COLUMNISTAS
10 puntos de sutura / PANORAMA

Lluvia de consensos

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BANDERA. Macri, el viernes, en Vaca Muerta, el día que lanzó un puente a la oposición. | CEDOC PERFIL

Ahora que dicen que es el mejor momento de Mauricio Macri porque apareció Cristina Kirchner en modo JK Rowling, Nicolás Maduro llamando a cortar cabezas onda Game of Thrones y Donald Trump como el dueño del FMI que todo lo financia, llegó la lluvia de consensos. Porque cuando Cambiemos asumió en 2015 y la tenía más grande que todos (la expectativa), habrá tirado cualquier idea de pacto social al tacho, pero ahora que está trackeando con lupa cada encuesta para ver si el paciente respira, se tatúan La Moncloa y tiran 10 puntos que si no pueden ser de acuerdos al menos serán de sutura para una alianza oficial con riesgo de resquebrajarse.

Conmovió en este sentido el viernes ver caer los mails de respaldo de cámaras empresariales a la idea de un consenso general aun cuando la política grosa los tomaba más con desconfianza que con compromiso. Los bancos extranjeros, la Asociación Empresarial Argentina, la Confederación Empresaria de la Mediana Empresa, el Grupo de los 6 (espacio de la UIA, la Bolsa, la Cámara de Construcción, la Cámara de Comercio, la Sociedad Rural y los bancos nacionales), el Foro de Convergencia Empresarial, el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDEA), en un lapso de unas pocas lanzaron el operativo sellazo. Un montón de siglas bancando un plan más gaseoso que otra cosa, en un gesto que habla de la debilidad del Gobierno en caso de que le hayan pedido hacer roncha, o de algo peor: de que los popes de los negocios que aún creen en Cambiemos como el “es lo que hay” lo ven tan solo que se codearon y dijeron tirémosle un centro a estos muchachos que en definitiva alguna vez fueron nuestros muchachos.

Como fuera, hay que divisar algo cierto entre tanto humo. El próximo presidente que llegue y diga que por sí solo arregla este bardo, se equivoca. Como pifió este gobierno con aquella idea de que llegamos, catarata de inversiones, shock de confianza y chau inflación, puede ser un bluff también la idea de que el #peronismoracional muñequea heterodoxia y la acomoda, o que si vuelve Cristina reaparece de la nada el consumo popular forever.

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La tragedia es que los que hoy tienen más chances de ganar juegan al exterminio del otro como si el 11 de diciembre fuera un país del 70% donde un 30% no juega más. El Gobierno se masturba con el odio en redes sociales, como el increíble post de esta semana del ministro de Justicia, Germán Garavano, que en un video oficial arranca diciendo como si fuera Alfredo Casero que “el kirchnerismo ataca el Poder Judicial”. La ex presidenta, en tanto, alienta a revisar “los poderes liberales de hace 150 años” y en su libro no logra reconocer un votante de Macri genuino sino que solo ve “bobos” cazados por la maquinaria del marketing electoral. Dramático que de un lado y del otro jueguen así al agua y el aceite electoral cuando hace años no podemos dar vuelta la cucaracha del desarrollo.
Claro que hoy hablar de que hay problemas de décadas suena a canción de Cambiemos o a una trampa para no hablar del desastre económico de esta gestión. Pero hecha la aclaración, bien vale “parar la pelota” (homenaje a Massa) y pensarlo. Hay un ensayo de hace unos años que hicieron Martín Rappetti y Pablo Gerchunoff que suma en esa línea una mirada del “conflicto estructural argentino”, que podría resumirse en que la Argentina demanda más de lo que puede producir, algo que se refleja en los conflictos recurrentes con la restricción externa, léase, el dólar. Un desfasaje al que otros países le encontraron la vuelta tal vez por diferencias en la composición social, o en lo que los papers el Banco Central ahora llama “factores idiosincráticos” para convencer al Fondo de intervenir en el mercado. Hay un cruce de dos pensadores de los 70 y 80 que lo reflejó. El antropólogo brasileño Roberto Da Matta escribió el artículo ¿Sabe com quem está falando?, para describir la superioridad de clase instalada en su país detrás del orden social vigente. En la Argentina, para hablar de que rige todo lo contrario, Guillermo O’Donnell, el papá de María, escribió un paper dialogando con el primero que tituló “¿Y a mí qué carajo me importa?”. Un resumen de que, por suerte, acá queremos siempre más. La macana es que nunca nos pusimos de acuerdo en cómo producirlo de manera tal que nos dure.

A todo esto, no será el acuerdo de la Casa Rosada o la ampliación de Cambiemos que quiere la Unión Cívica Radical, pero este martes habrá una foto del titular del partido, Alfredo Cornejo, con un empresario de la familia presidencial. Fabio Calcaterra, el primo del Presidente que no hace obra pública: inaugurará una planta de papas que levantó con su socio internacional Simplot en Mendoza y cortará cintas con el gobernador. Novedades del mundo empresarial que saca cuentas y tiene estallada la agenda de reuniones con operadores políticos que les vienen a manguear fondos que este año deberán rebuscársela para justificar en blanco. Con recesión y deudas, más el foco puesto tras la explosión de los cuadernos, son pocos los que están líquidos como para atender reclamos. Será por eso que en algunas fuerzas políticas se compartió por WhatsApp una nota del diario The New York Post del viernes: “El hombre más rico de la Argentina vende un departamento en Upper East Side”. Según la publicación pide US$ 2,75 millones.