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Lo ví cansado, un poco demacrado

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La reunión estaba programada para las 17 de ayer, viernes 3, en la quinta de Olivos. Recién ahí supe qué otros colegas serían de la partida, dentro de las rondas que viene haciendo Mauricio Macri una vez por semana: Eduardo Feinmann y Gloria López Lecube se sentaron en el sofá del despacho que da espaldas a la ventana; Walter Curia y yo lo hicimos en dos sillones individuales frente a ellos, mientras en el otro sofá, el vocero Iván Pavlovski reservaba a su izquierda el lugar para el Presidente.
Macri se demoró casi media hora en sumarse. Según Pavlovski, se había estirado “un poco más de la cuenta una reunión sobre temas energéticos”. Me llamó la atención el semblante del hombre, al entrar: lo ví cansado, un poco demacrado, pero la primera pregunta la hizo Feinmann, quien lo había saludado con abrazo y beso.
-¿Qué tal el poder, Presidente?
-Bien, mejor de lo que esperaba. Pese a lo que nos encontramos, me siento cómodo…
-Se lo ve cansado… ¿O tiene demasiadas cosas en la cabeza? –consulté yo.
-No… Es que arranco muy temprano y la agenda viene cargada. Pero estoy bien.
No pidió nada para tomar. Estaba, más que sentado, recostado en el sofá. Hablaba lento, pero nunca es la verborragia su característica más visible.
La charla transcurría, sin definiciones ni primicias, por los andariveles “normales” (digamos) del ajuste, la inflación y la situación social. El que ví ayer era un Macri muchísimo menos interesado en generar titulares que en tansmitir calma y optimismo a la población. Se mostró algo molesto por la “ansiedad” de los grandes medios y del “círculo rojo”, tan propensos a la “mala onda”.
De golpe, Pavlovski atendió el celular y avisó, sonriente, que le estaban consultando sobre una supuesta internación de MM. Aislados como estábamos de lo que sucedía afuera (hay que dejarle el celular a la guardia), obviamente nos reímos. Macri no estaba internado. Estaba ahí.
-¿Quién pregunta? –consulté.
-Justo: un pibe del diario PERFIL –dijo el vocero.
Casi de inmediato, mientras respondía a una pregunta, el Presidente se levantó y fue hacia el escritorio. Pensé que iría a buscar algo, pero no: iba al baño. En ese momento, Pavlovski atendió otro llamado. Era el periodista Román Lejtman, interesado en despejar los rumores que, al parecer, ya eran cataclísmicos.
-No te lo puedo poner al teléfono, Román, porque acaba de ir al baño. Pero está bien y reunido acá con colegas tuyos.
Lejtman no le creía y hasta no lograr una “prueba de vida” (nos reímos de la figura semántica) no cortaría la comunicación. Macri le dijo:
-Hola, Román, estoy bien pero reunido. Te tengo que cortar.
Después se habló sin definiciones que valga la pena reproducir. De pronto, Pavlovski salió de escena porque el teléfono lo volvía loco. Y regresó a los 2 o 3 minutos para pedirnos que, pese a tratarse de un off, nos sacáramos una foto para desactivar la idea de un Macri enfermo. Ninguno teníamos nada que ocultar, así que se tomó la imagen con el smartphone.
La foto salió por redes sociales. A la hora, Macri nos dio las gracias y, por una pregunta extra mía a la que sucedieron un par más, se extendió.
-¿A qué le tiene miedo?
-A que no creamos que tenemos todo para salir adelante.
Nos despedimos, medio risueños. Al rato lo internaron. Yo no entendía nada. Y menos la comunicación
presidencial.

*Jefe de Redacción de Noticias.