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EL ECONOMISTA DE LA SEMANA

Logros y desafíos que deja el Brasil de Lula

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Con las elecciones de mañana, Brasil cierra el ciclo de las dos presidencias de Lula da Silva, quien deja al nuevo gobierno una herencia de logros y también de desafíos. Los logros se pueden contemplar claramente por el lado de los indicadores económicos, mientras que los desafíos se ubican en la deuda social que aún tiene el Estado brasileño con relación al sistema de salud pública, el sistema de educación y la seguridad ciudadana frente a la violencia de los grupos delictivos.

En lo que hace a las políticas macroeconómicas, las perspectivas del Brasil post Lula no dibujan grandes cambios. Sin embargo, es de esperar que ya con Dilma Rousseff en la presidencia, cosa que aseguran todos los sondeos, la política fiscal sea más flexible y haya un aumento del margen que existe actualmente para la meta de inflación. Todo indica, igualmente, que el Banco Central contaría con una importante independencia con relación al Ejecutivo, aunque ya se percibe que la actual candidata de Lula podría inclinarse por proponer a un presidente más keynesiano que Henrique Meirelles. También, es muy posible que la política de crédito se torne aún más expansionista.

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Por lo que han sido sus propuestas y la plataforma política con la que encaró la campaña, además de su propio perfil y el de sus asesores, se puede tener una imagen clara de lo que será la política industrial y de innovación de Rousseff. Habrá una fuerte verticalización de beneficios y promociones hacia los sectores considerados estratégicos, por lo que se continuará con la movilización conjunta del aparato estatal para las compras y las líneas crediticias enfocadas en esas áreas que tan buen resultado le dio a Lula.

El Banco do Brasil, el Bndes, el resto de los bancos estatales, además de las empresas del Estado, como la propia Petrobras y los fondos sectoriales y de pensiones permanecerán coordinados en forma vinculada para potenciar el efecto de sus recursos sobre los sectores que priorice el gobierno, a través de los planes como el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) y el Programa de Desarrollo de la Producción (PDP).

Esta estrategia ha resultado un fenomenal aparato de apoyo a la industria y su poderío de inversiones, créditos y capacidad de intervención en la economía es equivalente a más del 30% del PBI del país. Se mantendrá la prioridad para los productos brasileños en las licitaciones públicas y se fortalecerá a las compañías estatales en aquellas áreas en la que existen ineficiencias del mercado. Además, continuará el apoyo del aparato estatal para la internacionalización de las empresas y para aquellas compañías que ya son multinacionales. Se tratará de una política industrial que dará continuidad a los logros alcanzados y que reforzará la penetración en el mundo a través de las empresas consideradas “national champions”.

Infraestructura. Uno de los aspectos que impacta fuerte sobre la economía en general y que constituye uno de los desafíos para la era post Lula es el de la infraestructura. En esta área, Brasil tiene grandes déficit y debilidades que influyen sobre el crecimiento industrial y el desarrollo de la economía en general. En este punto, el principal instrumento de planificación del gobierno seguirá siendo el PAC, con el Bndes.

La estrategia para el desarrollo de la infraestructura seguiría los parámetros actuales, es decir, el gobierno seguirá estructurando los grandes proyectos en las áreas de transporte, energía, saneamiento y telecomunicaciones, además de incentivar la formación de consorcios de empresas para participar de esos proyectos. Esos consorcios son, por regla general, liderados por empresas brasileñas en asociación tanto con empresas estatales como con multinacionales, y contando con importantes recursos públicos, principalmente del Bndes. Aquí están incluidos proyectos de nuevas hidroeléctricas, puertos, autopistas, aeropuertos y obras para la el Campeonato Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro.

Es de esperar que sigan las tensiones actuales entre los proyectos de infraestructura del gobierno y las agencias ambientales nacionales, así como con los tribunales de cuentas públicas que, en algunos casos, pueden comprometer la viabilidad de algunos de esos proyectos. No habrá que esperar que en la nueva gestión se otorguen muchas concesiones para el manejo de empresas estatales a grupos privados, salvo en casos muy específicos, como la gestión de las terminales aéreas.

La prioridad en cuanto a la infraestructura tecnológica estará en la expansión y universalización de la banda ancha a través de Telebras, pudiendo tener participación las empresas privadas en ese proceso.

Otro de los grandes temas pendientes para combinar el actual crecimiento de Brasil con auténtico desarrollo, es la mejora del sistema educativo, pilar fundamental para la competitividad del país. Una muestra de esta necesidad urgente es que Brasil forma menos de 40 mil ingenieros por año, en comparación con los 80 mil en Corea del Sur, 400 mil en China y 250 mil en India. Brasil tiene sólo 1,95 ingenieros por cada 10 mil habitantes, por lo que fue último en un estudio de la OCDE, que abarcó una muestra de 35 países. Ya en 2007, un análisis de la Confederación Nacional de la Industria concluyó que más de la mitad de las 1.715 firmas industriales consultadas no podían encontrar a los trabajadores calificados que necesitaban. De ellas, el 69% afirmó que la falta de fuerza de trabajo adecuada generaba ineficiencia; 36% aseguró que la consecuencia era la baja de la calidad de sus productos y 25% indicó que provocaba que fuera más difícil asimilar tecnologías nuevas.

Menos agenda global. Debido a sus características y a las propuestas que han constituido su plataforma política, es de esperar que Dilma Rousseff tenga un canciller con un perfil más bajo desde el punto vista de la iniciativa política, que el que tiene el actual ministro de Relaciones Exteriores, Celso Amorim. Por lo tanto, en el próximo gobierno, la definición de la agenda de política exterior será definida en conjunto con distintos organismos del Estado.

Es muy probable también que la nueva estrategia de las relaciones dentro del concierto internacional involucre una combinación de discurso desarrollista con negociaciones pragmáticas. Se buscará asimismo, una diversificación de los socios comerciales en el marco de la integración regional y con la intención de fortalecer las alianzas sur-sur. Igualmente, el equipo de Rousseff tenderá a seguir con las buenas relaciones con Estados Unidos, aunque manteniendo la distancia.

También, la gestión que comenzará su ejercicio en enero próximo podría avanzar en la protección de las inversiones brasileñas en el exterior, al tiempo que asumirá posiciones defensivas en temas como la propiedad intelectual, la innovación y los servicios. Será en definitiva, un gobierno de posiciones pragmáticas e incluso aisladas en algunos ámbitos, como en el de las negociaciones de la Ronda de Doha o incluso en las Naciones Unidas.

Las relaciones bilaterales con la Argentina no vivirán grandes variaciones. No habrá grandes rupturas con la estrategia actual, sino que se seguirá una tendencia que podría considerarse como inercial. Los puntos centrales para Brasil pasarán por el reclamo de mayor seguridad jurídica y protección para las inversiones de sus empresas en el país. Será por esa vía, la de la inversión brasileña, por la que transcurrirá el nuevo eje de las relaciones entre los socios más grandes del Mercosur.

* Abeceb.com

** Prospectiva