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Lo importante

Acaba de llegar a mis manos Escribir para el teatro, con las reflexiones de la XV Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos, con una docena de cuasi manifiestos de autores iberoamericanos (entre los que se cuentan los argentinos Daniel Veronese y Lucía Laragione). Parece que una discusión que yo creía exclusiva de la Argentina hoy se ha extendido mucho: se trata de la cuestión de “lo importante”.

Rafaelspregelburd150
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Acaba de llegar a mis manos Escribir para el teatro, con las reflexiones de la XV Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos, con una docena de cuasi manifiestos de autores iberoamericanos (entre los que se cuentan los argentinos Daniel Veronese y Lucía Laragione). Parece que una discusión que yo creía exclusiva de la Argentina hoy se ha extendido mucho: se trata de la cuestión de “lo importante”. Creo que el seudomanual del dramaturgo Luis Miguel González Cruz lo pone de manera virulenta, risible y contundente: “No se debe ser escritor social. Es ridículo escribir sobre problemas de actualidad para proponer soluciones ni para denunciar hechos atroces. Para eso están los periódicos, el congreso de los diputados o las comisarías” (dice G. Cruz, y habrá que creerle que en España estas instituciones hacen su trabajo.) “Si en Pisco, Perú, la tierra tiembla y no tienen agua potable, no será el autor teatral quien les lleve el agua, serán los bomberos y el ejército. Tampoco es útil realizar funciones de teatro […] a beneficio de los necesitados o víctimas de hecatombes, porque ¿qué van a hacer los damnificados con tan poco dinero?”
Creo que esto resume dos cuestiones enormes: el “poco dinero que involucra el teatro” y “hablar en nombre de las víctimas”. Una mezcla letal que nos ha llevado a la exigencia social de “decir lo importante” y ser adalides de la pobreza (en todas sus formas), una exigencia tan omnipresente y contradictoria que ha dejado de significar nada. Uno se encuentra explicando lo elemental, como si se sospechase de nuestras buenas intenciones: que crear una buena ficción que se sostenga es tremendamente importante, porque concientiza sobre algo fundamental; percibimos el mundo de acuerdo con modelos, con mitos, con lenguaje, y cualquier incisión (aunque simbólica) en esa red perceptiva es un acto reflexivo, de reconocimiento sobre la naturaleza humana. Cada buena ficción que se pone de pie alterando las normas de percepción del sentido común (tan útil para otras actividades y tan soso a la hora de “imaginar lo que no pasa”) es “importante”. No sólo eso: debería empezar a ser más importante que eso otro que nos venden como “realidad”. Y esto no es ni frivolidad ni falta de compromiso con el presente.