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¿Libertad?

16-4-2023-Logo Perfil
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Se llegó a proponer oficialmente, en la Argentina, la ominosa prohibición por parte del Estado de las reuniones de más de tres personas en lugares públicos. Juntarse uno con otros tres: que no se pueda, que esté prohibido, que haya que pedir previamente permiso a las autoridades. Y como el actual jefe de Estado (¡hay que sentir atracción por el Estado para postularse a semejante cargo!) designó para el área de seguridad a una persona que él mismo calificó alguna vez de asesina y terrorista, quedó claro qué es lo que se intentaba infundir en la población: miedo. Miedo al Estado y su aparato represivo.

Quienes abrazan de veras las ideas de la libertad solo habrán de sentir repugnancia ante una circunstancia así y se estarán preguntando entonces de qué clase de libertad se habla, ya que se puso últimamente de moda y, por lo tanto, se habla y se habla. Esta cosa que avanza, ¿qué es? ¿A qué se refieren exactamente estos distintos empleados estatales: presidente, vicepresidente, ministro, ministra, legislador, legisladora, vocero oficial, trolls?

Es difícil pensar de veras en un valor como el de la libertad cuando se dice, por caso, de una determinada persona, que ha quedado “librada a su suerte”. Ese “librada” no significa exactamente “libre” y tampoco “liberada”. Sobre todo cuando no caben dudas de que esa suerte solo podrá ser mala suerte, es decir, pura desgracia. El que trabaja y queda, respecto del empleador, librado a su suerte, el que se enferma y queda, respecto de las empresas de salud, librado a su suerte, el que sale a comprar comida y queda, respecto del poder de los formadores de precios, librado a su suerte, ¿qué otra cosa es, sino un condenado? Alguien cuya libertad queda pisada, igual que los salarios.

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El recelo contra eso que, caricaturescamente, se denomina “papá Estado”, se activa frente a las funciones de protección social y equidad, pero nunca frente a propuestas brutales del tipo “cárcel o bala”, de claro fervor por el Estado y su poder de represión (en tales casos se prescinde de la coartada cínica y trivial de los fideos de los niños del Chaco). Con lo que sí se está admitiendo un “papá Estado”, y hasta se lo promueve; solo que es un papá del estilo del que les tocó a los Karamazov.

También es difícil pensar de veras en un valor como el de la libertad cuando se habla por caso de una “zona liberada”. Sabemos bien de qué se trata esa prescindencia por lo demás tan mentirosa, esa abstención dolosa y falaz: la lisa y llana complicidad estatal con una determinada acción que se dejará hacer (suena mejor dicho en francés: una variante del famoso laissez faire). Si los abusos empresariales consabidos, las turbias maniobras de la especulación financiera, los voraces atropellos contra los derechos de los trabajadores, cuentan con una “zona liberada” (el Estado se hará cómplice mirando para otro lado o declarándose prescindente), difícilmente haya quien se deje engañar por ese equívoco adjetivo. Libertad de libre empresa no implica libertad general. Tiende a ser incluso lo contrario.