Tenía que pasar y pasó: me quedé definitivamente sin un mango. Y eso que ahora todo empezó a mejorar, incluso hasta terminó la inflación: el otro día leí en Clarín que cuando asuma Macri, debido a las medidas que ya ha anunciado, “va a haber reacomodamientos de precios”. Antes, con Cristina, había inflación disparada, ahora con Macri sólo “reacomodamiento de precios”. ¿Será cierto, como dijo Barthes, que “el lenguaje es fascista”? No lo sé. Sé, en cambio, que no tengo un peso, y por lo tanto ninguna posibilidad de comprar libros. Pues, como sucede en estos casos, me volqué a leer en internet, gratis por supuesto. Recalé en Informe Escaleno, que con el tiempo se fue convirtiendo en una de las mejores –si no la mejor– revistas culturales online que se pueden leer hoy en día. Hice foco en una extensa, inteligente y profunda entrevista de Gonzalo Aguilar a Francisco Lienur y Adrián Gorelik acerca de la obra de Manfredo Tafuri, gran crítico e historiador de la arquitectura, italiano, muerto en 1994. No estoy en condiciones aquí de glosar el contenido de la entrevista, llena de matices, de pasajes eruditos, y amplia sabiduría (que por supuesto no es la mía en estos temas, de lo que toco de un oído, y encima medio sordo). Recomiendo su lectura (en general no me gusta usar este espacio para recomendar, tomémoslo como una excepción) no sólo a los interesados en la arquitectura como hecho cultural y estético, sino mucho más allá, como un modo de entender qué significó la crítica a lo largo del siglo XX hasta el presente, y sus tensiones con el capitalismo, la historia y la crítica de arte (como por ejemplo, esta reflexión de Gorelik: “Las vanguardias tratadas por Tafuri hablan con una riqueza extraordinaria del capitalismo, de la transformación del territorio, de la metrópoli: las empuja hacia afuera de sus disciplinas, quizás porque poner el centro de la interrogación sobre las vanguardias en la arquitectura te obligue a toparte con todo ese mundo material”).
De mi parte, dos situaciones –personales, casi íntimas– ocurrieron mientras leía la entrevista. Primero, una cierta sensación de nostalgia ante la falta de Punto de Vista. Nacido en 1967, mi formación intelectual es contemporánea de los mejores años de Punto de Vista, desde mediados de los 80 a fines de los 90. En esos años pasé horas leyendo Punto de Vista, discutiendo con ella, disintiendo con muchos de sus artículos, pero valorando siempre su rigor intelectual, su exigencia estética, su intransigencia en la defensa de un tardo-modernismo ilustrado. La entrevista de Aguilar bien podría haber salido en Punto de Vista, si la revista todavía existiera. Esa clase de temas –el cruce entre urbanismo, reflexión estética y pregunta por las vanguardias– estaban presentes en Punto de Vista como en ningún otro lado.
Y luego, el deseo de releer a Tafuri. Creía que en mi biblioteca tenía más libros de él (seguro que los tengo, pero no sé dónde) pero sólo encontré Teorías e historia de la arquitectura (publicado en Italia en 1970, traducido en Barcelona en la editorial Laia apenas dos años después, ya con una segunda edición –la que yo tengo– en 1973), en la que vuelvo a dejarme seducir por la hipótesis de Tafuri de pensar a Brunelleschi como un padre anticipado de las vanguardias del siglo XX, precursor de Duchamp y el dadaísmo.
