Puede ser que los resultados de las elecciones del domingo pasado, en particular los correspondientes a la provincia de Buenos Aires, no hayan sido los previstos para muchos.
Sin embargo, las acciones y las palabras del gobierno nacional durante la semana que pasó ratifican algo que sí estaba previsto para muchos: no habrá transición.
En efecto, el Banco Central, por ejemplo, se ha empecinado en regalarles pesos a quienes apuestan a la suba del dólar oficial en el mercado de futuros. Confieso que me cuesta entender cuál es la razón que lleva a las autoridades monetarias a organizar este extraño juego en donde todos los que intervienen ganan y el único que pone es el Banco Central. Y me cuesta entenderlo porque, a estas alturas, está claro que el único que supone que el dólar oficial valdrá, en marzo de 2016, apenas 12% más que hoy es el amigo Vanoli. Pero más que un “supuesto” se trata de una fantasía. Dadas las reservas del Banco Central, dado el atraso del tipo de cambio acumulado, con el consiguiente parate de la actividad de los sectores exportadores. Dada la fortaleza del dólar en el mundo. Dadas las devaluaciones de Brasil y el resto de la región. Y, sobre todo, dada la cantidad de pesos que se van a emitir para cubrir el déficit en lo que resta del año. Tanto es una fantasía, que el propio Banco Central se ha visto obligado a racionar aún más los pocos dólares líquidos que quedan, profundizando el cepo y cerrando más la venta de dólares a importadores y a empresas vinculadas al turismo, para no seguir perdiendo tantas reservas.
Estamos ante un extraño caso de “populismo monetario” en donde el Banco Central ha decidido regalarles pesos a sectores que no son precisamente pobres, ni siquiera asalariados. Y no son pocos pesos. Podrían llegar a ser cerca de $ 100 mil millones. Millones que serán parte de la emisión del año que viene. Es decir, parte de la herencia de descontrol monetario y cambiario que tendrá que enfrentar el que venga.
Obviamente, siempre existe la alternativa de que se pretenda destruir también el mercado de futuros, con alguna maniobra. Pero lo cierto es que, mientras tanto, todas estas “medidas”, sumadas a la descapitalización de las compañías de seguros, obligándolas a vender bonos dolarizados y otras barbaridades por el estilo en el mercado de capitales, apenas han servido para que la brecha cambiaria no se estirara aún más.
En cualquier otro país del mundo esto sería un escándalo digno de las páginas político-policiales. Aquí, por ahora, no ha abandonado el rincón de los analistas especializados.
Otra área en donde claramente no habrá transición es en los aspectos fiscales. El oficialismo votó otro presupuesto falso. Y el Gobierno hace rato que abandonó la política de reducción paulatina de los subsidios económicos que mantienen artificialmente bajos los precios de la electricidad y el gas, en el marco del “populismo tarifario”. Sólo los precios del petróleo, y por ende el de los combustibles, han sido actualizados, no tanto como parte de una nueva política energética integral, sino para evitar una crisis preelectoral en las provincias petroleras.
Está claro, entonces, que tampoco en el área fiscal y de política de precios de la energía y el transporte habrá transición.
Lo mismo sucede con la política comercial externa. A fin de año, la Argentina debería presentar, conforme al fallo de la Organización Mundial de Comercio, su nuevo esquema de manejo administrativo de las importaciones, en reemplazo de la discrecionalidad y arbitrariedad actual. Esta es una cuestión que combina política con técnica. Bien podría el equipo saliente haber invitado a delegados técnicos de los candidatos que participan del ballottage para discutir, desde la técnica, las opciones disponibles.
Sin transición y con pura herencia, los problemas que deja la Presidenta para el futuro se irán agravando.
Y, por lo tanto, las cuestiones que deberá resolver el próximo presidente, sea éste el “innombrable” o sea Macri, serán mucho más complicadas que lo que lucían algunos meses atrás.
Sin transición, el Gobierno hará todos los esfuerzos necesarios para priorizar el relato y que no se note la crisis.
Hubiera sido mejor canalizar los esfuerzos para lograr hacer más fácil la vida futura de los argentinos. Pero está claro que hoy la Presidenta está más para los patios que para la Patria.