mismos archivos almacenan casos como el de un joven que, tras purgar dos años de prisión en el Centro de Ejecución de Medidas para los Adolescentes (Cempla) y obtener su libertad al cumplir la mayoría de edad, fue readmitido en un puesto del mercado Adolfo López Mateos de Cuernavaca. El 21 de agosto de 2010, el centro comercial se incendió y con él, las aspiraciones de reinserción. Sin otra salida laboral, reincidió en el delito y a los pocos días su cuerpo fue encontrado ejecutado por el crimen organizado.
La tristísima historia del Ponchis y la de sus víctimas suscita un dilema: ¿qué es lo que se juzga cuando un menor debe afrontar ante un tribunal la consecuencia de sus actos? ¿A un sicópata incurable o al abandono que lo forjó, los abusos que embuchó o el narcotráfico que lo “jaló”?
El sueco Nils Kastberg, experto internacional en infancia y exclusión social, afirma que esos niños y adolescentes responden a un patrón casi infalible: falta de afecto, de educación y de rutinas socializadoras. Cuando un joven ha visto desocupados a su abuelo y a su padre, por lo general es pobre. Martín Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México, observa que seis de cada diez personas pobres en México son menores de 18 años. “Buena parte de los problemas que enfrenta la niñez son de orden estructural; no tienen un proyecto de vida”, lamenta. Kastberg agrega que lo que se tiene que cambiar es lo que se hace con el chico durante el tiempo de la pena. “Hay que ofrecerle un proceso reeducativo integral para que cuando salga sienta que tiene algo que no quiere perder.” No es que no haya nada que hacer o que no haya que hacer nada. Lo que pasa es que está pasando lo que no hay que hacer.