COLUMNISTAS
Dividir la sociedad

Libertad de pensamiento o pensamiento correcto

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| Cedoc

En una reciente intervención del diputado español Iñigo Errejón frente a la comparecencia del Ministro de Cultura y Deportes de España al Parlamento, realizó una sutil reflexión sobre el valor de la cultura en la vida humana. Con un dejo de ironía hacia sus colegas conservadores, partió de una cita de Mario Vargas Llosa en un ensayo que el peruano dedicó al escritor uruguayo Juan Carlos Onetti. Vargas Llosa afirma en ese texto que lo que separa a los animales del ser humano es la capacidad de contar historias, su posibilidad de ficcionar, de imaginarnos vidas de otros y conocer emociones no experimentadas. Esta capacidad es la que nos hace libres y permite desarrollar la empatía, ponernos en la vida de otro, en vidas que no habríamos vivido pero que nos podemos imaginar.

Y el parlamentario destaca, como muchos hicimos desde distintos lugares del mundo y posiciones dentro de la sociedad, que estos días de confinamiento los hemos podido transitar porque nos podíamos contar historias, porque podíamos ver películas, leer libros, escuchar conciertos o canciones. La cultura en sus diferentes expresiones y grados de complejidad ha estado presente en nuestras vidas de forma más evidente que nunca y ha demostrado ser un bien esencial para las personas y la sociedad.

La sobrevivencia pacífica fue posible porque artistas e instituciones culturales públicas y privadas pusieron a disposición de la comunidad sus obras e inundaron la web con contenidos de disímil forma, con una amplia paleta que expresa la diversidad de expresiones culturales que conviven en la actualidad, que no sólo son distintas sino también contradictorias porque expresan visiones que debaten y se contraponen.

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Mientras esta pluralidad de expresión en las artes no sólo convive con nosotros sino que nos acompaña cotidianamente, se advierte también una resistencia a tolerar la expresión de un pensamiento y una percepción distinta sobre los problemas colectivos y sus soluciones políticas.

El debate sobre el confinamiento, su necesidad y extensión parece dividir a las sociedades en posiciones irreconciliables. Especialmente en Argentina, las posturas sobre el tema parecen no admitir intermedios ni grises y cada sector repudia al otro no sólo en el plano de las ideas sino también de las conductas.

Como en las versiones más arcaicas de los estados teocráticos, la división entre fieles y réprobos se instala en un debate donde la posibilidad de comprensión del otro se esfuma y se convierte en una descalificación. Pareciera que la posibilidad de disfrutar de tantas historias no hubiera colaborado a desarrollar la capacidad de comprensión de otras percepciones del mundo y de la realidad. La falacia del pensamiento político “correcto” se instala como un mal de época porque su sola enunciación evidencia que se desprecia todo lo que se le opone. Si hay una sola forma de pensar -y agrego también de percibir´- todo lo demás es erróneo y desechable. Nada más que una forma de expresar de modo elusivo la concepción del pensamiento único, fundamento de todos los autoritarismos.  Por el contrario, uno de los fundadores del pensamiento democrático -Voltaire- afirmaba: No pienso como Ud., pero daría mi vida para que pudiera expresarlo.

El valor de la cultura en este momento donde los estragos de la pandemia se expresan no sólo en las víctimas de la enfermedad sino también en el surgimiento de formas políticas más coercitivas y menos tolerantes, será permitirnos respetar las disímiles posturas sobre cuestiones complejas y conducirnos al respeto por el pensamiento del otro. Nuestra capacidad de crear ficciones nos da esta posibilidad única.

 

*Profesor de Derecho Constitucional.