“¡Qué lástima!” fue la expresión con la que un miembro del Gobierno resumió la frustración política que produjo la eliminación de la Selección nacional de la Copa Mundial de Fútbol. Hubo que parar la impresión de afiches con la foto de la Presidenta junto a Diego Armando Maradona, aquel día en que se anunció el Fútbol para Todos y la Dra. Fernández de Kirchner habló de los “goles secuestrados”. “La escena de Cristina con Maradona en el balcón de la Rosada hubiera sido como aquella de Fangio en el ’51”, explicaba el mismo funcionario, un conocedor de la historia del peronismo, refiriéndose a lo sucedido el 8 de noviembre de ese año. Ese día, Juan Manuel Fangio regresó al país luego de haber ganado el Gran Premio de Barcelona y obtenido por primera vez el campeonato mundial de conductores de Fórmula 1. Al llegar a Ezeiza, Fangio fue recibido por una multitud que lo acompañó primero al policlínico de Avellaneda, a fin de saludar a Evita, quien se estaba recuperando de la operación anticancerosa que le hizo el Dr. George Pack, y luego a la Casa Rosada. Una vez allí, el piloto de Balcarce salió a los balcones, desde donde dijo: “Para mí, no hay nada más grande que Perón”. Este fue, sin dudas, el cierre ideal para la campaña electoral a la presidencia que culminó, tres días después, con la victoria aplastante de la fórmula Perón-Quijano.
La utilización política de los éxitos y de los ídolos deportivos es algo tan viejo como el mundo. Conscientes de ello, hubo varios jugadores de la Selección que no tuvieron el más mínimo interés en aceptar la invitación que les hizo la Presidenta el lunes por la tarde.
Pasado ya el sueño del Mundial, la realidad se impone. Seguramente sobre eso deben haber hablado mucho la Presidenta y su esposo. En el centro de su atención política, está ahora la votación sobre el proyecto de ley de matrimonio entre personas del mismo sexo que el próximo miércoles deberá realizar el Senado. El debate que, como en cualquier otra parte del mundo, divide a la sociedad, tiene aquí un aditamento político extra. “No es que a Néstor el tema le interese mucho; lo que pasa es que tiene la necesidad de obtener una victoria política como sea”, reconoce una fuente del oficialismo. Hay muchos funcionarios del Gobierno que discrepan con el carácter prioritario que se le ha dado al asunto. Por lo tanto, lo que se vive ahora es un ámbito de guerra política. Es el peor de los escenarios para un debate que debería ser amplio y profundo. Desde la Iglesia, su jerarquía ha decidido dar batalla. Al hacerlo, vienen echando mano, en muchos casos, a posturas que parecen extraídas del medioevo y que ignoran posiciones más aperturistas que son sostenidas por grupos de laicos y sacerdotes.
Claro que la realidad ofrece otros flancos que inquietan al Gobierno. El affaire Venezuela es uno de ellos. El cable a través del cual el subsecretario de Integración para América Latina y Mercosur, Eduardo Sigal, sobre la existencia de quejas de dos empresas argentinas por las negociaciones paralelas de un funcionario del Ministerio de Planificación con miembros del gobierno venezolano, sacudió y molestó al matrimonio presidencial. “¿Por qué hizo eso?”, se preguntan quienes están en sintonía con el pensamiento de la Presidenta y su esposo. Por lo tanto, Sigal está en la mira. “Estas cosas no se ponen por escrito”, declaró el canciller Héctor Timerman ante el azoro de muchos. “En vez de ocuparse por ver cómo se pone freno a la avanzada de De Vido se preocupa por ver cómo lo justifica”, afirma con disgusto una voz que sabe lo que sucede en el Ministerio de Relaciones Exteriores, la que agrega: “Sigal actuó muy bien. Se cubrió, porque cuando estas cosas no se ponen por escrito, el funcionario se queda solo y, ante una investigación judicial, nadie lo cubre”.
Lo cierto es que todas las semanas aparecen hechos que ahondan las sospechas e inquietan al Gobierno. El mail atribuido a Jorge Médica, quien fue presidente de la Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (Cafma), va en esa dirección. En ese documento, Médica habla de la imposibilidad de acordar un contrato consensuado y de la imposición de la intermediaria Palmat “que ha fijado sus honorarios en un 15%”.
Alguien que declarará próximamente ante el juez de la causa, Julián Ercolini, se sincera y habla con pánico: “Por favor, no den ninguna pista acerca de quién soy. Las presiones venían directamente del Ministerio de Planificación. Pedían el 15% sin vueltas. Y acá todos sabíamos que era para ellos. Al principio, nosotros participamos pero, después, dijimos basta”.
Hugo Moyano quedó desairado después de la reunión con la Presidenta. El aumento del 20% del mínimo no imponible no satisfizo las demandas sindicales y lo dejó al secretario general de la CGT mal parado. Encima, el anuncio, hecho a las apuradas, es aplicable sólo al segundo semestre del año. Esto genera un verdadero engorro contable y hace que, en realidad, la mejora se reduzca a la mitad.
Desde el punto de vista de los desvelos de Néstor Kirchner por su candidatura para las elecciones presidenciales del año próximo, las energías se siguen volcando principalmente en el Conurbano bonaerense. Por eso no ha sido extraña la reunión que el ex presidente en funciones tuvo en la semana que terminó. En ese encuentro, que no se realizó en la Quinta de Olivos, estuvieron distintos personajes del paisaje político provincial. Entre ellos, sobresalieron las presencias del intendente de Tigre, Sergio Massa, y del ex director de la Agencia Recaudatoria de Buenos Aires (ARBA), Santiago Montoya. Kirchner mantuvo un tono amable durante toda la comida. Esta vez ni Massa tuvo que escuchar los gritos que debió soportar cuando era jefe de Gabinete, ni Montoya sufrir los efectos de la furia que lo eyectó de su poltrona cuando se negó a ser un candidato testimonial. El ex presidente en funciones habló de la necesidad de mantener unido al PJ y de asegurar la participación de todos los sectores en la interna. Sin esas condiciones, el triunfo del kirchnerismo será una quimera. Nadie prometió nada. Sí, en cambio, hubo un pedido para que se le levante la sanción de facto que viene sufriendo el intendente de La Plata, Pablo Bruera. Kirchner dijo que, de hacerlo, eso sería más adelante. El “pecado” de Bruera, valga recordarlo, fue y es el de pensar diferente.
Una de las frases de la semana dichas por el ex presidente en funciones en el marco de la disputa Gobierno-Iglesia fue: “Cuando se tiene que presionar es porque se tienen muy pocos elementos para convencer” Es una gran verdad. Lo que no dijo Néstor Kirchner es que, precisamente, eso es lo que él y su esposa hacen cuando no convencen: apretar y castigar.
Producción periodística:
Guido Baistrocchi.