Esto habrá que pararlo ya. Pero hacerse el asombrado, no. "¿Viste, che....qué barbaridad? ¿Por qué? ¿Si así es nuestra historia?" Duplas bravas como ésta vienen de lejos. Roban, mutan y depredan según esté ociosa o despierta la Tortuga. Yuntas así han venido currando desde el inicio del país. Basta que nuestro ojo se descuide para que asocien dos y nos coman hasta el tiempo. Sobran pruebas. La Argentina nació tras dos siglos de amnesia. De Pedro de Mendoza (1636) a la antesala del Cabildo (1810) hay puro olvido. Una mitad de nuestra memoria nos fue "lavada" y quedó "en negro". "La patria renegada" denominó Larriqueta a ese borrón de 200 años. En tanto al pandemonium de la centuria 3, el agudo Nicholas Shumway la adjetivó "La invención de la Argentina".
1810 inauguró una sociedad de fantasía que Billiken nos mostró con anteojitos de colores y patriotas a recortar con tijeritas. Los libros escolares (bajo los conservadores) nos instruían más sobre meteorología (el barro de ese día, los paraguas) que del currículum de cabildantes elegidos a dedo como fue. Y así siguió por décadas. Tampoco nada sobre el tesoro del marqués de Sobremonte, la corruptela de la Baring con Bernardino y tantos más Lázaros Kirchner de altri tempi. En los 25 de Mayo no pedían que dibujáramos la flotilla inglesa anclada tras Martín García para acudir al primer sofoco de la adolescente Buenos Aires (Objetivo: ayudarla para desflorarla después). De este picoteo pirata del planeta le quedan todavía a la Pérfida Albión 13 enclaves en litigio. Entre ellos, Malvinas.
Con guardaespaldas así y con íberos sufriendo la bota de Napo fue que nos liberamos de Cisneros. Pero "no al modo jacobino de Robespierre". De guante en blanco. La noche del mismísimo 25 la Junta entera se cruzó al Fuerte no a prender al Virrey sino a rendirle cuentas y saludos (sic). No hubo garrotazos. Fueron los dineros los que hicieron la Patria. Pactos, arreglos y coimas. Y los que la deshicieron. Feligresía okupa y feligresía natal en la transa eterna por atender los humores de nuestra real Santa Patrona: la Aduana. Bullía alguna épica verbal pero al curso de la historia lo marcaba el sonido de los doblones. ¿El 25 de Mayo? Apenas una leve mutación de costumbres, pero sin pasarse. Más entusiasmo provocó el patriota con pelotas que ascendió hasta el "carajo" del Fuerte, desenganchó el pendón real Borbón y ensartó en su lugar el primer banderín que tuvimos. Los billíquenes tampoco nos contarán esta historia. Ni su mayor primicia: este primer patriota no fue argentino sino inglés.Un borrachín que se quedó después de las Invasiones, pues le enloquecía más el cono sur del mundo que las piernas enjamonadas de las inglesas. Tipazo que ni estatua tiene todavía (y sí Monzón y Riquelme), siendo el primer héroe civil que nos dimos aunque fuera de prestado.
Así, por cesárea cívico-militar-monetaria se forjó la década 1810-1820. A su sombra, la Putísima Aduana diseñó y maceró el fenotipo rasposo del porteño adicto a su bolsillo y a dar las espaldas a su país interior y proveedor. Y como respuesta, en las provincias desmembradas a caudillos de sí y de no, personajes que optaron por transa infame con el Puerto a cambio de impunidad medieval local. Los Alperovich, los Insfrán de hoy, como antes los Romero, los...y así desde siempre, son los monstruos que la Aduana nos fue dejando "en la noble igualdad". Último de ellos (y no único) este semifantasmal Lázaro Kirchner, símbolo hoy de la más monumental puesta al día de la impunidad al palo.
En sus 200 últimos años, el país dio millones de seres de excelencia y algun millón de nefastos aduaneros que a lo largo de décadas troqueló el país calidoscopio "más distinto del mundo". Tras la feroz anarquía (1820 a 1850) llegamos a las puertas de una posible civilización con la Rosada como casa común. La Constitución fue la Pipa de la Paz. Alberdi vigorizó sus "bases", dedicado a pensar cómo convertir desierto en paraíso. Las entregó en 1852. Bellas palabras versus baldía realidad. Se imponía traer el mundo al hombro, entrarlo al puerto y poblar lo vacío. Y se hizo. A ponchazos, pero sin fallar. Siempre bajo el spot del ojo Polifemo de la Gran Dama Portuaria, activa capataza de nuestra descomposición.
De aquellos ocios, defecciones y vicios nuestros lo que después ya fue folklore. Milicos del '76 y sus fogoneros civiles zampándose (por lo bajo) 70.000 millones de dólares. Menem el Liquidador, arrasando los renglones más activos de los potentes párrafos de 1853. Y ya articulada la doble K, esta administración que desbarranca al país con el mega afano más destructor de su historia. Un crimen social perpetrado sin riesgo alguno ante millones de ciegos vocacionales que lo aprobaron aún sospechándolo. Lectores de Lacan a quienes un pícaro con cuaderno de hule negro les compró el seso por un peso. Y cegó. ¿No es De Vido una réplica clase media de Martínez de Hoz?¿No es Zannini un avatar de López Rega? ¿Y en qué casillero de este Olimpo poner a Moreno?
Vampirizado por nosotros, el país (el enigma político más idiota del mundo actual) apenas si flota hoy, en medio de un desgobierno tuerto y terco. Lo bipolar es su consigna. Cacarea memoria pero va de olvido. A la primera, la "lava" para seguir en "negro". Al país, lo "disuelve" en el Paraíso de Lavado de Países. Este plan se apoya en la seguridad de que las dos generaciones últimas están la banquina y que hoy, probado está, "el 50 por ciento de los jóvenes no entienden el 50 por ciento de lo que leen" (sic de platino). Si esto no cesa y siguen robando el poco presente huérfano que queda, podrían borrarse la placa genética de esos dos siglos que ninguneamos y quedaron en algún cajón del ropero del tiempo.
Daría base a un cuento post mortem de Borges en el que un argentino de hoy cae en medio de un relato de Mujica Láinez. Ese de su Memoria de Buenos Aires que refleja en crónica (para nada cuento) la hambruna, degollina y canibalismo de la Buenos Aires interrupta del origen. Los indios comiéndoselos a mansalva y los españoles fuyendo hacia el norte. Pensar que esa osamenta mixturada acabó siendo hortensia, ceibo, jazmín, y nosotros lamiéndonos las mismas llagas de siempre.
"Mire si se lo cepillan a Lanata", desliza el taxista. Suena a eructo moral. "Lava" conciencia. Supone que es un peligro que sólo corre Lanata. Lo dice sin reparar que en el mismo momento en que lo dice, los herederos de Lázaro Kirchner apistolan a Juan Bautista Alberdi en el Senado. Exigen silenciar al más subversivo libro que hay hoy en el país. La Constitución. Sí. Alberdi es Marx.
(*) Especial para Perfil.com